Por Chris Melzer
Nueva York / Agencia dpa
En realidad, el concepto en el que se basa el semáforo es más antiguo que el del automóvil. Ya en 1868 existían en Londres un candil de gas con luces rojas y verdes para uso nocturno, controlado por un policía. Pero tuvieron que pasar otros 46 años hasta que en Cleveland, en el estado norteamericano de Ohio, se iluminara el primer semáforo tal y como lo conocemos hoy.
El invento tuvo varios padres, entre ellos Lester Wire, un policía de Salt Lake City, y Garrett Morgan, el hijo de un antiguo esclavo que también inventó la máscara de gas y un producto suavizante para el pelo.
Hoy en día, sólo en un país como Alemania hay 1,5 millones de semáforos, según el fabricante Siemens. Si un peatón o un conductor pasara por todos ellos y todos estuvieran en rojo, supondría un tiempo de espera de tres años. Pero aunque a veces fastidie, pocos cuestionan la utilidad de este dispositivo. Como mucho su temporización. «Y eso es todo un arte», señala el ingeniero Wilke Reints.
«Hay algoritmos fascinantes para regular el tráfico. Y se puede influir muchísimo, aunque no siempre guste a los conductores», señala este empleado de Siemens. «Hay zonas que permiten un tráfico fluido, mientras que en otras se interrumpe a propósito, con el objetivo de que los viajeros opten por el autobús o el tren». Todo depende de fines políticos, «pero sean cuales sean, su gestión tecnológica es todo un arte.»
Con todo, hay quienes sí pueden saltarse un semáforo en rojo, como los servicios de rescate, ambulancias o la policía. También para muchos jefes de Estado el semáforo cambia a verde de manera que pueda atravesar la calle lo más rápido posible. Por su parte, el semáforo soporta de todo: en algunos países, las barritas de chocolate llevan una luz roja para advertir de su elevado contenido calórico.
¿Peligra el semáforo? Actualmente se considera moderno regular el tráfico a través de un cruce, a fin de que el flujo sea más rápido. «Pero eso apenas funciona dentro de las ciudades», señala el ingeniero Reints. «Además, hay barrios que colocan semáforos en los cruces, con lo que les quitan toda la gracia».
Aún en un mundo en el que todos los autos se comunicaran entre sí para regular el tráfico, estarían los peatones y los ciclistas, por lo que el semáforo seguiría siendo necesario, añade. Dentro de poco, bromea el experto, los semáforos instarán a hablar a los conductores mientras estén en rojo. «Después, el semáforo podría decirles: ¡apague el motor!»
Eso sí, hay cosas que probablemente no cambien. «Rojo arriba, luego amarillo y por último verde: los colores se han mantenido prácticamente en todo el mundo», dice Reint. En China quiso hacerse al revés para que el color del Partido Comunista simbolizara la vía libre, pero finalmente acabó todo siendo un caos. Y es que ya lo cantaban los Monty Python: «Me gustan los semáforos, me gustan los semáforos, me gustan los semáforos… Pero sólo cuando están en verde.»