Juan José Narciso Chúa

La nueva gestión de la SAT ha demostrado que se pueden tomar acciones, si se tiene voluntad, por un lado, pero aún más si se tiene la creatividad para emprender medidas que bajo el marco que le otorga la ley, le permiten recrear escenarios que nunca habíamos podido observar, y aún más golpes tan audaces que tocaran a personas o intereses que parecían lejanos de poder ocurrir en Guatemala.

Lo que la SAT ha hecho hoy, no tiene parangón con el pasado. Hoy un grupo de funcionarios jóvenes, responsables y capaces demuestran que, sin esperar modificaciones a la ley, se puede ser audaz en un país en donde estas acciones seguramente no se ven con agrado por aquellos grupos que siempre mantuvieron sus intereses por arriba de cualquier interés de tipo nacional. Esto seguramente sonará duro para muchos que creen que únicamente se critica a las élites, pero en realidad, las élites se olvidaron de que el país ameritaba cambios de fondo y no únicamente aquellos que ellos permitían o bien aquellos que no los afectaba en sus intereses, patrimonios y, en particular, su relación con la tributación.

El ejercicio de la tributación siempre ha ameritado responsabilidad con su sociedad, al hacer efectivos los impuestos que cada uno tenemos como obligaciones; pero es aún más serio el hecho de reconocer que la tributación representa el eslabón principal para captar recursos para el Estado, para que este último realice el ejercicio de la asignación, pero principalmente de la redistribución.

Esta última de las funciones ha quedado relegada prácticamente a la nada, en el sentido, que poco se hace para efectivamente modificar la matriz social, que continúa mostrando su lado más flaco por el lado de la desigualdad, la exclusión y el racismo, fuera de otros problemas que contribuyen a afectarla aún más. Es preciso iniciar el debate sobre los grandes problemas y necesidades nacionales como requisito imprescindible para acuerdos fundamentales para el porvenir de la sociedad

Querer desconocer que la desnutrición de prácticamente el 50% de los niños menores de 5 años, es uno de nuestros más dolorosos flagelos, resulta irresponsable, pero aún es más irresponsable y hasta inmoral, pretender que la misma se pueda atender por medio de fondos asignados a los Ministerios de Agricultura, Salud y Educación, cuando todos esos recursos deberían ser ejecutados por la SESAN, vista desde una institucionalidad y un marco legal que le permita ejecutar directamente y no como hasta ahora funciona.

Insisto, este flagelo horroroso, es sólo uno de tantos que nos agobian, por ello discutir y priorizar nuestros grandes problemas y a partir de esa discusión y debate, asignar y redistribuir es primero y no bajo la premisa de un presupuesto abierto, que ciertamente es una buena iniciativa, pero al final todos los ministros llegan a ese foro a buscar incrementar sus presupuestos, así nada cambia. Imagínese lector que hasta el Ministerio de la Defensa pidió incremento, pero ¿para qué?

Es necesario romper con la actual estructura y programación presupuestaria, que implicaría también romper con la actual estructura institucional, pues de otra forma únicamente se seguirá distribuyendo la miseria, sin resolver absolutamente nada.

Y esto es importante en el análisis de la actuación contemporánea de la SAT, pues demuestra que se pueden hacer cambios de fondo, no importando quién o qué empresa o persona pretenda aprovecharse de los fondos del Estado, esto permite pensar que la SAT, así como está, tiene futuro, pero también hay que reconocer que esta misma institución, se quedó sin pasado, tanto el reciente como muestran a dos superintendentes en procesos judiciales, como otro montón de personas en estos puestos que pasaron inadvertidos, presos de las élites o se dedicaron a conducir un puesto aprovechándose de sus ventajas, sin intentar cambios de fondo. Ojalá que este espíritu se extienda a otras instituciones y que la ciudadanía pueda mantenerse vigilante, para que también como sociedad podamos decir que tenemos futuro.

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