Por RICARDO COLETTA
BRASILIA
Agencia (AP)
La pobreza extrema en Brasil ha disminuido gracias a un apoyo federal mensual implementado durante la pandemia de coronavirus, pero está en riesgo de volver a subir una vez que el gobierno suspenda el programa temporal de asistencia, según un reporte difundido ayer.
El estudio de la universidad y centro de investigación Fundación Getulio Vargas señala que la cantidad de brasileños que viven en pobreza extrema se redujo a 6,9 millones en junio, o 3,3% de la población de Brasil — la menor cantidad desde finales de la década de 1970. Al iniciar este año, 6,2% de los brasileños vivían en pobreza extrema, según el estudio.
«Aunque no podemos comparar directamente los números por cambios metodológicos recientes en la base de datos del gobierno, podemos decir que es una de las proporciones más bajas jamás registradas», dijo en entrevista telefónica desde Río de Janeiro Daniel Duque, autor del estudio. Utilizó el indicador del Banco Mundial que clasifica dentro de la pobreza extrema a cualquiera que gane menos de 1,90 dólares al día.
Desde abril, el gobierno federal ha distribuido el equivalente a 115 dólares al mes a trabajadores del sector informal y a microempresas afectadas por la pandemia; las madres solteras reciben el doble. Duque y otros expertos dicen que eso ayudó a aliviar la pobreza en una nación devastada por la desigualdad, que el año pasado tuvo un ingreso mensual promedio de 280 dólares, según el instituto de estadísticas.
Sin embargo, los expertos advirtieron que el alivio es temporal y que el número de brasileños empobrecidos aumentará después de entregarse el último pago, actualmente programado para agosto.
Los pagos ya le han costado al gobierno más de 32.000 millones de dólares, y el ministro de Economía del presidente Jair Bolsonaro, Paulo Guedes, dijo que sus arcas no pueden permitirse mantener el programa por mucho más tiempo. La relajada política fiscal y el aumento de la deuda pública como porcentaje del PIB provocaron en años recientes varias degradaciones en la calificación crediticia, y Guedes asumió su puesto con promesas de reducir el gasto y apuntalar las cuentas del gobierno.
Inicialmente se planeó que la prestación se mantuviera hasta junio, pero el presidente la prorrogó dos meses.
Los aliados políticos de Bolsonaro han comenzado a presionar para que haya otra extensión, bajo el argumento de que los pagos evitan pérdidas futuras de apoyo derivadas del manejo de la crisis de COVID-19 por parte del presidente. El país más grande de Latinoamérica ha confirmado más de 2,4 millones de infecciones y 88.000 muertes, los segundos totales más elevados en el mundo.
Bolsonaro constantemente ha minimizado la severidad del virus, bajo el argumento de que el impacto de las restricciones en la actividad económica terminarán siendo más dañinas. Economistas encuestados por el banco central de Brasil esperan que la economía se contraiga 5,8% este año.
Aunque la introducción del programa social estuvo lleno de dificultades para que los beneficiarios accedieran a los fondos, el pago llega directa o indirectamente a la mitad de los 210 millones de habitantes de Brasil, según el ministerio de ciudadanía, que distribuye los fondos.
Rogério Barbosa, investigador de desigualdad económica en la Universidad de Sao Paulo, dijo que la crisis del coronavirus todavía castiga a los pobres que pronto se podrían encontrar sin asistencia.
«Cuando se acabe el apoyo, no habrá trabajo para ellos», dijo Barbosa en entrevista telefónica.
Datos oficiales indican que casi 8 millones de personas perdieron sus empleos durante los primeros tres meses de la pandemia, y el instituto de estadísticas todavía no ha publicado los datos de desempleo para junio.
El ministro de Economía dijo que tiene la intención de lanzar un nuevo programa social para sustituir el apoyo temporal, pero que el plan y la cantidad de fondos que conllevaría todavía deben detallarse.