Por Ahmad Pathoni y Christoph Sator
Yakarta
Agencia (dpa)

Hay que tener mucha suerte para poder ver un orangután de Tapanuli. No sólo porque se trata de la especie de monos antropoides más rara que hay en el mundo, sino porque estos primates que viven en una provincia situada en el noroeste de la isla indonesia de Sumatra son extremadamente vergonzosos. Se puede pasar días en la selva sin ver a uno solo de los 800 ejemplares que quedan.

Los ecologistas temen que en el futuro esto sea aún más complicado o incluso completamente imposible. Precisamente aquí, en las montañas, se va a construir una gigantesca presa con dinero chino. La central hidroeléctrica, que tiene un costo de 1,400 millones de euros, forma parte del enorme plan de Pekín para la Nueva Ruta de la Seda, una red de conexiones comerciales que se extiende más allá de las fronteras del país comunista. ¿Una sentencia de muerte para los orangutanes de Tapanuli que ya están en peligro de extinción?

Desde el punto de vista de los defensores de los animales la presa esconde dos nuevos peligros para el Pongo tapanuliensis, el nombre científico del animal. Por un lado, su hábitat, que ya se ha reducido debido a las minas y las plantaciones de aceite de palma, se hará más pequeño. De los 1,000 kilómetros cuadrados por los que se mueve en la actualidad, 100 ya se han inundado. Otras zonas han sido taladas para construir carreteras, tuberías y otras edificaciones.

Pero los ecologistas están preocupados sobre todo porque la presa abrirá una vereda a través de la selva y separará a las únicas poblaciones de orangutanes que quedan. «Es como si se construyera un nuevo Muro de Berlín que nadie puede atravesar», denuncia Eric Meijaard, de la organización Borneo Futures.

Pese a las numerosas protestas, hace tiempo que el gigante energético chino Sinohydro empezó con las obras que está previsto que finalicen en 2022. El grupo indonesio NSHE, cuya propiedad es mayoritariamente china, considera que las preocupaciones están injustificadas. De acuerdo con sus cálculos, para construir la presa sólo se sacrifica el 0.07 por ciento del hogar de los orangutanes. El portavoz Agus Djoko Ismanto asegura que aquí únicamente viven «entre tres y siete» de estos animales.

Hasta el año pasado no se tenía conocimiento de los Pongo tapanuliensis porque se pensaba que los primates en la selva de Batang Toru eran orangutanes normales de Sumatra (Pongo abelii). A finales de 2017 un equipo internacional de investigación descubrió que este grupo, que vive aislado de los demás orangutanes de la isla, pertenecen a otra especie: su cráneo y sus ojos son más pequeños, sus dientes más estrechos.

En total se calcula que en ambas islas, Borneo y Sumatra, todavía hay entre 70,000 y 100,000 orangutanes. En Indonesia, que el próximo año celebra elecciones presidenciales, el asunto se ha convertido en un tema político. Los orangutanes son uno de los símbolos más populares del país a nivel internacional. Con sus más de 250 millones de habitantes, el Estado insular depende de su futuro desarrollo y su energía adicional.

El presidente indonesio, Joko Widodo, elogia continuamente la iniciativa de una Nueva Ruta de la Seda. «No es sólo palabrería, realmente se está construyendo algo. Esto es exactamente la manera de obrar que necesita el mundo en estos momentos.» Actualmente China está implicada en la financiación de centrales energéticas, carreteras, puertos e instalaciones industriales en distintas provincias indonesias por valor de unos 50,000 millones de euros.

A pesar de ello, los ecologistas esperan que el Gobierno facilite otro emplazamiento. En una carta abierta una «alianza de antiguos ecólogos» pidió al presidente proteger el hábitat de los orangutanes de Tapanuli. Su esperanza se fundamenta en que una pequeña parte del territorio fue declarado bosque protegido en 2014 por su importancia como depósito de agua.

Pero incluso aunque la presa se construyera en otro lugar, esto no garantizaría la supervivencia de esta especie de primate. El equipo de investigadores que descubrió el orangután de Tapanuli ha calculado que con una tasa de mortalidad del uno por ciento, su supervivencia no está asegurada. Es decir, si de 800 animales mueren cada año ocho, muy pronto el orangután de Tapanuli probablemente dejará de existir.

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