Por JOHN LEICESTER
PARÍS
Agencia (AP)
Los primeros huéspedes en el estudio en la planta baja alquilado a través de Airbnb fueron inocuos: era una familia de visitando a París, como millones de otras.
Franck Briand, que vive en el apartamento directamente arriba, ve ahora ese momento como el inicio de lo que él llama su «pesadilla» de Airbnb. Los cuatro años siguientes, dice, han sido un carrusel incesante de fiestas a altas horas de la noche, borrachos ruidosos y el ruido de grupos recién llegados, en ocasiones de 15 personas a la vez, arrastrando su equipaje con ruedas por el patio adoquinado.
«Quiero irme», dice Briand. «Pero algo me dice que no deberían ser los más débiles ni los amenazados los que deban de ceder».
París, desde hace mucho uno de los destinos favoritos en el mundo, sigue agradecido por los miles de millones de euros que los turistas vierten en la economía local y los 300 mil empleos que sostienen, pero los parisienses y las autoridades municipales expresan profundas reservas sobre la presencia de otros visitantes entre ellos: los que no están más limitados a hoteles sino que viven, aunque sea temporalmente, junto con los locales en propiedades alquiladas por internet.
La reacción en París contra ese tipo de turismo no ha alcanzado aún las proporciones de otras ciudades muy visitadas. Venecia y Barcelona, entre otras, han registrado protestas reiteradas, pero las preocupaciones expresadas en los mayores destinos turísticos europeos son a menudo las mismas: que el turismo masivo y sus plataformas en internet están expulsando a los residentes al provocar el alza de los precios de los inmuebles, alquileres más costosos y otros inconvenientes.
Jacques Boutault, alcalde del céntrico 2do distrito de París, es uno de los que expresan alarma. El sector rectangular a su cargo, enclavado entre algunos de los sitios más visitados de la ciudad, ha experimentado un enorme desplome de población con el arribo de Airbnb a París, donde la compañía ofrece más alquileres que en ninguna otra parte del mundo.
«La población está cambiando completamente, de aquellos que han estado aquí por muchos años a los que apenas andan de paso», dijo Boutault, alcalde desde el 2001. El 2do distrito ha perdido 3 mil habitantes en los últimos cuatro años, más de 10% de su total y muchos de ellos son familias, dice. Las escuelas del distrito han cerrado tres clases como resultado.
«No quiero ser el alcalde de un museo, paredes lindas entre las que la gente se pasa un tiempo y se va», dice Boutault. «Es importante que los centros de las ciudades sigan siendo auténticos y con vida. De hecho, por eso es que vienen los turistas».
En 2012, Airbnb tenía 4 mil alquileres listados en el área de París. Eso subió a más de 40 mil en 2015, cuando el director general de Airbnb Crian Chesky fue recibido en el ayuntamiento. Tres años después, Airbnb tiene 65 mil alquileres listados en París, pero las relaciones con el Ayuntamiento se han agriado.
El vicealcalde de París Ian Brossat, a cargo de vivienda, dice que la capital ha perdido 20 mil hogares en cinco años, «viviendas en las que vivían parisienses, pero que ahora son pobladas por turistas. No son más hogares, son hoteles clandestinos».
«Airbnb se ha desviado de su modelo original», dice. «Hemos pasado de una economía compartida a una economía predatoria, con profesionales que compraron viviendas, a veces edificios, para transformarlos en cajeros automáticos. Así que nuestro papel es restaurar el orden».
Para regular el crecimiento de Airbnb y plataformas similares, París ha requerido desde diciembre que propietarios que listan sus apartamentos en internet se registren. Los parisienses solamente pueden alquilar en Airbnb la propiedad en la que viven y por un total no mayor de 120 días al año. Cualquier otra residencia que tengan en París no puede ser alquilada a turistas.
Sin embargo, incluso con inspectores de puerta en puerta y con multas para los infractores, apenas se aplican las reglas. Brossat está promoviendo ahora una prohibición total de alquileres a turistas en el centro de París, argumentando que los dueños de viviendas en el 1ro, 2do, 3ro y 4to distritos _los más impactados por el “fenómeno Airbnb», dice_ deberían poder alquilar habitaciones desocupadas, pero no toda la propiedad.
La unidad de Airbnb para Francia dijo en una declaración que la propuesta de Brossat está «desconectada con la opinión pública, divorciada de la realidad legal». Dice que alquilar propiedades en Airbnb ayuda a los parisienses «a aumentar sus ingresos y soportar los crecientes costos de vida en sus comunidades, donde la capacidad de viviendas no ha satisfecho la demanda durante décadas».
Se asoman más presiones sobre Airbnb y sitios similares con una nueva ley a punto de ser aprobada en el Parlamento, que abre las puertas para la imposición de grandes multas a los sitios que ofrezcan propiedades que no se ajustan a las regulaciones francesas.
Brossat espera que la ley marque un cambio importante.
«La gentrificación de París no comenzó con Airbnb, pero Airbnb es un acelerador de la gentrificación», dijo.