NUEVA YORK / AP
«Es un arreglo maravilloso», dice Rosenfeld, de cabello cano, quien responde que es una persona mayor cuando se le pregunta su edad. «Como están las rentas estos días, no podría quedarme aquí sin él».
Ella comparte el departamento de dos habitaciones con Carolyn Allen, una viuda de 69 años que ha sufrido dos embolias. Por la vivienda en Brooklyn pagan 1.000 dólares al mes. Ella dice que no quiere volver a vivir sola.
Agencias que se encargan de juntar a ancianos para que vivan juntos dicen que al parecer esa necesidad aumenta, ya que los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial y en la década de 1950 envejecen y tienen que enfrentarse a problemas como hipotecas vencidas, impuestos a la propiedad y aumento de las rentas. En el caso típico participa una mujer mayor, viuda o divorciada, que posee un apartamento o casa con una habitación disponible y necesita ayuda con el mantenimiento.
«Nuestros ancianos quieren seguir siendo parte de la comunidad en la que crecieron donde trabajaron o iban a la iglesia», dijo Jackie Grossman, directora del programa de compartición de vivienda Open Communities (Comunidades Abiertas), que opera en un suburbio de Chicago. «No quieren solo estar con otras personas mayores. Quizá amen su jardín, su cobertizo para herramientas y tendrían que renunciar a eso si se van a un asilo».
En la New York Foundation for Senior Citizens (Fundación para Adultos Mayores de Nueva York), donde los aspirantes se han triplicado desde 2008, un inquilino promedio paga 700 dólares al mes. El mismo promedio se paga en el programa de alojamiento HIP Housing en San Mateo, California, pero en el Centro de Ayuda para Alojamiento de St. Ambrose, en Baltimore, el pago es de 500 dólares.
Las agencias se ocupan de revisar los antecedentes de las personas y otros criterios sobre forma de vida —si son fumadores, si tienen mascotas, ingresos— para formar parejas. Cuando se forma una, los nuevos compañeros de casa firman un acuerdo relativo a las tareas rutinarias, las visitas nocturnas y el uso del teléfono, entre otras cosas.
La compañía es un beneficio importante para quienes participan en los programas.
«La independencia es buena, pero cuando uno envejece el aislamiento es un preocupación creciente, así que la compañía en ocasiones puede alterar la vida», dijo Kirby Dunn, directora ejecutiva de Homeshare Vermont, en Burlington. «La gente nos dice que están más contentas, que duermen mejor, que comen mejor. Si pudiera vender un medicamento que produjera eso, costaría mucho dinero».
Grossman sostiene que en algunos casos de crean amistades muy estrechas «y en otros casos sólo se forman relaciones respetuosas, lo que también está muy bien».

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