Por historia, Guatemala ha sido una selva en materia de regulación de tránsito y se ha logrado imponer la ley del más fuerte que es la que utilizan para pasar donde no hay carriles, conducir en contra de vía, bajo efectos de licor, sin el más mínimo respeto al máximo de velocidad, capacidad de los vehículos y, menos, condiciones mecánicas de los mismos.

Cuando las municipalidades entraron en la moda de utilizar sus propias Policías de Tránsito por ese encanto que generó utilizar a los agentes como recaudadores de plata por medio de las multas, se encontró que el tema de la regulación de los parqueos era el ideal para capitalizar el esfuerzo.

Pero nunca se llegó a establecer el imperio de una ley que, en muchos casos, deja de ser eficiente, pero ni siquiera conviene modificarla cuando lo más básico que hay no puede ser impuesto por la autoridad. Tenemos, por lo general, “agentes” de tránsito que no cuentan con el criterio, la educación ni el respeto para los ciudadanos, terminando esto en una total práctica que por medio de la confrontación y la arrogancia intenta imponer la voluntad de estos individuos.

Sin embargo, el resultado no ha cambiado en la materia de la regulación y prevención. Vemos que no hay quién se haga responsable de la verificación de los vehículos de transportes pesados, colectivos o individuales; ni siquiera, de las motocicletas que por ley tienen que transitar solamente con el piloto a bordo y sin zigzaguear entre los otros vehículos. No digamos que haya poder capaz de castigar las altas velocidades o imprudencia de pilotos.

Es urgente que en la práctica, parezca que la autoridad de tránsito tiene mucho más interés que conseguir por sus abusivos y prepotentes métodos el dinero de las multas y que exista un verdadero esfuerzo por salvar vidas que se pierden torpemente por ese absoluto libertinaje que sienten algunos irresponsables al volante.

Pero no podremos hacer nada de esto mientras no tengamos una autoridad respetable y que invierta en sus miembros para que sea un cuerpo que tenga la solvencia de imponer la ley y el respeto a los reglamentos correspondientes. No podemos seguir viendo estas tragedias como algo normal.

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