Por NICOLE WINFIELD,
CIUDAD DEL VATICANO
Agencia AP

El Vaticano dijo que Francisco tomó la decisión «onerosa» de destituir a monseñor Rogelio Ricardo Livieres Plano, obispo de Ciudad del Este, en aras de la unidad del episcopado paraguayo.

Livieres, miembro del Opus Dei, fue colocado al frente de la diócesis de Ciudad del Este en 2004 e inmediatamente provocó el disgusto del ala más progresista del episcopado al inaugurar su propio seminario.

También provocó las iras de los defensores de las víctimas de abusos sexuales al acoger y promover a un cura tradicionalista argentino cuyo antiguo superior en Estados Unidos consideraba una «amenaza grave para los jóvenes».

Livieres destituyó al cura Carlos Urrutigoity como su segundo en la diócesis después de que el Vaticano anunció que enviaría a un investigador, pero lo mantuvo en actividad.

Urrutigoity ha rechazado las denuncias en su contra y nunca fue acusado de abuso de menores. Sin embargo, en 2004, la diócesis de Scranton, Pennsylvania, pagó 400.000 dólares como parte de un acuerdo judicial para resolver una demanda contra Urrutigoity, otro sacerdote y la propia diócesis. La demanda acusaba a los dos curas de mala conducta sexual, según ha informado el diario Global Post.

Urrutigoity era miembro del grupo cismático ultraortodoxo Sociedad de San Pío X. En la diócesis de Scranton fundó una sociedad sacerdotal que celebraba la antigua misa latina.

En 2004, el obispo de Scranton, Joseph Martino, disolvió la sociedad por razones de inestabilidad financiera y ante las denuncias contra el cura argentino.

A pesar de las advertencias de la diócesis estadounidense a Livieres y la Santa Sede, en 2005 el obispo paraguayo admitió a Urrutigoity en su diócesis y lo designó su segundo.

Los partidarios de Urrutigoity dicen que el argentino es víctima de una campaña de calumnias, tanto de quienes inventaron las acusaciones en su contra en Estados Unidos como de los prelados paraguayos. Por su parte, los defensores de las víctimas dicen que Urrutigoity es un depredador sexual y que Livieres merece el castigo por protegerlo.

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