Fráncfort,
Agencia dpa
Antes de dar nuevos pasos, el guardián del euro quiere esperar los efectos del ambicioso paquete de medidas que lanzó en su sesión de junio, cuando bajó la tasa al 0,15 por ciento actual, lanzó nuevas inyecciones de liquidez y y penalizó el dinero que los bancos comerciales «aparcan» en el BCE para impulsar su circulación.
«Después de ese amplio paquete, el BCE entró en un modo de observación y espera», señaló Marco Valli, economista jefe de Unicredit para la eurozona. La mayoría de analistas contaba con que el BCE dejaría hoy los tipos invariables en su mínimo histórico.
La prudencia del banco se mantuvo pese a la caída de la inflación en la eurozona y las tensiones internacionales en Ucrania y Gaza, todas amenazas para la frágil recuperación la economía en los 18 países del euro.
En particular preocupa la baja inflación, que cayó a un 0,4 por ciento en julio -el nivel más bajo desde octubre de 2009- debido sobre todo al descenso en los precios de la energía.
La inflación quedó así lejos del objetivo fijado por el BCE para garantizar la estabilidad de precios (menos pero cerca del dos por ciento) y por debajo del 0,7 por ciento pronosticado por el banco para este año.
La tendencia vuelve a disparar los temores de una deflación en la zona euro, lo que podría causar estragos en el pago de deuda y hacer que los consumidores pospusieran compras a la espera de precios más bajos.
La atención se centra ahora en la tradicional conferencia de prensa mensual que ofrecerá a continuación el presidente del BCE, Mario Draghi.
El italiano podría afrontar diversas preguntas sobre la situación internacional, las recientes sanciones de Estados Unidos y la Unión Europea a Rusia y la posibilidad de que el BCE adopte en los próximos meses nuevas medidas para reactivar la coyuntura y la presión inflacionaria.
Entre esas medidas podría figurar nuevo programa de inyección de liquidez para que los bancos compren deuda pública a gran escala.