MADRID
Agencia dpa / (Europa Press) –
Las necesidades de energía para proporcionar niveles de vida dignos son menores que el uso actual de energía y muy por debajo del promedio de uso de energía global per cápita.
Es la conclusión de una nueva investigación del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA, por sus siglas en inglés), publicada en Nature Energy, que intentó averiguar si satisfacer las necesidades humanas más básicas de todos es un impedimento para estabilizar el cambio climático.
Los investigadores han estado lidiando con la cuestión de cuánta energía necesitan realmente las sociedades para satisfacer las necesidades más básicas de todos durante muchos años, pero a medida que los escenarios globales de estabilización climática suponen fuertes reducciones en el crecimiento de la demanda de energía ante la crisis climática, especialmente en los países en desarrollo, encontrar una respuesta se está volviendo crucial.
«La gente siempre se ha preocupado de que el desarrollo económico y la mitigación climática no sean compatibles, que el crecimiento requerido para sacar a miles de millones de personas de la pobreza haría imposible reducir las emisiones netas a cero, lo cual es un requisito para la estabilización climática», explica el autor principal del estudio, Narasimha Rao, investigador en el Programa de Energía del IIASA y miembro de la facultad de la Escuela de Estudios Forestales y Ambientales de la Universidad de Yale.
Los investigadores eligieron tres países en desarrollo, Brasil, India y Sudáfrica, y para cada país preguntaron qué requisitos materiales respaldaban las necesidades humanas básicas y cómo los recursos energéticos necesarios para satisfacer estas necesidades básicas varían en diferentes contextos (por ejemplo, clima o cultura) dentro de cada país.
Para hacer esto, desarrollaron una nueva forma de derivar la demanda de energía de los servicios básicos en lugar del crecimiento económico, de modo que la energía para la erradicación de la pobreza pudiera separarse de la de los ricos.
Los resultados muestran que las necesidades de energía para proporcionar niveles de vida dignos a todos en los países elegidos están muy por debajo de su uso actual de energía nacional, y también muy por debajo del promedio de uso de energía global per cápita.
La energía para proporcionar buena salud y educación es mucho menor que la de infraestructura física, tránsito y edificios. Sin embargo, estas necesidades energéticas pueden reducirse aún más si los países proporcionan un amplio transporte público asequible y utilizan materiales locales en la construcción de edificios.
Los resultados indican además que la riqueza, más que las necesidades básicas, impulsa la demanda de energía, y que la mayor parte del crecimiento energético futuro en estos países probablemente servirá a las clases medias y a los ricos, incluso si los gobiernos priorizan la erradicación de la pobreza.
Esto sugiere que se debe prestar mucha atención a los estilos de vida y cómo evolucionan en los países en desarrollo. Los investigadores enfatizan además que los países en desarrollo tienen diferentes necesidades de recursos para cumplir los mismos objetivos de desarrollo humano. Brasil, por ejemplo, tiene una intensidad energética de movilidad comparablemente alta debido a la alta dependencia de los automóviles.
Debido a estas diferencias, los países en desarrollo tendrán que afrontar diferentes costes y retos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al elevar la calidad de vida de los ciudadanos por encima de un estándar básico.
«Erradicar la pobreza no tiene por qué obstaculizar la estabilización del clima a niveles seguros. Nuestro estudio sugiere que debemos medir el progreso social en términos de estas múltiples dimensiones, no solo los ingresos, y también debemos prestar atención a la distribución del crecimiento en el desarrollo de los países», apunta Rao.
«Esto puede indicarnos nuevas formas de mejorar el bienestar mientras se reducen las emisiones. Los encargados de la formulación de políticas deben prestar especial atención a la inversión en transporte público, edificios ecológicos y locales, y alentar dietas y sistemas alimentarios sostenibles. Estas ideas pueden informar las negociaciones actuales bajo París acuerdo. Los países deberían hacer un balance y aumentar la ambición en sus promesas», concluye.