POR SARAH DILORENZO
SAO PAULO
Agencia (AP)

Elisangela Santos no comprende por qué este año se le ha dicho a todo el mundo en su barrio, a las afueras de Sao Paulo que se vacune contra la fiebre amarilla. La enfermedad es endémica desde hace años en algunas zonas de Brasil y ella cree que hay gato encerrado.

“Cada año es algo distinto”, dijo hace poco la cuidadora escolar de 44 años, mientras esperaba ante un puesto sanitario en el distrito de Jardim Miriam. “Se inventan otra cosa para que los brasileños se gasten el dinero”.

La vacuna es gratis en los puestos sanitarios levantados en todo el país, pero la sospecha de Santos de que alguien se estará beneficiando en alguna parte es característica de la considerable desconfianza que sienten los brasileños hacia las autoridades.

La falta de fe en las instituciones brasileñas en medio de sucesivos escándalos de corrupción, una campaña de comunicación caótica para promocionar la vacuna y la decisión del país de emplear dosis parciales para aprovechar más los suministros han contribuido a los rumores sobre que la vacuna es una estafa, poco potente o incluso peligrosa.

Esa desinformación ha hecho que la gente evite la campaña que intenta vacunar a más de 23 millones de personas en zonas de los estados de Río de Janeiro, Sao Paulo y Bahía que hasta ahora no estaban consideradas en riesgo de fiebre amarilla. Casi seis semanas después de iniciar la campaña, el Ministerio de Salud dice que se ha vacunado al 76% de la población objetivo, lejos de su meta del 95%.

Es probable que la atmósfera de incertidumbre y rumores en torno a la vacuna complique llegar hasta ese último 20%, socavando los esfuerzos del mayor país de América Latina por contener su mayor brote de fiebre amarilla en más de tres décadas.

Esa reticencia podría incluso derivar en un brote continuado en las megalópolis brasileñas. Brasil no ha tenido un brote urbano de la enfermedad desde 1942.

“Si tenemos un número mayor de personas infectadas de fiebre amarilla y el mosquito Aedes aegypti empieza a infectarse y contagiar la fiebre amarilla, podría volverse urbana”, advirtió Luiz Antonio Teixeira Jr., secretario de estado de salud. “Todo lo que hacemos es para asegurar que no tenemos fiebre amarilla urbana”.

Hace tiempo que la fiebre amarilla es endémica en amplias zonas del país, pero en los últimos años ha ganado terreno y este es el segundo brote en dos años en regiones donde la vacunación contra la enfermedad no era rutinaria.

En el brote de 2016-2017, más de 770 personas se infectaron tras casi una década en la que Brasil había registrado menos de 10 casos al año. En este brote ya hay 846 casos confirmados, incluidos 260 pacientes fallecidos. El brote ha puesto a prueba el sistema sanitario apenas unos pocos años después de una gran epidemia de zika, vinculada a graves defectos en bebés nacidos de madres infectadas.

Aunque en ocasiones hay rumores en torno a campañas anteriores de vacunación, el auge del servicio de mensajería WhatsApp ha ampliado la desinformación como nunca antes, señaló Igor Sacramento, investigador de Fiocruz, el principal instituto público de investigación en el país.

Un rumor que circula por la plataforma de mensajería, por ejemplo, dice que una mutación del virus de la fiebre amarilla ha hecho ineficaz la vacuna y cita un estudio publicado por Fiocruz. Eso no es cierto, y el instituto publicó un comunicado indicando que las mutaciones de la enfermedad no afectan a la eficacia de la vacuna.

La desinformación ha circulado incluso entre profesionales sanitarios, algunos de los cuales se han resistido a dar vacunas con dosis parciales, indicó Ana Goretti, coordinadora interina del programa de inmunización en el Ministerio de Sanidad.

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