Eduardo Blandón

Como salido de un estado primitivamente moral, nuestro flamante vicepresidente, Jafeth Cabrera, respondió ayer a los señalamientos de nepotismo en su contra diciendo que “son tantos en mi familia que no los puedo dejar sin comer (…) hay muchos que trabajan en el gobierno antes que yo llegara a ocupar esta posición”.

Tanto su respuesta como su justificación serían insólitas si no fuera porque estamos frente a un pigmeo con subdesarrollo conductual. Un sujeto vulgar, cínico e interesado exclusivamente en sacar provecho de los puestos por donde pasa. El típico político populista con las cualidades propias para ascender en un país de precariedades generalizadas.

Como ya es conocido por notas de prensa, el Vicepresidente tiene familiares trabajando en el servicio diplomático: su yerno, Francisco Gross Hernández-Kramer (embajador en Suecia) y Fernando Molina Girón, suegro de su hija Lissette Cabrera Cortez (embajador en España). Su hijo, Jafeth Cabrera Cortez, también tiene una oficina en Casa Presidencial para gestionar el pago de deuda a los constructores.

La denuncia no queda ahí. Se sabe que el hermano de nuestro flamante político, Luis Felipe Cabrera, obtuvo una asesoría pagada con recursos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con un sueldo de Q23 mil 400 mensuales durante siete meses. Hasta aquí lo que se sabe y salió a la luz pública.

El nepotismo, para nuestra desgracia, es una práctica generalizada que convierte al Estado en un botín con fines de asalto. La actividad, que pareciera tribal, es ejercida en la mayor parte de las instituciones públicas, siendo quizá una de las más paradigmáticas el Congreso de la República. El Organismo Legislativo alberga aproximadamente 71 núcleos familiares laborando.

Lo de Jafeth Cabrera quizá no habría pasado de ser anecdótico, si no fuera porque sus declaraciones lo sitúan en el Olimpo de los paridos en el cinismo más vulgar de la filosofía callejera que ostenta. Cualquiera la tendría difícil para autosuperarse, pero tratándose de este espécimen, no tardará en producir una aberración más gigantesca.

Artículo anteriorPara meditar
Artículo siguienteGallinas sin Cabeza