Una castaña normal polinizada en forma natural crece en la rama de un árbol en la Estación Experimental Lafayette Road del Colegio de Ciencias Ambientales y Silvicultura en Syracuse. Foto la hora: Adrian Kraus/AP.

Por MICHAEL HILL
SYRACUSE, Nueva York, EE.UU.
Agencia (AP)

Las castañas cosechadas de las ramas altas tienen su aspecto típico: el tamaño de una canica, color ocre y una cáscara espinosa. Pero muchas son distintas a las demás en la naturaleza.

En una hazaña de la ingeniería genética, aproximadamente la mitad de las castañas recolectadas en esta estación universitaria experimental poseen un gen resistente al cancro, una enfermedad que prácticamente exterminó los castaños locales hace generaciones.

Los investigadores del Colegio de Ciencias Ambientales y Silvicultura del estado de Nueva York buscan la autorización federal para diseminar miles de árboles modificados genéticamente como parte de un programa de restauración que podría llevar los vegetales modificados genéticamente de los viveros a los bosques.

Este caso sienta un precedente y vuelve más urgente una pregunta enfrentada por los científicos: ¿Debería la ingeniería genética ser aprovechada en la naturaleza para que ayude a salvar o restaurar árboles?

Los detractores se oponen a emprender “un experimento irreversible a gran escala” en un ecosistema altamente complejo. Los partidarios consideran que se trata de una tecnología ya omnipresente y disponible que podría ayudar al rescate de bosques asolados por plagas.

“Tenemos esta tecnología, es muy poderosa, y podemos aprovecharla ahora para salvar especies”, dijo el profesor William Powell, experto en biología molecular de plantas que dirige el Proyecto de Investigación y Restauración del Castaño Estadounidense en el colegio.

Los investigadores quieren que el Departamento de Agricultura analice un castaño estadounidense dotado de un gen tomado del trigo que lo hace resistente al hongo cryphonectria parasitica, traído involuntariamente a Estados Unidos hace más de 100 años.

El cancro diezmó una especie que alguna vez dominó los bosques desde Maine hasta Georgia. Las castañas procedentes de 4 mil millones de árboles sirvieron para engordar cerdos, y su resistente madera se usó para construir cabañas. Para después de la Segunda Guerra Mundial, esos árboles ya estaban condenados a causa del cancro. Los actuales castaños sobrevivientes son por lo general arbustos que brotan de raíces antiguas aún no infectadas.

Los intentos de reproducir castaños autóctonos resistentes al cancro como el castaño chino son más complicados de lo que se creía. Esto porque la resistencia del castaño chino se debe a un conjunto de genes, y no a uno o dos.

Powell y su colaborador de investigación Charles Maynard comenzaron a trabajar en una alternativa complementaria hace décadas a solicitud de la representación en Nueva York de la American Chestnut Foundation (Fundación del Castaño de Estados Unidos). Los árboles dotados con el gen del trigo producen una enzima que descompone los residuos ácidos dañinos que suelta el hongo.

En este momento, los castaños están muy controlados. Los castaños modificados crecen atrás de una cerca en la estación experimental del colegio, próximos a castaños sin el gen. Los investigadores cuidan ambos tipos de árboles con propósitos de diversidad genética. Sin embargo, las puntas de las ramas a las que les han salido flores están envueltas con bolsas que impiden la dispersión del polen en el aire. Las castañas crecen y son cosechadas en las mismas bolsas.

Aproximadamente la mitad de los castaños heredarán el gen, según los investigadores.

Los investigadores pretenden que el Servicio de Inspección de Salud Animal y Vegetal, del Departamento de Agricultura, evalúe los riesgos de los castaños modificados y levante los controles actuales.

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