Nueva York
DPA

El serbio Novak Djokovic se consagró ayer campeón del Abierto de tenis de Estados Unidos por tercera vez en su carrera al vencer en la final al argentino Juan Martín del Potro por 6-3, 7-6 (7-4) y 6-3 en tres horas y 15 minutos.

En un duelo que por momentos fue de alto nivel y que en otros pasajes tuvo altibajos, el sexto favorito aprovechó sus oportunidades para vencer al argentino y quedarse con el trofeo en el Corona Park, donde ya había celebrado en 2011 y en 2015 y donde había perdido otras cinco finales.

De esta manera, Djokovic consiguió su décimo cuarto título de Grand Slam e igualó la línea del estadounidense Pete Sampras, sólo superado por los 20 del suizo Roger Federer y los 17 de Rafael Nadal.

Además, tuvo como premio adicional quedar en el tercer puesto del ranking mundial que aparecerá mañana, desplazando al cuarto lugar al argentino y acechando la segunda plaza de Federer, a 455 puntos, sin tener que defender nada hasta el final de la temporada.

Para Del Potro, el primer argentino en repetir una final de un grande desde el legendario Guillermo Vilas, quedó el consuelo de haber vuelto a la definición en Nueva York después de haber ganado su único Grand Slam hace nueve años.

El encuentro comenzó con un altísimo nivel, con Del Potro buscando imponer su potencia y con el serbio apelando a su capacidad de anticipación para neutralizar el saque y la derecha del argentino.

En esa pulseada empezó a ganar el ex número uno del mundo, que llevó el juego a su ritmo, en un duelo de reveses cruzados que marcaba la tendencia del partido. Convencido de que podía controlar los palazos del argentino, Djokovic sintió que debía esperar su oportunidad, que en algún momento iba a llegar.

Sin embargo, pese a ese predominio en el juego, el resultado seguía marcando paridad hasta el séptimo game. En ese momento, Del Potro llegó a sacar 40-0, pero dos errores no forzados suyos metieron en el juego al balcánico.

Djokovic, que había estado pendiente de esa ocasión desde el inicio del juego, olió sangre y no perdonó: presionó desde la devolución y generó el quiebre clave para llevarse el primer set.

El argentino pareció sentir el impacto anímico de haber cedido el set y el serbio mostró todo su repertorio. Devolvía las bombas de saque de Del Potro, neutralizaba los intentos de «winner» llegando siempre a tiempo y pasaba de dominado a dominador en el punto con una facilidad asombrosa.

Por eso, se adelantó pronto con un quiebre en el segundo set que le dio serenidad para administrar el partido.

«Deeeelpo, Deeeelpo», comenzaron a alentar los amigos del argentino, respaldados por el 70 por ciento del estadio, que se sumó al cantito. Estaba claro que el número tres del mundo necesitaba una inyección de ánimo y la grada pareció dársela.

Animado por el público, Del Potro recuperó la intensidad con su derecha y aprovechó un pequeño bajón de Djokovic, que empezó a fallar un poco con su revés, situación inédita hasta ese momento. Así recuperó el quiebre y pasó adelante en el marcador después de tres juegos consecutivos. El grito salvaje y el puño apretado volvieron a levantar a los aficionados, ya metidos de lleno en el partido.

Entonces llegó el juego clave del encuentro, el interminable octavo game. Allí Del Potro gozó de tres puntos de break, sin poder quebrar, y con dos errores no forzados que luego lamentaría. Tras 22 minutos de intensa lucha, con aciertos y fallas de ambos lados, el serbio por fin pudo asegurarse un juego que terminó siendo vital para el desarrollo.

Con cada uno manteniendo su servicio llegó un tie break en el que el argentino volvió a gozar de una pequeña ventaja, pero una derecha larga y otra a la red le terminaron costando el set. Especialista en escaparse de situaciones complicadas, el serbio no dilapidó la ocasión y cerró el set en la primera posibilidad que tuvo.

Con el envión de la ventaja de dos sets, Djokovic consiguió una rápida rotura que parecía encaminar el partido. Sin embargo, Del Potro no se rindió, siguió insistiendo con su derecha y recuperó rápido el quiebre para seguir con oportunidades.

Sin embargo, el físico ya empezaba a dejar de acompañarlo y su derecha no lastimaba. Por el contrario, los errores con su golpe clave, 30 en total, lo terminaron condenando.

Una definición con clase en la red del serbio terminó de cerrar el partido, provocando su celebración y las lágrimas del argentino, que terminó siendo consolado por el propio Djokovic.

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