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Por Cecilia Caminos
Buenos Aires
Agencia/dpa

Cristina Fernández dejará tras sus ocho años de gobierno y la era de 12 años de gestión kirchnerista una compleja herencia a su sucesor, el conservador Mauricio Macri, quien sin mayorías propias en el Congreso deberá apelar a un pacto de gobernabilidad para hacer frente a los desafíos.

La Argentina es un país de luces y sombras. El gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) continuó la potente recuperación que había iniciado el país en 2002 después de la profunda crisis del año anterior, una de las peores de la historia, y la Argentina tuvo un shock de crecimiento a tasas promedio de un siete a un ocho por ciento anual. Su esposa y sucesora no pudo, sin embargo, mantener la tendencia en sus dos mandatos consecutivos.

Una economía con varias luces de alerta prendidas, la amenaza del narcotráfico instalada, las relaciones internacionales desequilibradas y una sociedad dividida, y con un nivel de pobreza estructural que no se pudo atenuar, son algunos de los desafíos.

Macri recibirá un país sin estadísticas oficiales fiables desde que en 2007 Kirchner intervino el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).

El país sudamericano, considerado uno de los principales graneros del mundo, atraviesa ahora una etapa con muy bajo crecimiento económico e inflación, que los consultores privados estiman que cerrará el año en torno al 25 por ciento. Hace nueve años que el país registra una inflación de dos dígitos, que llegó a su punto más alto en 2014, con cerca del 38 por ciento. Los aumentos salariales permitieron, sin embargo, mantener el elevado consumo interno, uno de los motores de la economía local.

El déficit fiscal cerrará el año en cerca del siete por ciento del PIB, según pronosticó la Auditoría General de la Nación. El peso argentino está sobrevaluado respecto a las monedas de sus principales socios comerciales, entre ellos Brasil, lo que le quitó competitividad a la producción. Existe además un mercado paralelo de divisas que cotiza un 70 por ciento por encima del valor oficial, producto del denominado «cepo cambiario», las fuertes restricciones a las operaciones con moneda extranjera.

Fernández de Kirchner entregará además el gobierno con un superávit comercial que cayó a los niveles más bajos de los últimos tiempos y exiguas reservas de divisas internacionales, lo que enciende una alerta de cara a los recursos que necesitará el próximo gobierno el año que viene para hacer frente a gastos, vencimientos de deuda y abastecer de moneda a los importadores.

«La sociedad percibe que hay desajustes económicos, pero no llega a percibir que los cambios que se vienen son fuertes. No sé cuál será la tolerancia social a estos ajustes», advirtió a la agencia dpa el economista jefe de la consultora Management & Fit, Matías Carugati.

El gobierno de Macri deberá «poner más énfasis en liberar el cepo al dólar y controlar la inflación. Los demás temas van a ir de la mano de estos dos puntos centrales», señaló el economista.

La liberación de las restricciones a la compra y venta de divisas podría generar una devaluación del peso frente al dólar, que pasaría de los 9.70 pesos actuales a entre 14 y 14.60 pesos, evaluó Carugati. «El desafío será evitar que supere ese nivel», afirmó el experto, quien estimó que «puede ser que el traslado a precios (de la devaluación) sea menor que en 2014», cuando en enero de ese año el peso se devaluó más de un 18 por ciento. «Macri deberá avanzar rápido en los frentes que pueda, cuanto antes, mejor», subrayó.

El futuro ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, anticipó en tanto que en pocos días enviará un funcionario a negociar con el mediador del litigio que iniciaron los «holdouts», los tenedores de bonos en moratoria desde 2002, en su mayoría fondos especulativos de inversión, en la Justicia de Estados Unidos. Será importante para poder regresar a los mercados financieros internacionales y poder acceder a créditos a tasas más bajas.

También tendrá que normalizar las reglas de juego y los controles al capital para favorecer nuevas inversiones extranjeras.

Las trabas unilaterales a las importaciones que impuso Buenos Aires obligarán en tanto al futuro gobierno de Macri a recomponer relaciones.

Relanzar las relaciones con el Mercosur, restablecer el diálogo con Estados Unidos y buscar un equilibrio en las alianzas estratégicas tejidas con Venezuela, Rusia y China serán otros de los desafíos en el plano internacional.

«A la Argentina le espera un escenario complicado» en el que «nadie discute ya la necesidad de hacer un ajuste» económico, advirtió el director adjunto para América latina del Fondo Monetario Internacional (FMI), Robert Rennhack.

A la par deberá luchar contra la inseguridad, una de las principales demandas desde hace años de la sociedad argentina, y combatir el narcotráfico ante las señales de que carteles colombianos y mexicanos ya estarían operando en el país.

La pobreza, que un estudio de la Universidad Católica Argentina situó en cerca del 29 por ciento, es otro de los grandes problemas a resolver. Si bien la Asignación Universal por Hijo (AUH), una asistencia estatal para los jefes de familia desocupados o que ganan menos del salario mínimo, ayudó a miles de familias a salir de la pobreza extrema, no logró solucionar el tema.

Cada mes, unos 17.5 millones de personas -de los 40 millones de habitantes- reciben un cheque del Estado ya sea por jubilaciones, pensiones, empleo estatal o asistencia social. A esto se suman millonarios subsidios a la energía y el transporte y la necesidad de urgentes inversiones en infraestructura.

Pero el desafío quizás más difícil para el nuevo gobernante en el inicio de su mandato será construir su base de poder después de 12 años de kirchnerismo.

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