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domingo, 24 noviembre 2024

Primera Época - Cae la dictadura y sale La Hora

El año 1920 fue muy especial en la historia de Guatemala porque fue cuando se produjo el movimiento Unionista que aglutinó a distintos sectores urbanos para generar la presión pública que culminó con el derrocamiento del tirano de los 22 años, el doctor Manuel Estrada Cabrera quien protagonizó una de las más largas dictaduras de la historia de este país, plagada de regímenes autoritarios que se impusieron mediante el ejercicio de la brutalidad para controlar a la población. Estrada Cabrera, abogado de profesión y quien llegó al poder como designado a la Presidencia tras la muerte de José María Reina Barrios, asesinado el 8 de febrero de 1898.

Poco menos de seis meses antes de la investidura de Estrada Cabrera como Presidente había nacido en la aldea Los Achiotes, en Jalapa, Clemente Marroquín Rojas, hijo del teniente coronel Jesús Marroquín y de su esposa Dominga Marroquín, por lo que prácticamente vivió sus primeros veintidós años bajo una dictadura absolutamente totalitaria de quien se proclamó como Protector de la Juventud Estudiosa y promovió un reducido pero eficiente sistema educativo en el que se formó la que luego fue conocida como la Generación del 20 entre la que destacaron figuras como Miguel Ángel Asturias, David Vela, Alfredo Balsells Rivera, César Brañas, Arqueles Vela, Joaquín Barnoya, Epaminondas González, Juan Olivero, José Luis Balcárcel, entre otros, quienes junto a Clemente Marroquín Rojas conformaron un grupo de jóvenes que destacaron como intelectuales y dirigentes cívicos que dejaron profunda huella en la historia del país.

Estrada Cabrera sobrevivió numerosas asonadas y dos atentados reseñados en los libros Los Cadetes y La Bomba, escritos por el fundador de La Hora. Supo someter al Ejército a su indiscutible y absoluta autoridad y con mano de hierro condujo los destinos del país en lo que fue el principio del establecimiento del país de poderosas inversiones extranjeras que controlaban el ferrocarril y la incipiente generación y distribución de la energía eléctrica, además de que durante su gobierno se produjo la primera concesión a la empresa United Fruit Company que llegaría a ser tan importante y decisiva en acontecimientos definitivos de la historia del país.

El Benemérito de la Patria y Jefe del Partido Liberal, como los aduladores le llamaban, se mantuvo a sangre y fuego, encabezando uno de los regímenes más represivos de la historia del país y sus fuerzas policiales, especialmente la policía secreta, se encargaban de espiar y perseguir a cualquiera que osara tener alguna expresión, no digamos acción, en contra del tirano.

La prensa era sometida al estricto control de la autoridad y no se permitía ninguna expresión de crítica, no digamos de señalamientos concretos sobre la mala administración o corrupción. En el libro que recopila la historia de la Frutera (An American Company) se detalla que se decidió invertir en los países de Centroamérica por la generalizada corrupción que allanó el camino a la obtención de extensas propiedades para la siembra del banano que a punta de publicidad se convirtió en un producto de primera necesidad en los Estados Unidos, permitiendo la consolidación de un poderoso imperio y la creación, literalmente, de las que luego fuimos conocidas como Repúblicas Bananeras.

Fue el terremoto del 17 de noviembre de 1917 un desastre para Guatemala pero también un desastre para la administración de Estrada Cabrera, sobre todo luego que a finales de año y a principios de 1918 nuevos sismos destruyeron la capital y la ciudad de Antigua Guatemala, provocando numerosas muertes. La incapacidad del régimen para atender las necesidades de la población empezó a minar el poder autoritario porque surgieron las primeras voces críticas y a ello se sumó el efecto de la pandemia de la llamada Fiebre Española que causó muchos muertos en nuestro país.

A partir de entonces el intocable dictador, sobre cuya gestión nadie más que los aduladores opinaban, empezó a sufrir lo que inicialmente fue una sorda pero consistente actitud de rechazo de distintos sectores, entre ellos parte de la élite económica del país, a la que se fueron sumando los estudiantes universitarios y los dirigentes de un incipiente pero aguerrido movimiento obrero, lo que permitió la creación del movimiento Unionista, generado tras los incendiarios discursos del obispo José Piñol y Batres quien inyectó vigor y valentía a Julio Bianchi, José Azmitia, Tácito Molina y Emilio Escamilla para organizar la resistencia al tirano. Inmediatamente se sumaron los miembros de la Generación del 20, dirigentes y parte de la recién creada Asociación de Estudiantes Universitarios, para emprender lo que culminaría en las jornadas de abril con la llamada Semana Trágica que produjo, finalmente, el derrocamiento de Estrada Cabrera.

Marroquín Rojas se había distinguido por viajar al interior reclutando militantes y escribiendo en los periódicos de los unionistas y de los estudiantes. En la semana trágica fue de los que participaron en el sitio a La Palma que forzó la renuncia del dictador.

Exactamente 100 días después de la marcha unionista del 11 de marzo, que partió de la plaza situada frente a donde ahora está el Banco Industrial, Clemente Marroquín Rojas, estudiante de derecho, junto a los miembros de la Sociedad Política de Estudiantes Universitarios, dispone fundar el semanario La Hora que circuló por vez primera el sábado 19 de junio de 1920, hoy exactamente hace 100 años, habiendo designado a Virgilio Zapata como el primer director del semanario que se nutría con la intensa producción de una generación ávida de practicar la libertad lograda luego de 22 años de ostracismo.

El movimiento Unionista, que había colocado a Carlos Herrera en la Presidencia, empieza a dividirse y surgen en su seno serias disidencias, algunas postulando a otras figuras políticas y los aires de libertad hacen que fluyan distintas corrientes de opinión que, sin embargo, rápidamente hacen roncha en el viejo estatus, acostumbrado a silenciar las disidencias y a expatriar a los disidentes, dentro de los cuales, por supuesto, estaban quienes escribían en La Hora, algunas veces con seudónimos como J. C. Marroquín, Ariosto y Fray Severo Martínez quienes junto a Zapata, Max Moreno Palomo, A, Gutiérrez y el mismo Clemente, participan en un rico debate en el que se inician y florecen las primeras polémicas de Marroquín Rojas que hicieron del semanario un medio de gran atractivo para un pueblo acostumbrado a no pensar, a no debatir sino a obedecer ciegamente al tirano, sustituido por las nuevas clases dominantes que no varían mucho a lo largo de estos cien años.

En el primer número se define su slogan como medio “sincero siempre y siempre libre”, propagando ideas en las que las ansias de libertad florecen. Decía La Hora ese día que “la libertad de un pueblo se refleja en la libertad de su periodismo”, advirtiendo que “¡Ay de los pueblos que dejan oxidar las letras de su imprenta; ellos morirán bajo el peso de esas letras”, haciendo un llamado inédito al decir que “quedan abiertas las puertas de este semanario para todos los hombres de buena voluntad, de reconocido patriotismo que deseen cooperar con nosotros en la ardua lucha periodística que hemos emprendido con el fin de velar por la salud de nuestra Patria”.

Mantener un medio con tales características nunca ha sido fácil ni rentable y desde su origen La Hora enfrentó esas dificultades que se incrementan cuando hay poblaciones que no andan en busca de la verdad sino de la fantasía y a las que el debate profundo les molesta. Por ello La Hora tiene cuatro épocas, resultado de las medidas represivas en su contra que han ido desde el destierro hasta los atentados y el cerco económico y de allí el slogan de “Tribuna, no Mostrador”.

La primera época se vio interrumpida abruptamente cuando el acoso llegó al extremo y se acusó penalmente a Marroquín Rojas hasta de sedición luego de haber escrito un artículo contra los Yankees bajo el título “El Buque de Walker nos acecha” que provocó no solo la indignación de la Embajada sino del cuerpo diplomático que pidió severas sanciones contra el periodista.

Agobiado por la situación económica y política decide cerrar La Hora y viaja a México con la intención de terminar sus estudios de derecho, pero el amor por una joven moza, Carmen Milla Valenzuela, le hace volver para casarse con ella y es en Honduras donde obtiene el título de abogado en la Universidad de ese país.

El doctor Alfonso Mata Estrada ha realizado un inmenso trabajo de investigación sobre La Hora, previsto para ser publicado en estas fechas, pero la pandemia que afecta al país y las limitaciones de movilidad que afectan nuestra impresión diaria, razón por la cual nos vimos obligados a postergar esa rica producción y hacer una síntesis para este suplemento en tanto logramos la publicación de ese valioso libro titulado “La Hora, cien años de historia política a través del periodismo” que pronto estará disponible en versión digital.

 

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