Juan Antonio Mazariegos G.

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) se encuentra en las etapas finales del proceso que permitirá la convocatoria a elecciones generales que deben celebrarse el próximo año. Parte importante de ese proceso lo constituye la conformación del grupo de partidos políticos que podrán participar en las mismas y a estas alturas ese panorama no es del todo claro, dado que aún hay algunos comités de formación que se encuentran en las fases finales para lograr su inscripción como partidos políticos y por otro lado, hay partidos políticos ya existentes que enfrentan procesos de cancelación en virtud de incumplimientos a la ley electoral.

En una primera instancia y con independencia de analizar en qué consisten cada una de esas opciones y cuál es la oferta que nos presentarán los nuevos y los viejos partidos, debemos de entender que la vieja política guatemalteca que domina el Congreso de la República impidió la facilitación de los procesos de constitución de nuevos partidos políticos, esa apertura tan necesaria no se dio y quienes finalmente concluyan su trámite y puedan participar sin duda habrán pasado un verdadero calvario de cara a aparecer en la foto de salida del proceso electoral que se avecina.

En todo caso, cualquier guatemalteco que desee un cambio de ruta en la dirección que lleva el país, debe de comprender que el único y verdadero cambio que puede darse es a través de ese proceso electoral y si de alguna manera queremos dejar atrás el lastre que para el desarrollo del país ha representado la vieja política, es en las urnas en donde la depuración de la misma puede ser efectuada.

La coyuntura actual que atraviesa Guatemala, envuelta en una polarización galopante se constituye, a mi juicio, en el principal riesgo que enfrenta no solo el proceso electoral en general, sino al fondo, la propuesta y el debate que debería realizarse dentro del mismo. Si caemos en el juego de malos y buenos, de corruptos y no corruptos, de amalgamarnos en el juego de quien no está conmigo está contra mí, nos arriesgamos a perder la oportunidad de debatir y en consecuencia de conocer la verdadera propuesta que haya detrás de cada una de las distintas ofertas electorales.

Como dice el dicho, de buenas intenciones se encuentra tapizado el camino al infierno y es el momento en que los contendientes se preparen a abandonar el discurso de anticorrupción para pasar al nivel del cómo, cómo voy a mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos, cómo voy a generar riqueza para el país, cómo voy a garantizar de manera sostenible educación, seguridad, salud y empleo. Exija a sus opciones que le expliquen eso, quizás alguien logre hacerlo y esa será su mejor opción.

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