France's Antoine Griezmann scores the penalty goal during the group C match between France and Australia at the 2018 soccer World Cup in the Kazan Arena in Kazan, Russia, Saturday, June 16, 2018. (AP Photo/Darko Bandic)

Kazán, Rusia
DPA

La talentosa y dubitativa Francia se estrenó hoy en el Mundial de Rusia con su once más joven desde 1930 y una ajustada victoria por 2-1 ante la física y combativa Australia, en un emocionante duelo decidido gracias a la aplicación de la tecnología en dos jugadas clave.

Con empate sin goles en el marcador, el videoarbitraje hizo su debut en la Copa del Mundo en el minuto 54 de partido, cuando el colegiado decidió acudir a la pantalla para revisar un penal sobre Antoine Griezmann que inicialmente no había señalado.

Lo concedió tras observar las imágenes en varias ocasiones y la estrella gala lo convirtió con extrema seguridad.

Australia no se arrugó e igualó el partido en el 60′ por medio de Mile Jedinak, pero Paul Poga firmó el triunfo para «Les Bleus» en el 81′. Y otra vez gracias a la tecnología: el disparo del centrocampista del Manchester United dio en el larguero, botó en el césped y salió fuera de la portería. Pero la tecnología de la línea de gol le mandó un mensaje al árbitro a través de su reloj. El balón había traspasado la línea: gol para Francia.

Tras su costosísima victoria, los dirigidos por Didier Deschamps se situaron al frente del Grupo C, que más tarde vivirá el choque entre Dinamarca y Perú.

Y respiraron aliviados, pues durante casi todo el partido sufrieron de lo lindo para imponerse a una Australia que explotó sus armas y nunca se dio por vencida.

Y es que los hombres de Deschamps tuvieron tremendas dificultades para imponer su calidad ante los australianos, que se defendieron de manera sólida, utilizando su poderoso físico y sembrando las dudas entre los jóvenes jugadores galos.

Con 24 años y seis meses de media, la selección francesa acusó por momentos la presión del debut y demoró en encontrar respuestas al físico juego de Australia, más distendida y fresca.

Dominó apenas el primer cuarto de hora de partido con un juego sólido, pero sin peligro.

Luego, Lloris salvó con su mano la ocasión más clara de los primeros 45 minutos y los galos, asustados, perdieron el hilo de su juego. En una falta lateral, en el 16′, Mathew Leckie peinó, Tolisso tocó mal y el arquero francés tuvo que estirarse como un gato para evitar el gol australiano.

La excelente oportunidad animó a los dirigidos por Bert van Marwijk, que comenzaron a tener más el balón y a minar la compostura de la favorita del grupo junto a Dinamarca.

En la grada, los cánticos de los hinchas «aussies» se oyeron cada vez más fuertes. Superaban claramente en número a los franceses que, no obstante, contaron con un seguidor de lujo, el ex presidente de la República francesa, Nicolas Sarkozy.

El talento se daba por descontado en el equipo que lidera Griezmann y que tiene a estrellas incipientes como Ousmane Dembélé y Kylian Mbappe, el jugador más joven de la historia de Francia en disputar un partido en un torneo mayor con 19 años y seis meses.

El delantero del Paris Saint Germain dejó detalles de calidad, pero a menudo se mostró excesivamente individualista.

Ninguno de sus compañeros, en cualquier caso, fue capaz de poner en aprietos a Mathew Ryan, hasta que el VAR los ayudó con la revisión del penal sobre el astro del Atlético de Madrid.

En la siguiente pena máxima, la que favoreció a los de Van Marwijk, el árbitro no tuvo dudas: incomprensiblemente, Samuel Umtiti desvió un balón en su área con la mano.

Jedinak, el capitán de Australia, convirtió la pena mientras el central del Barcelona se lamentaba negando con la cabeza.

Tras esos 10 minutos locos, el duelo recuperó su tónica anterior y parecía condenado al empate. Hasta que, en un jugada aislada y bien trenzada, Pogba recibió en la frontal del área y disparó tan fuerte que el balón pegó en el palo, botó dentro de la línea y salió escupido hacia afuera.

Casi sorprendidos por su propio avance, los franceses se distendieron entonces y ofrecieron sus mejores minutos al borde del final.

Con más sufrimiento del previsible, los campeones del mundo de 1998 festejaron con alivio, mientras los australianos se conjuraban agarrados todos en un círculo sobre el césped del Kazan Arena para mantener su sorprendente rendimiento en los próximos partidos.

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