El británico Geraint Thomas celebró ayer en los Campos Elíseos de París su victoria en el Tour de France, la más importante de su carrera, tras una etapa final de 116 kilómetros que partió de Houilles y que el noruego Alexander Kristoff ganó en un apretado sprint final.
París
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En la célebre avenida parisina, Thomas firmó un triunfo que había prácticamente sellado el sábado durante la contrarreloj, cuando defendió con éxito el “maillot” amarillo que se puso la semana pasada.
“Es uno de los mejores días de mi vida”, dijo Thomas, que cruzó la meta junto a Christopher Froome, su compatriota y compañero de equipo, a quien sucede como nuevo rey del Tour. “Se siente todavía todo surrealista”, dijo también el campeón.
“Cuando corrí por primera vez, en 2007, era increíble solo terminar la carrera y ser parte de ella. Y ahora estar corriendo ganándola, tienes que pellizcarte”, explicó un Thomas elocuente, que disfrutó de la tradicional copa de champaña junto a sus compañeros del Sky en el recorrido.
“Creo que no bajaré por unos meses. Ahora es un torbellino. Siento que estoy flotando en el séptimo cielo. Es sencillamente increíble”, expresó el pedalista de 32 años, que se enfundó una bandera galesa en el podio de los Campos Elíseos mientras sonaba el himno “God Save the Queen”.
Thomas, el tercer británico en ganar la carrera tras Bradley Wiggins y Froome, fue saludado con distintas banderas galesas y británicas en el trayecto que unió a Houilles, a las afueras de la capital francesa, con las vueltas finales en el empedrado de los Campos Elíseos.
El galés sucede a Froome después de mostrar una fortaleza que, con el pasar de los días, hizo cada vez más evidente que el súper gregario estaba mejor que el jefe, favorito en el principio de carrera.
Y si bien el dilema de qué hacer apareció en el equipo Sky, las etapas finales confirmaron el triunfo de Thomas como una secuencia lógica y mostraron la debilidad de Froome, que termina tercero después de que el holandés Tom Dumoulin le arrebatara el segundo lugar en Saint-Lary-Soulan.
Tras tres semanas en el llano y en la montaña, en los adoquines y en contrarrelojes, el galés corona de este modo una victoria que fue construyendo poco a poco, sin estridencias, evitando caídas y, desde luego, dando los golpes en el momento justo.
Thomas tomó el “maillot” amarillo con una victoria en la undécima etapa, en los Alpes, y dio un golpe de autoridad un día después con el triunfo en el mítico Alpe d’Huez. Ya no soltaría más la camiseta de líder.
“Ganar allí con la camiseta amarilla fue una locura, nunca esperé eso. Eso fue increíble”, recordó sobre ese triunfo, que le dio la posibilidad de gestionar la ventaja que ya desde ese momento empezó a sacarle al resto.
Dave Brailsford, el director del Sky, espera muchas celebraciones los próximos días. “Cuando él (Thomas) está en la bicicleta hace sacrificios, pero cuando no, es el alma de la fiesta”, dijo.
“Y como la mayoría de galeses, le gusta tener una pinta (de cerveza) y comenzar a cantar”, señaló el jefe de una escuadra que domina la ronda gala desde el triunfo de Wiggins en 2012.
En la etapa de hoy, Kristoff superó en un intenso final al alemán John Degenkolb y al local Arnaud Démare, que buscaba su segundo triunfo de etapa, y sumó la tercera victoria de su carrera en la ronda gala, tras dos triunfos en 2014.
Por otro lado, el eslovaco Peter Sagan terminó con la camiseta verde de puntos, mientras que el francés Julian Alaphilippe se hizo con el “maillot” de mejor escalador y el también francés Pierre Latour con el de mejor joven.
El Movistar, que no pudo en ningún momento amenazar el dominio de los pedalistas del Sky, terminó como mejor equipo.