ESTOCOLMO
AP
Cuando una joven australiana con cáncer cervical se enteró de que su supervivencia dependía de que perdiese la matriz, le propuso algo audaz a su médico: que le hiciese un trasplante de útero para que algún día pueda concebir su propio bebé.
Esto sucedió hace casi dos décadas, cuando el doctor Mats Brannstorm estudiaba para trabajar en el exterior.
«Pensé que estaba medio loca», cuenta Brannstrom.
Pero no descartó la idea y a su regreso a Suecia comenzó a investigar si realmente era posible trasplantar úteros, a pesar de que se decía que era algo peligroso, innecesario, directamente imposible.
Brannstrom terminó siendo el primer médico que ayuda a que una mujer –cinco hasta ahora– den a luz con matrices donadas. Ningún otro médico lo ha conseguido a pesar de que hay doctores que lo han intentado en Estados Unidos, Arabia Saudita y Turquía, y se trabaja en este tema en China, Gran Bretaña, Francia y otros países.
El primer bebé nacido por esta vía vino al mundo en el 2014, el quinto en enero de este año, y hay otro en camino, para enero del 2017.
Brannstrom está trabajando con médicos de la Harvard Medical School y la Mayo Clinic para perfeccionar el tratamiento. Médicos de la Baylor University de Texas, incluidos dos excolaboradores de Brannstrom, anunciaron esta semana que realizaron cuatro intervenciones de ese tipo. Una fue exitosa, pero la mujer todavía no está lista para intentar quedar embarazada.
Científicos que alguna vez dudaron creen ahora en el trabajo de Brannstrom.
Para determiner si el transplante de matriz era posible, Brannstrom le pidió a Rana Akouri, una de sus estudiantes, que experimentase con roedores en 1999. Eligió a Akouri por su talento como cirujana. El útero de un ratón mide unos dos centímetros (menos de una pulgada) y la operación fue tan complicada que Akouri necesitó instrumentos hechos a medida para realizar procedimientos microscópicos.
Al cabo de dos años, Akouri notó un día que a una de las ratonas le estaba saliendo barriga. Le hizo una cesárea y encontró dos pequeños ratoncitos adentro.
«Llamé a Mats a las diez de la noche y le dije ‘¡nuestra ratona está embarazada!»’.
Esa noche Brannstrom empezó a pensar que el trasplante de úteros humanos era realmente posible.
«Si no hubiese funcionado con los ratones, habría abandonado la investigación», aseguró.
A lo largo de la década siguiente, Brannstrom y su equipo realizaron cientos de trasplantes de úteros en ratas, ovejas, cerdos y monos.
Hacia el 2012, estaba listo para probar con humanos. Consiguió permiso de una comisión ética para realizar nueve trasplantes.
«Nos adentramos en algo desconocido», les advirtió a las mujeres que se prestaron al experimento.
A dos tuvieron que sacarles las matrices al surgir complicaciones. Cinco dieron a luz bebés saludables y las otras dos están tratando de quedar embarazadas.
Al principio, muchos expertos en fertilidad pensaron que la propuesta de Brannstrom era descabellada.
«Pensé que estaba loco, que era una operación muy riesgosa, sin ninguna justificación», confesó el doctor Tommaso Falcone, de la Cleveland Clinic de Estados Unidos. Pero un viaje a Suecia para ver la clínica de Bransstrom le hizo cambiar de idea y Falcone es hoy uno de los líderes del proyecto de trasplante de úteros de su clínica. En febrero llevó a cabo con varios colegas la primera de esas operaciones realizada en Estados Unidos, aunque el órgano tuvo que ser retirado al producirse una infección.