Por Andrea Barthélémy
Juneau (EE. UU.)
Agencia (dpa)
Los ingeniosos cachalotes compiten en Alaska contra los pescadores por hacerse con sus capturas: desde hace muchos años roban allí enormes cantidades de peces de las largas líneas de pesca con hasta 4 mil anzuelos. Los típicos sonidos de los barcos pesqueros al recoger las líneas se han convertido en una especie de llamada a comer para estos enormes mamíferos marinos.
A menudo, los sonidos atraen a un grupo entero de cachalotes que se alimentan de los peces e incluso persiguen a los barcos. Ahora investigadores marinos y pescadores trabajan para reducir los daños.
El peculiar comportamiento de los cachalotes comenzó hace más de dos décadas. Entonces se modificaron los plazos para pescar bacalao negro o «Anoplopoma fimbria»: de diez días al año sin límite de pesca, a ocho meses con una cuota máxima. Y los cachalotes aprendieron rápidamente que su comida -enganchada a los anzuelos entre 700 y 1,100 metros de profundidad- estaba prácticamente servida en el plato durante casi tres cuartos del año.
«Las ballenas más experimentadas descubrieron que pueden morder la línea y sacudirla, igual que uno sacude un árbol para conseguir las manzanas», dice en una entrevista Aaron Thode, experto en mamíferos marinos del Instituto Scripps de Oceanografía en California. Él ha observado a los animales con cámaras subacuáticas y ha descubierto que puesto que los bacalaos negros se desprenden de las líneas de pesca con facilidad por tener la boca blanda, los cetáceos suelen evitar herirse con los anzuelos. Pese a todo, corren el riesgo de resultar heridos por las líneas y los barcos.
Un ataque de este tipo puede costarles a los pescadores más de 1,000 dólares por día y barco, ya que a menudo pierden un cuarto, y a veces incluso el 100 por cien, de las capturas, denuncia el Consejo de Gestión Pesquera en el Pacífico Norte. Por eso los pescadores trabajan desde 2003 junto a los investigadores marinos de la autoridad medioambiental NOAA en el proyecto Seaawap para encontrar una solución. Se trata de una colaboración poco común.
Los cachalotes, que están considerados como una especie amenazada y que están protegidos por la moratoria de caza comercial de ballenas, aún son en muchos aspectos un misterio: los mayores depredadores del mundo pueden llegar a medir más de 20 metros y sumergirse sin problema hasta los 1,500 metros, más que cualquier otro cetáceo. Además, pueden aguantar bajo el agua sin respirar hasta 100 minutos y después vuelven a emerger a una gran distancia. Pero aún no se sabe cuál es la función del órgano espermaceti de su cabeza. ¿Servirá esta masa viscosa, con una consistencia que recuerda al esperma, como arma defensiva? ¿O como medio de localización?
Los investigadores quisieron en primer lugar descubrir qué es lo que atrae a las ballenas. «No era una parte de la instalación, era la forma en la que los pescadores dirigían los barcos», explica Thode. Para ello llevaron a cabo una prueba sin capturas en la que el barco aceleraba, frenaba y generaba unas características burbujas como ocurre normalmente cuando recoge las líneas de pesca.
«En menos de diez minutos teníamos ballenas de doce metros alrededor de nuestro barco». Si el mar está tranquilo, los animales escuchan estos sonidos a una distancia a más de 25 kilómetros.
Entonces pusieron en marcha un plan A en el que colocaban una boya que emitía sonidos similares alejada de los barcos para engañar a las ballenas. Pero la táctica falló, pues los animales se dieron cuenta rápidamente de que en la boya no había nada que comer y se alejaban de ella.
Pero de momento el plan B, pescar en aguas libres de ballenas, parece tener efecto: los investigadores colocaron a algunos ejemplares unos dispositivos de seguimiento y mediante una app se puede ver ahora dónde están las ballenas. Así los barcos se pueden dirigir hacia otros caladeros. Además, los pescadores avisan a la central si ven alguna otra ballena cerca.
En 2017 el Consejo de Pesca de Alaska también aprobó otro método para pescar los bacalaos negros con cestas y así impedir que las ballenas se los coman. Pero este método es mucho más caro, por lo que de momento el rastreador de ballenas sigue siendo la mejor opción. Sin embargo, el cinco por ciento de la cuota de pesca anual sigue acabando en el estómago de Moby Dick.
Las ballenas más experimentadas descubrieron que pueden morder la línea y sacudirla, igual que uno sacude un árbol para conseguir las manzanas.
Aaron Thode, experto en mamíferos.