Por Jorge Aldea
Lyon (Francia)
Agencia (dpa)
El Atlético de Madrid no podrá contar por sanción con la presencia de su entrenador Diego Simeone en la final de la Liga Europa que disputará mañana frente al Olympique de Marsella y espera no echar de menos la energía que transmite al equipo desde la banca en los momentos complicados.
El entrenador argentino va por el segundo partido de los cuatro que recibió como castigo tras ser expulsado por insultar al árbitro en el duelo de ida de semifinales ante el Arsenal.
«Es triste y feo. Tendré que mejorar…», dijo el «Cholo» sobre su ausencia, pero ya antes de las semifinales expuso su confianza máxima en su asistente, Germán Burgos, que también deberá dirigir al equipo mañana en el Parc Olympique Lyonnais.
«Germán está capacitado para llevarlos adelante. Tiene la misma pasión que yo, la misma ilusión que yo. Coincidimos desde chiquitos en la selección así que nos conocemos de memoria. Estoy tranquilo con su presencia en el banquillo», añadió el técnico, que como ante los «gunners» deberá seguir los acontecimientos desde un palco y sufriendo como un león enjaulado por no poder dirigir de cerca a los suyos.
Porque era puro carácter como jugador y también lo es ahora como entrenador. Diego Pablo Simeone es algo más que el preparador del Atlético de Madrid: es el símbolo de una de las épocas más brillantes en la historia del club madrileño.
Desde su llegada a mediados 2012 y bajo la máxima del «partido a partido» que hizo suya, los rojiblancos han conquistado una Liga (2014), una Europa League (2012), una Copa del Rey (2013), una Supercopa de Europa (2012) y una Supercopa de España (2014), además de situarse como una referencia continental con dos finales de Champions League (2014 y 2016) en las que a pesar de ser derrotados pusieron contra las cuerdas a su vecino de la capital española, el Real Madrid.
Pero seguramente el mayor logro del argentino de 48 años sea el de haberle otorgado al equipo un ADN futbolístico muy combativo y apasionado, los rasgos que definieron su etapa como mediocampista y que mantiene ahora desde el otro lado de la línea de banda, convirtiéndose en uno de los entrenadores más activos y también en uno de los más influyentes en el juego, sobre todo en el aspecto anímico.
Porque el «Cholo», entre las carreras por el área técnica y las correcciones tácticas a gritos, tiene tiempo para algo más que le hace diferente al resto de técnicos de élite: su conexión con la hinchada ha llegado al punto de que es capaz de dirigirla también cuando su equipo lo necesita. Por eso es muy normal verle alentando a las masas rojiblancas cuando aprecia que los suyos están sufriendo en algún tramo del juego y precisan apoyo moral.
Sin embargo, esa pasión y energía con la que vive cada partido también le ha provocado grandes disgustos: ha sido expulsado en seis ocasiones desde que dirige al Atlético (dos de ellas en finales) y se ha perdido hasta 20 partidos por sanción.