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KIEV
DPA
El Real Madrid conquistó hoy su decimotercera Liga de Campeones y tercera consecutiva al superar al Liverpool por 3-1 en la final de Kiev, donde el equipo blanco agigantó su leyenda con un asombroso gol de Gareth Bale y los regalos del arquero Loris Karius.
Todo ocurrió en la segunda parte, que se abrió con un cómico gol de Karim Benzema, siguió con el empate de Sadio Mané tras un saque de esquina, continuó con un espectacular tanto de Bale de chilena y concluyó con el enésimo regalo de Karius para que el galés completara su doblete.
Lo cierto es que fue un desenlace extraño dentro de un choque con cosas extrañas. Mohamed Salah se retiró a la media hora, Bale reclamó el estrellato después de ser suplente y Karius realizó una actuación insólita en un arquero de elite.
El Real Madrid no se sintió nada cómodo durante la primera media hora. Y no fue porque el Liverpool lo presionara tan arriba como se esperaba, pues no lo hizo, sino que las razones debía encontrarlas en su propio proceder. Perdió una enormidad de balones en pases relativamente fáciles y tuvo demasiado temor a crear superioridades en banda ante los posibles contraataques de su enemigo.
Un remate de Cristiano Ronaldo alto a los 15 minutos fue el único testimonio de su arranque. Por su parte, Keylor Navas respondió a los 23 minutos a un disparo de Alexander-Arnold en lo que fue la única oportunidad clara del equipo inglés antes del intermedio.
A los 28 minutos se produjo el primer momento clave del encuentro. La estrella del Liverpool, Mohamed Salah, se tuvo que retirar con una aparente luxación en el hombro izquierdo tras caer junto a Sergio Ramos. Se marchó entre lágrimas y el efecto que tuvo fue extrañamente visible. Al Liverpool se le fue toda la efervescencia.
De pronto, el Real Madrid comenzó a sentirse cómodo, quizá liberado por la amenaza que para cualquiera representa Salah, y se pareció más a la versión esperada de un conjunto con tan buenos futbolistas. No le afectó la retirada de Dani Carvajal, también lesionado, y se hicieron más visibles hombres como Modric, Kroos, Benzema o Isco, quien dejó en el banquillo a Gareth Bale.
A los 43 minutos, le anularon un gol de Benzema por fuera de juego previo de Cristiano Ronaldo y el campeón de Europa se marchó al descanso con la sensación de haber concluido por encima de un rival que todavía parecía reflexionar sobre la sensación de orfandad que le había dejado el temprano adiós de Salah.
Una primera parte más bien insípida dio paso a una segunda más colorida que se abrió con un remate al larguero de Isco y uno de los goles más cómicos jamás vistos en una final de esta trascendencia. A los 50 minutos, Karius fue a sacar con la mano, la pelota impactó en el pie de Benzema y acabó entrando en el arco. Un tremendo error del arquero alemán. No sería el último.
Pero apenas dio tiempo a comprobar el impacto del golpe porque el Liverpool igualó cinco minutos después. Fue en un saque de esquina pésimamente defendido por el Real Madrid que acabó con un remate limpio de Mané.
Bale entró a los 60 minutos por Isco y su efecto fue demoledor. A los 64 minutos, Marcelo centró desde la izquierda y el galés marcó el gol de su vida con una chilena que recordó a la de Cristiano Ronando ante la Juventus. Una genialidad en el escenario más gigantesco.
El campeón de Europa viajaba hacia por su tercer título continental con dos goles increíbles. Cada uno a su manera. Y hasta tuvo la fortuna de su parte con un disparo de Mané desde la frontal del área que se estrelló en el palo. A veces hay algo de esoterismo en cómo el Real Madrid realiza sus conquistas.
Cristiano Ronaldo, intrascendente todo el partido, tuvo la oportunidad de sentenciar a los 73 minutos, pero estuvo lento en el mano a mano. Para entonces, el Real Madrid era dueño de la situación y al Liverpool, falto del talento de Salah, sólo le quedaba el tópico recurso del balón en largo.
El finiquito llegó a los 83 minutos. Bale disparó prácticamente desde su casa de Cardiff y Karius puso unas manos ridículas. El balón le atravesó y el Real Madrid se sintió ya ganador.
Así concluyó una final que tuvo tres protagonistas: Karius, Bale y el campeón de Europa, un equipo que entra en la leyenda tras conquistar su decimotercer entorchado continental, tercer consecutivo y cuarto en cinco años. Una proeza de dimensiones legendarias, un equipo de época.