Buenos Aires
DPA

Desde el título del Leicester en la poderosa Liga inglesa de fútbol hasta Argentina campeón de la Copa Davis de tenis por primera vez en su historia y la hazaña de los Chicago Cubs en la Serie Mundial de béisbol: el año 2016 tuvo impactos inesperados que sorprendieron al mundo del deporte.

A continuación, un repaso de algunos momentos que nadie hubiera imaginado al comenzar el año:

Leicester: Ni el Chelsea campeón de José Mourinho, ni el Manchester United de Louis van Gaal. Tampoco el Arsenal de Arsene Wenger ni el Manchester City de Manuel Pellegrini. El increíble campeón de la Premier resultó el modesto Leicester dirigido por el italiano Claudio Ranieri, que la temporada anterior se había salvado del descenso en la última jornada. Con los goles de Jamie Vardy, el talento del argelino Riyad Mahrez y las atajadas de Kasper Schmeichel, los «zorros» soportaron la presión de los grandes, lideraron durante casi todo el torneo y lograron el título con dos fechas de anticipación.

Argentina: Sin tenistas entre los 30 mejores del ranking mundial y jugando todas las series como visitante, los «albicelestes» rompieron el estigma de la Davis en la temporada menos pensada. Después de derrotar a Polonia en la primera ronda, el regreso de Juan Martín del Potro potenció al equipo conducido por Daniel Orsanic, que se impuso de manera sucesiva a Italia, al Reino Unido de Andy Murray y a Croacia, después de remontar un 2-1 en la última jornada.

Leipzig: Ascendido a mitad de año, el equipo del este alemán causó sensación en la Bundesliga con un invicto de 13 partidos y la lucha palmo a palmo con el Bayern Múnich por la cima del certamen. Pero no todo resultó felicidad: por el particular patrocinio de la bebida energizante Red Bull, el Leipzig se convirtió también en el club más odiado del país y fue recibido con banderas y pancartas en su contra en casi todos los estadios. La máxima expresión de ese enojo lo mostraron los hinchas del Dynamo Dresden, que le arrojaron una cabeza de toro ensangrentada en su duelo por la Copa de Alemania.

Max Verstappen: En un fin de semana, el prodigio holandés pasó de ser piloto de Toro Rosso a convertirse en el ganador más joven de un Gran Premio de Fórmula 1. Con 18 años y en su primera carrera con Red Bull tras reemplazar al ruso Daniil Kvyat, Verstappen aprovechó el toque entre los Mercedes de Lewis Hamilton y Nico Rosberg en la primera vuelta del Gran Premio de España para quedarse con el histórico triunfo, por delante de las Ferrari de Sebastian Vettel y Kimi Raikkonen.

Portugal: La Eurocopa de Francia estuvo marcada por las sorpresas, con Islandia llegando a los cuartos de final después de eliminar a Inglaterra y con Gales arribando a las semifinales. Sin embargo, el premio mayor fue para Portugal, en un impacto por demás inesperado tras una fase de grupos muy discreta y sin triunfos. Con Cristiano Ronaldo lesionado a poco de comenzar la final ante Francia, el suplente Eder se transformó en el héroe al anotar el gol del triunfo en el tiempo suplementario.

Angelique Kerber: La tenista alemana terminó como número uno del mundo, situación que nadie hubiese apostado a principios de año, cuando sorprendió al ganar el Abierto de Australia superando a la estadounidense Serena Williams. A los 28 años y veinte después de que su mentora Steffi Graf lo hiciera por última vez, Kerber llegó al número uno al ganar su segundo Grand Slam en el Abierto de Estados Unidos.

Chicago Cubs: Después de 108 años de sequía, los «cachorros» celebraron por fin el postergado título al imponerse en la Serie Mundial del béisbol estadounidense por 4-3 a los Cleveland Indians. La victoria por 8-7 en un infartante décimo inning del séptimo partido de la final, que se jugó en Cleveland, dio al equipo de Illinois su primer campeonato desde 1908 y echó por tierra así con la famosa «maldición de la cabra», historia que atribuía las desgracias del equipo a un hincha que había sido echado del estadio por el olor que despedía su cabra.

Thiago Braz da Silva: En una lluviosa noche de Río, el saltador brasileño cortó el reinado con la pértiga del francés Renaud Lavillenie, que parecía encaminado a colgarse el segundo oro olímpico en su pecho. Con 6,03 metros, Da Silva consiguió el mejor salto de su vida y le puso presión a su adversario, que enloqueció por los abucheos del público carioca y tiro la varilla en su intento de superar los 6,08 metros, marca que le hubiese dado el oro. Mientras el brasileño de 22 años celebraba su título, el francés comparó la situación con el público local con lo sucedido con Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936.

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