Por CANDICE CHOI
NUEVA YORK
Agencia (AP)
Los estadounidenses son adictos a los refrigerios y los expertos en alimentos están siguiendo con mayor atención lo que eso podría representar en cuestiones de salud y obesidad.
Los hábitos alimenticios en Estados Unidos han cambiado considerablemente en las últimas décadas y las barras, papas y dulces empaquetados han llegado a cada aspecto de la vida diaria. A finales de la década de 1970, alrededor del 40% de los adultos estadounidenses dijeron que no comían ningún refrigerio durante el día. Para 2007, la cifra se redujo a tan sólo el 10%.
Para tener una mejor idea de las implicaciones de los distintos patrones alimenticios, las autoridades sanitarias de Estados Unidos revisan investigaciones científicas sobre cómo la frecuencia de alimentación afecta la salud, incluido el aumento de peso y obesidad. El análisis está dirigido a medir el espectro más amplio de posibilidades, incluido el ayuno. Pero los refrigerios y las “pequeñas comidas” probablemente estén entre los factores tomados en cuenta, ya que han cambiado el modelo de tres alimentos al día.
Los hallazgos podrían reflejarse en la actualización de las directrices dietéticas del gobierno del próximo año, aunque es poco probable que haya alguna recomendación definitiva.
Para las autoridades de salud pública, una parte del desafío es que los refrigerios son un término muy amplio que puede abarcar desde una manzana de 100 calorías hasta un frapuchino de 500. También varía la forma en la que la gente adapta lo que come por el resto del día.
Los bocadillos o refrigerios pueden ayudar a reducir el hambre y el comer de más a la hora de consumir alimentos, pero también pueden aumentar el consumo total de calorías de una persona.
Aunque no hay nada de malo con los refrigerios por sí mismos, se han vuelto mucho más accesibles. También se ha vuelto más socialmente aceptable tomar bocadillos en más sitios, como en reuniones de trabajo o mientras la gente camina, conduce o hace compras.
“Vivimos en una cultura alimenticia 24/7”, comentó Dana Hunnes, nutrióloga principal del Centro Médico de la Universidad de California en Los Ángeles.
Para alentar opciones más saludables en momentos en los que las tasas de obesidad van en aumento, las autoridades sanitarias han considerado con mayor frecuencia intervenciones por parte del gobierno, incluidos impuestos sobre la “comida chatarra”.
En México, que tiene una de las mayores tasas de obesidad en el mundo, se implementaron en 2014 impuestos especiales sobre las bebidas azucaradas y otros alimentos, como refrigerios y dulces.
La semana pasada, un estudio publicado en la revista médica BMJ señaló que aplicar impuestos sobre los refrigerios azucarados en Gran Bretaña podría tener un mayor impacto en las tasas de obesidad que un gravamen sobre las bebidas con azúcar, que entró en vigor el año pasado. Mientras que las bebidas con azúcar añadida representan el 2% de las calorías promedio en Reino Unido, los refrigerios azucarados, como pastelillos y galletas, representan el 12%, de acuerdo con el estudio.