MOSCÚ
AP
Descanso en la final de la Copa del Mundo de 1998 y Francia está en ventaja 2-0 ante Brasil. En el vestuario, Zinedine Zidane se encuentra recostado en el piso, sus piernas encima de un banquillo, tomando respiro tras marcar los dos goles. Otros jugadores reciben masajes.
Pero la voz del capitán Didier Deschamps, con su energía inagotable, zumba en los oídos de Les Bleus, exhortándoles a que no bajen la guardia en la segunda mitad.
“Muchachos, ¡no vamos a relajarnos un solo milímetro!”, gritó. “Ya cumplimos con la parte difícil. ¡Pero aún nos quedan otros 45 minutos de locura!”.
Veinte años después, Deschamps volverá a bramar órdenes el domingo en una final del Mundial, pero esta vez como técnico de Francia. Una victoria ante Croacia sería el logro culminante para el caudillo de 49 años, quien podría igualar al brasileño Mario Zagallo y al alemán Franz Beckenbauer como el tercer individuo en alzar la Copa del Mundo como jugador y técnico.
Darle una segunda estrella a la camiseta azul que lució 103 veces como jugador también le taparía la boca a sus detractores, quienes afirman que Deschamps es un técnico con demasiada suerte en vez de uno con pericia. Esa argumentación plantea que un técnico promedio no tendría dificultad para conseguir buenos resultados con todo el talento francés, incluidos varios de los jugadores más cotizados del mundo, encabezados por el chico sensación Kylian Mbappé.
Cualquier resultado que no hubiera sido por lo menos la semifinal en Rusia se habría considerado como decepcionante para Francia, luego de perder ante Portugal en la final de la Eurocopa hace dos años y tras caer ante el eventual campeón Alemania en los cuartos de final del Mundial de 2014.
Pero como los más afamados chefs franceses saben, se necesita algo más que ingredientes de enorme calidad para tener una buena receta.
La gran habilidad de Deschamps ha sido lograr que jugadores que brillan en los clubes de mayor linaje en Europa aparquen sus egos y se sumen a lo que él describe como el trabajo “colectivo”. Descartó a varios jugadores de gran calidad: el delantero Karim Benzema (Real Madrid) y al volante Adrien Rabiot (París Saint-Germain), solo para nombrar a dos, en un plantel de 23 jugadores que ha mantenido la armonía durante las siete semanas que lleva junto desde que se encontró en el complejo de Clairefontaine en las afueras de París.
Las prioridades quedaron plasmadas cuando se sentó para una prolongada e íntima charla con un pequeño grupo de reporteros en la sede de la federación nacional unas semanas antes de presentar su lista definitiva en mayo. Habló más sobre cómo crear un equipo en vez de tácticas.
“Esa habilidad de vivir juntos, la parte social, es bien importante”, recalcó. “Siempre se necesita encontrar el equilibrio ideal. No puedes irte con un exceso de individualismo, demasiada calidad. El espíritu colectivo debe primar por encima de todo. Necesitas una amalgama correcta de jugadores experimentados, líderes que han pasado por situaciones, y jóvenes. No todo es negativo con la juventud. Tienen la virtud del entusiasmo”.
Deschamps dio en la tecla. Después de exigidas victorias ante Australia y Perú, más un empate contra Dinamarca en la fase de grupos, Francia despegó al despachar a Argentina con un inapelable triunfo 4-3, partido en el que Mbappé fue la figura al firmar dos goles y exhibirse con su descomunal zancada. Siguieron notables despliegues defensivos ante Uruguay (2-0) y Bélgica (1-0) en los cuartos y semifinales.
Aunque cuenta con jugadores cuyas edades que van desde los 19 años de Mbappe hasta veteranos en los 30 como Olivier Giroud, el equipo se ha amoldado, cumpliendo con el clamor de solidaridad que pregona Deschamps.
Ni una sola voz discordante por parte de jugadores con escasos minutos de acción o ninguno. Tal es el caso del defensor Adil Rami (sin pisar cancha aún) y el extremo Florian Thauvin (ingresó en la agonía del partido ante Argentina). Han sido ejemplares con su buena disposición e incluso dan aliento a sus compañeros. Los suplentes festejan los goles como si los hubieran anotados ellos mismos. Los titulares habituales solo hablan bellezas de los aportes a la moral de sus compañeros que no tienen un rol protagónico.
En la cancha, la mentalidad del trabajo en equipo se ha reflejado llamativamente en Paul Pogba. El centrocampista se ha sacrificado al jugar más retrasado. Sus tareas defensivas han permitido que Francia tenga más solidez en el medio y le han dado a Mbappé más facilidades para maniobrar y generar peligro adelante.