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Por Sara Barderas
Washington
Agencia (dpa)

Primero iba a ser antes del fin de 2017. Luego para marzo de este año. Posteriormente quisieron un anuncio en la Cumbre de las Américas en abril en Lima. Y después, Estados Unidos, México y Canadá apuntaron al mes de mayo para tener, por fin, un acuerdo en la renegociación del Nafta, el tratado de libre comercio que une a los tres socios norteamericanos desde 1994.

Pero las conversaciones acaban de rebasar la línea roja que tenía la administración de Donald Trump para lograr un tratado que pudiera ser aprobado antes de que acabe el año por un Congreso controlado por los republicanos. Y con ello, según coinciden analistas en Washington, disminuyen las posibilidades de éxito.

En noviembre hay elecciones legislativas de medio término y el nuevo Congreso asume en enero. Si los demócratas toman el control de una o las dos cámaras, podrían impedir una votación sobre el nuevo Nafta.

La ley estadounidense dice que el Gobierno debe dar aviso a Capitol Hill de su intención de firmar un nuevo tratado con 90 días de antelación y que la Oficina del Representante de Comercio (USTR, por sus siglas en inglés) debe entregárselo 60 días antes de la firma para que lo pueda estudiar.

La fecha límite que fijó el propio presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, se rebasó el jueves sin que se hubiera anunciado nada.

La renegociación del Nafta, el mayor acuerdo comercial del mundo, es una imposición de Trump, que la asumió como promesa electoral en campaña. Pese a que el también llamado TLCAN ha multiplicado por cuatro el comercio entre los tres países, él lo considera el peor tratado firmado por Estados Unidos en la historia y se queja sobre todo del déficit comercial de su país con sus dos socios.

En las últimas semanas de esta renegociación, que comenzó en agosto, se hicieron grandes avances que, en abril, llevaron a los tres países a señalizar que pronto podría haber un nuevo tratado. «Estamos bastante cerca del Nafta», llegó a decir Trump. «Hay una altísima probabilidad, hay un 80 por ciento», manifestó por su parte el ministro de Economía y jefe negociador mexicano, Ildefonso Guajardo.

Pero a día de hoy las cosas siguen trabadas en los temas en los que siempre lo han estado. «Los países del Nafta no están para nada cerca de un acuerdo», dejó claro el jueves por la noche el representante de Comercio de Estados Unidos, Robert Lighthizer. El negociador jefe estadounidense emitió un comunicado después de que el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, hubiera expresado optimismo horas antes en Nueva York. Hay «un buen acuerdo en la mesa», dijo Trudeau.

El principal problema han sido siempre las reglas de origen, que fijan la cantidad de contenido regional que debe haber en cada automóvil fabricado. Sobre todo México, que tiene en las exportaciones a Estados Unidos el motor de esa industria, ve inviable la propuesta de Washington. Es un tema que está además ligado a la promesa electoral de Trump de recuperar empleos manufactureros.

También es un problema la cláusula de terminación automática cada cinco años que pretende Estados Unidos y que obligaría a renovar el tratado cada quinquenio para mantenerlo en vigor.

Trump puede además haber complicado el tema con su insistencia en ligar al Nafta la cuestión migratoria, que para él pasa por que México frene la inmigración, principalmente centroamericana, que cruza desde allí la frontera en la que quiere levantar su muro.

En abril amenazó de nuevo con volar el tratado por los aires si México no frenaba una caravana de migrantes que se dirigía a la frontera con la intención de algunos de sus miembros de pedir asilo en Estados Unidos.

«México no hace nada por nosotros. Especialmente en la frontera. Indudablemente no nos ayuda en materia comercial, pero especialmente en la frontera no hace nada por nosotros», dijo Trump este miércoles.

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