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BUENOS AIRES
Agencia AP

La huelga es acompañada por cortes de calles y accesos a Buenos Aires por parte de sindicalistas y activistas sociales y políticos de izquierda.

La protesta de 24 horas es liderada por el camionero Hugo Moyano, titular de la facción más combativa de la Confederación General del Trabajo, junto con los gremialistas Pablo Micheli y Luis Barrionuevo, dirigentes de la sección radicalizada de la Central de Trabajadores de Argentina y del sindicato gastronómico.

Los sectores en los que más se siente la medida eran en el transporte pesado, de caudales, postal, la distribución de bebidas y la recolección de residuos.

No funcionan las líneas de trenes que unen la capital con el populoso cordón urbano y se suspendieron los vuelos de cabotaje, aunque el aeropuerto internacional de Ezeiza, en las afueras de la capital, opera con normalidad.

Al paro también adhieren los empleados judiciales, de la administración pública y del sector de la salud.

Las calles de Buenos Aires amanecieron con un marcado menor tráfico de automóviles y con las esquinas llenas de basura acumulada. Los bancos cerraron sus puertas, así como las gasolineras.

Sin embargo, la mayoría de las líneas de metro estaban operativas y los autobuses circulaban –aunque con menos pasajeros– debido a que los gremios que los agrupan no adhirieron a la huelga, lo que determinó que en las calles se notara cierta actividad. Pese a que el sindicato gastronómico apoya la medida, varios bares y restaurantes permanecían abiertos en el centro de la ciudad.

En el sector educativo la medida era seguida de manera dispar en distintos distritos del país. En los colegios privados los profesores dictaban clases pero se notaba menor afluencia de alumnos.

Los huelguistas, que también pararon el 10 de abril, demandan la eliminación de los impuestos que recortan el poder adquisitivo de los salarios, incrementos en las ayudas sociales y la reapertura de las negociaciones salariales ante el alza del costo de vida, que está en 40% anual según consultoras privadas. La protesta tiene lugar en un marco de incipiente recesión económica y creciente inestabilidad laboral.

Los sindicatos cercanos al gobierno peronista decidieron no sumarse a la medida al considerar que es desestabilizadora. Entre ellos está el metalúrgico y el del comercio.

«Hay 20 gremios que efectivamente no adhieren», afirmó a periodistas el jefe de Gabinete Jorge Capitanich, quien restó importancia al paro al señalar que es «de naturaleza política» y lo lleva adelante «un grupo de dirigentes sindicales opositores».

La Central de Trabajadores de Argentina, que comprende a gremios docentes, de la administración pública y del sector público de la salud, comenzó en el mediodía del miércoles la huelga para completar 36 horas continuadas de protesta.

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