Mónica Kariuki está a punto de abandonar la agricultura. Lo que la aleja de las cuatro hectáreas que cultiva en las afueras de Nairobi no es el mal tiempo ni las plagas, sino los fertilizantes: Cuestan demasiado.

    Miles de kilómetros separan a Kariuki del frente de batalla en Ucrania, pero los repollos, el maíz y la espinaca que cultiva son víctimas indirectas de la invasión rusa. La guerra disparó los precios del gas natural, un ingrediente básico de los fertilizantes, y motivó severas sanciones contra Rusia, uno de los principales exportadores de fertilizantes.

    Kariuki invertía unos 20.000 chelines kenianos, equivalentes a unos 175 dólares, para fertilizar todas sus tierras. Ahora necesitaría cinco veces esa suma. De seguir adelante, sería todo para nada, ya que solo generaría pérdidas. «No puedo seguir con esto. Dejo la agricultura para buscar otra cosa», expresó.

    Los altos precios de los fertilizantes hacen que los alimentos en todo el mundo resulten más caros y menos abundantes, ya que los agricultores sacrifican algunos nutrientes y producen menos. El efecto se sentirá en todo el mundo, pero golpeará más a las familias pobres. Todo esto sucede en momentos en que el índice de precios de productos alimenticios está en su nivel más alto desde que se comenzó a llevar esa estadística en 1990, según dijo la Organización para la Alimentación y la Agricultura la semana pasada.

    La situación de los fertilizantes amenaza con limitar el suministro de alimentos, ya afectado por una merma en las entregas de granos de Ucrania y Rusia. La ausencia de suministros de trigo, cebada y otros granos a precios accesibles podría generar escasez de alimentos e inestabilidad política, sobre todo en el Medio Oriente, África y Asia, donde millones de personas dependen del pan subsidiado y de fideos baratos.

    «Los precios de los alimentos se irán por las nubes porque los agricultores necesitan generar ganancias», afirmó Uche Anyanwu, experto en agricultura de la Universidad de Nigeria. La organización de ayuda Action Aid dice que las familias del cuerno de África ya están «teniendo problemas para sobrevivir».

    Las Naciones Unidas dice que Rusia es el principal exportador de fertilizantes nitrogenados y el segundo más grande de fertilizantes fosfóricos y potásicos. Su aliado Bielorrusia, que también padece sanciones de Occidente asociadas con la invasión de Ucrania, es otro importante productor de fertilizantes.

    Muchos países en desarrollo, incluidos Mongolia, Honduras, Camerún, Ghana, Senegal, México y Guatemala, dependen de Rusia para al menos una quinta parte de sus importaciones.

    «Los precios de los alimentos se irán por las nubes porque los agricultores necesitan generar ganancias». Foto La Hora.

    La guerra, por otro lado, hizo subir los precios ya desbordados del gas natural, usado para la producción de fertilizantes nitrogenados. Los precios de la energía subieron tanto que algunas productoras de fertilizantes «cerraron sus plantas», dijo David Laborde, investigador del Food Policy Research Institute. Para Jackson Koeth, de 55 años y quien cultiva maíz y repollo en Eldoret, al este de Kenia, el conflicto en Ucrania era algo distante y ajeno hasta que tuvo que decidir si plantaba semillas este año.

    Los precios de los fertilizantes eran dos veces los del año pasado. Koeth decidió plantar, pero solo la mitad de sus tierras, aunque duda que vaya a generar ganancias.

    Dimitris Filis, quien cultiva aceitunas, limones y naranjas en Grecia, dijo que «hay que buscar mucho para encontrar» nitrato de amonio fertilizante y que el costo de los fertilizantes para sus 10 hectáreas de aceitunas se duplicó, de 310 a 560 dólares. Mientras vendía sus productos en un mercado de Atenas, señaló que la mayoría de los agricultores no usarán fertilizantes en sus plantaciones de aceitunas y naranjas este año.

    «Mucha gente no va a usar fertilizantes, lo que reduce la calidad de los productos y la misma producción. Va a llegar el momento en que no podrán cultivar sus tierras porque no habrá ganancias», manifestó Filis.

     

    En Prudentópolis, en el estado brasileño de Paraná, el campesino Edimilson Rickli mostró un galpón que normalmente está lleno de bolsas de fertilizantes pero que ahora tiene lo suficiente para unas pocas semanas más. Le preocupa que la guerra en Ucrania lo obligue a plantar trigo, cebada y avena sin fertilizantes el mes que viene.

    «El interrogante es: ¿Dónde vamos a comprar más fertilizantes?», expresó. «Tenemos que encontrar otros mercados». Otros países esperan llenar el vacío que se ha producido. Nigeria, por ejemplo, abrió la fábrica productora de fertilizantes más grande de África el mes pasado. La planta de 2.500 millones de dólares ya empezó a enviar fertilizantes a Estados Unidos, Brasil, México y la India.

    India está buscando fertilizantes en Israel, Omán, Canadá y Arabia Saudita para compensar los que deja de recibir de Rusia y Bielorrusia.

    Varios gobiernos ya se están movilizando. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos anunció el mes pasado que ofrecería préstamos por 250 millones de dólares para alentar la producción de fertilizantes. El suizo liberó parte de sus reservas de fertilizantes nitrogenados.

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