Por Sigrid Harms
Bergen
Agencia (dpa)

Rune Gaasø avanza con pasos inseguros por la pequeña isla cubierta de brezal. Este hombre de 62 años ha crecido entre pescadores y sabe cómo moverse por el terreno. Pero aquí, en este lugar situado al oeste de la ciudad de Bergen, mira atentamente dónde poner los pies, ya que por donde pisa cruje. Bajo el musgo, el brezo y la tierra se esconden botellas de plástico entre otras inmundicias. El supuesto paraíso frente a la costa noruega es una montaña de basura.

Desde hace décadas la corriente trae hasta este lugar todo aquello que la gente tira despreocupadamente: bidones de aceite, lonas, grandes bañeras de plástico como las que se utilizan en la industria pesquera, los restos de un cubo de basura e incluso neveras.

Este vertedero de basura en el mar no es el único que hay en la costa noruega. En un tramo de 66 kilómetros –y esto sólo es un uno por ciento de la línea costera del país nórdico- el geólogo Eivind Bastesen de la Universidad de Bergen ha encontrado 660 bahías hasta las que es arrastrada la basura. 250 de ellas están tan contaminadas como la pequeña isla cubierta de brezal.

No obstante, tanto Gaasø como Bastesen consideran que esta isla es algo especial, ya que aquí nadie ha limpiado nunca. Para la ciencia esto es una buena noticia.

Escarbando en la tierra con sus manos sin protección los dos sacan botellas de plástico de Reino Unido, los restos de una bombilla de los Países Bajos y un bolsa de patatas fritas de Alemania. «Queremos descubrir cuándo empezó todo», señala Bastesen. «Aquí todo el suelo está formado por plástico», asegura mientras realiza mediciones. Ya han escarbado un metro de profundidad.

El 84 por ciento de los desperdicios que llegan hasta las playas europeas es de plástico, de acuerdo con una investigación llevada a cabo por el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea (JCR, por sus siglas en inglés). De este porcentaje cerca de la mitad estaba destinado a un único uso: tapones de botellas de plástico, colillas de cigarrillos, envoltorios de caramelos y chocolatinas o bastoncillos de algodón.

Si se quiere evitar toda esta basura hay que involucrar a la industria. Por ello la Comisión Europea ha propuesto una directriz para disminuir y en algunos casos prohibir los desechos de productos de plástico de un solo uso para los que ya existen alternativas en el mercado.

El hecho de que pudieran formarse semejantes montañas de basura precisamente en la costa noruega, conocida por su naturaleza virgen, escandalizó a muchos noruegos que decidieron ponerse manos a la obra para limpiarlas. Este año, 131.633 voluntarios han limpiado 3.500 kilómetros de costa y han recogido más de 900 toneladas de basura.

Desde que en 2017 se encontrara una ballena varada en la zona que se murió de hambre porque su estómago estaba lleno de bolsas de plástico algo ha cambiado, afirma Lise Keilty Gulbransen de la organización Hold Norge Rent (Mantengan limpia Noruega), que organiza estas acciones en las playas.

El Gobierno también está implicado. Noruega lidera la lucha global por los océanos limpios. En los próximos cuatro años el país destinará 1.600 millones de coronas noruegas (170 millones de euros) a la prevención y retirada de basura plástica.

Otros países europeos también tratan de combatir el problema, por ejemplo, España. De acuerdo con un informe de la ONG Ecologistas en Acción, la playa más afectada es la de Melilla, la ciudad autónoma situada en el norte de África. Allí se recogieron 33 fragmentos de basura por metro cuadrado. Pero también en zonas turísticas como Mallorca hay franjas costeras totalmente invadidas de basura.

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