En esta fotografía el capitán Tim Daghelet, atrás, se acerca al tripulante Gerard Bakulikira, ambos provistos de la pulsera digital Romware COVID Radius. Foto La Hora/AP/Virginia Mayo.

Por MARK CARLSON y LORNE COOK
AMBERES, Bélgica
Agencia AP

A medida que disminuye la propagación del coronavirus y la gente regresa gradualmente al trabajo, el segundo puerto de Europa se apresta a ensayar un dispositivo que ayudaría a miles de empleados a respetar el distanciamiento social.

En el puerto belga de Amberes, donde operan unas 900 empresas, dos equipos de trabajadores portuarios utilizarán a partir del mes próximo una pulsera diseñada originalmente para hallar a tripulantes de remolcadores que han caído por la borda, pero modificada para detener la propagación del COVID-19.

Hasta tanto se cree una vacuna, mantener la sana distancia de 1,5 metros, lavarse las manos con frecuencia y usar cubrebocas siguen siendo la mejor defensa contra un nuevo brote. Por eso ha comenzado una carrera para desarrollar nuevas tecnologías que impidan la propagación.

Los países europeos están diseñando aplicaciones de rastreo de contactos para teléfonos celulares que permitan localizar fuentes de contagio. Si bien tienen sus ventajas, estos dispositivos crean preocupación por la invasión de la privacidad de la gente en casa o el trabajo.

La pulsera se lleva en la muñeca, como un reloj. Cubierta de plástico negro, empieza a vibrar al acercarse a menos de tres metros de otra pulsera. La vibración aumenta a medida que se acercan las pulseras y se encienden luces de alerta.

«Uno tiene el casco, el calzado de seguridad, el chaleco salvavidas. Todas estas cosas. Y ahora agregamos un dispositivo para asegurar que la gente está a salvo. Y si algo está mal, lo detectamos lo antes posible», dijo el gerente de tecnología del Puerto de Amberes, Erwin Verstaelen.

Los brazaletes mantienen la distancia física y no recolectan información. El puerto no ha anunciado planes de usarlas para rastrear los movimientos de los trabajadores ni medir su rendimiento, como se ha ensayado en otras empresas. Pero se las puede programar para dar información.

«El distanciamiento social y la privacidad son muy importantes», dijo John Baekelmans, gerente general de Rombit, la empresa que fabrica las pulseras. «No almacenamos datos. Las pulseras no comunican absolutamente nada. Solo se usan para seguridad de las personas».

En sus normas sobre el uso de las apps telefónicas —no las pulseras_, la Comisión Europea dice que las deben administrar las autoridades de salud pública y se las debe desmantelar una vez que dejan de ser necesarias. Deben ser voluntarias y a nadie se debe sancionar por negarse a usarlas.

Lo ideal sería proteger los datos mediante la codificación más reciente y conservarlos por tiempo limitado.

Los beneficios potenciales de todos estos dispositivos son evidentes. El virus ha matado a más de 100.000 personas en Europa, de acuerdo con el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades. Pero los expertos y los sindicatos temen que se vuelvan invasivos.

Isabelle Schoemann, de la Confederación Sindical Europea, dice que no los consultaron. Sostiene que la mayoría de la gente no necesita la tecnología para comprender que debe mantener distancia de sus compañeros de trabajo.

«Estamos haciendo ensayos en la vida real y nos preocupa que los estemos haciendo con la gente y que lo hagamos sin haber podido determinar qué clase de garantías tiene esa tecnología antes del ensayo», dijo Schoemann a The Associated Press.

Nathalie Smuha, profesora de derecho y ética en la Universidad de Lovaina, expresó temor sobre la relación desigual de fuerza entre los empleadores y el personal, y que se debe realizar un debate democrático sobre los aspectos legales, éticos y políticos de los artefactos de rastreo.

«Decimos que el uso de estas herramientas debe ser voluntario», dijo Smuha a la AP. «Pero ¿cuál es la opción si al no usarlas uno se queda sin empleo y medios de subsistencia para su familia?».

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