Buenos Aires
AP

Argentina y Uruguay no le quieren perder pisada a Brasil y decidieron apartar su histórica rivalidad futbolística para aliarse en la postulación a la organización de grandes eventos deportivos, desde el Mundial de fútbol de 2030 hasta el de baloncesto de 2023, mientras Buenos Aires mantiene vivo su sueño de albergar unos Juegos Olímpicos.

Brasil se convirtió en una meca deportiva internacional en los últimos años con el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos 2016. Argentina y Uruguay no quieren quedar atrás y tomando como ejemplo tanto lo bueno como lo malo -o costoso- de la experiencia de su gigante vecino, empezaron a armar sus propios planes.

El Río de la Plata, el fútbol, disputas ambientales, los derechos de autor sobre el dulce de leche y el origen de Carlos Gardel dividen a estos dos países vecinos. Pero también son muchos los puntos en común que comparten argentinos y uruguayos.

Y el tema entró incluso en la agenda presidencial. «Vamos a trabajar en conjunto para aspirar a la realización del Mundial para el 2030», ratificó en octubre el mandatario argentino Mauricio Macri tras reunirse con su par uruguayo, Tabaré Vázquez.

A falta de nuevos títulos, Argentina aporta su experiencia como sede del Mundial de 1978, pese a que fue organizado por la entonces gobernante dictadura militar con claros fines políticos, sus dos títulos mundiales en 1978 y 1986, su liderazgo futbolístico con emblemas como Diego Maradona y Lionel Messi.

Uruguay quiere celebrar en tanto el centenario de la primera Copa del Mundo de fútbol organizada en 1930 en Montevideo. Ambos países, además, tienen una muy arraigada cultura futbolera que los identifica casi tanto como el mate, la bebida a base de yerba mate que se toma a ambas orillas rioplatenses.

Empresarios argentinos y uruguayos crearon una asociación binacional para apoyar la iniciativa y hasta el momento no se vislumbran grandes competidores para albergar el Mundial de 2030.

El fútbol inspiró luego al baloncesto y Argentina invitó a Uruguay a una postulación conjunta para organizar el Mundial 2023 de la disciplina.

«Hay voluntad de postularse. Posiblemente en enero se efectuará el lanzamiento de la candidatura conjunta y se crearía un grupo de trabajo», ratificó esta semana el secretario de Deportes uruguayo, Fernando Cáceres, luego de que Argentina lanzara la idea de ser sede, individualmente, en octubre pasado.

«A Uruguay y Argentina les interesa organizar actividades deportivas en conjunto en la medida en que ya están trabajando para organizar el Mundial de fútbol en 2030», añadió.

El Mundial de baloncesto 2014 le costó a España unos 188 millones de dólares, pero registró ingresos por cerca de 209 millones en concepto de publicidad, derechos comerciales, entradas y hospitalidad.

Los Juegos Olímpicos asoman en tanto como un desafío más complejo tanto organizativa como financieramente. A Río de Janeiro le costaron unos 12 mil millones de dólares. Una cifra difícil de afrontar para Argentina, con un 32 por ciento de su población sumida en la pobreza y en una recesión económica de la que no logra aún salir.

Buenos Aires fracasó en su postulación como sede de los Juegos de 2004. Llegó a ser finalista pero perdió luego ante Atenas, una espina que quedó clavada.

Los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018 pueden ser un banco de prueba para las aspiraciones de la capital argentina, que quiere volver a intentarlo para 2028.

«Los preparativos van fantásticamente, porque la cooperación con el COI es muy, muy buena. Y porque si todo esto funciona tan bien, estos Juegos pueden ser la prueba general para algo más grande», señaló el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, meses atrás al diario «La Nación».

«Buenos Aires estaría en condiciones de ser sede de unos notables Juegos Olímpicos», anticipó.

El Gobierno argentino tomó el elogio con cautela y satisfacción. «Me parece que en un proyecto austero, sin querer competir en la construcción de estadios gigantescos y carísimos, se puede encarar. Hay que encararlo teniendo en cuenta que el país tiene otras prioridades, que arrancan por reducir y terminar con la pobreza», aclaró el presidente argentino.

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