Nueva York
Agencia (dpa)
La tala de los árboles para sembrar es una actividad que los seres humanos llevan haciendo desde hace milenios, también los mayas, podrían haber contribuido con ello a perjudicar los suelos y cuyos efectos siguen siendo notorios, de acuerdo con la investigación de un equipo internacional de expertos presentada hoy.
Han pasado miles de años desde que los mayas talaban la selva para construir ciudades y campos de cultivo, pero pese a ello el suelo de las zonas que estuvieron pobladas por esta civilización mesoamericana contiene hoy menos carbono que antes del desmonte. «El ecosistema parece haberse transformado de manera fundamental y no haberse recuperado nunca», señala el geoquímico Peter Douglas, de la Universidad McGill en Montreal, en el estudio que dirigió y que publica la revista «Nature Geoscience».
El suelo es uno de los mayores depósitos de carbono del planeta, escriben los científicos. Lo absorben por ejemplo de las hojas muertas de las plantas, de las raíces y ramas, por lo que su papel en el cambio climático es muy importante. Además la agricultura depende del carbono que contiene la tierra, y si es escaso el campo no es fértil. Cuando los mayas talaron los árboles en la península del Yucatán probamente aceleraron su decadencia como civilización, opinan los expertos.
Los mayas sembraron los primeros campos hace unos 4 mil años y hace 1,000 años se produjo el hundimiento de su civilización. La selva volvió a crecer pero el suelo de la región que hoy pertenece a México, Guatemala y Belice ya no pudo llevar a cabo plenamente su función como sumidero (depósito) de carbono, señala Douglas.
Se trata de un resultado sorprendente al que los expertos llegaron estudiando muestras de tierra del fondo de varios lagos del antiguo imperio maya.
El equipo señala en el artículo que hasta ahora se desconocía la forma en que se transformaban a lo largo de los siglos o milenios los almacenes de carbono de la tierra. La investigación da algunos primeros datos y muestra que el cambio puede ser «dramático».
Además el estudio prueba que el uso del suelo determina la cantidad de dióxido de carbono que llega a la atmósfera. «Sería estupendo hacer análisis también en otras regiones de selvas tropicales», indicó Douglas. De ese modo se podría determinar si la tala y la agricultura influyeron en el almacenamiento de carbono en todo el planeta.