CHAPECO, Brasil
AP

Miles de personas abarrotaron la catedral de Chapecó y un estadio para llorar la muerte de 71 personas en un accidente de avión, 19 de ellas miembros del club de la ciudad, el Chapecoense, que estaba a punto de entrar en el Olimpo del fútbol.

«Perderlos a casi todos de una forma tan trágica destruyó totalmente nuestra ciudad y a cada uno de nosotros», dijo Carla Vilembrini anoche en el exterior de la catedral de San Antonio. Vestía, como muchos otros, la camiseta blanca y verde del club.

La temporada de ensueño del Chapecoense terminó en una embarrada montaña colombiana el lunes por la noche cuando el vuelo chárter en que viajaba se estrelló al sur de Medellín. Solo seis de las 77 personas que iban a bordo, entre pasaje y tripulación, sobrevivieron. Tres de ellos son futbolistas.

El club vivía la mejor temporada de sus 43 años de historia y hoy disputaría el primero de los dos partidos de la final de la Copa Sudamericana, el segundo torneo de clubes más importante de la región.

Consternados residentes de la ciudad brasileña de Chapecó, un centro industrial de 200 mil habitantes próximo a la frontera con Argentina, vagaban por las calles aledañas al estadio Arena Conda en un impactante silencio.

«La ciudad está muy silenciosa», señaló el empresario Cecilio Hans. «La gente solo se lo creerá una vez empiecen a llegar los cuerpos».

«Aún no me lo puedo creer», dijo Alan Heinz en el interior del estadio, con el cuerpo pegado a la valla que separa la grada del césped. En esta ocasión la cancha se llenó para un servicio religioso por las víctimas del accidente.

«Me estaba preparando para el mejor día de mi vida, y ahora no sé qué será mi vida después de esto», agregó.

En 2009, el club, conocido popularmente como Chape, jugaba en la cuarta división del futbol brasileño, pero logró el ascenso a la máxima categoría en 2014 por primera vez desde la década de 1970.

Los triunfos sobre San Lorenzo e Independiente, dos de los más grandes de Sudamérica, y sobre el Junior colombiano llevó al equipo a la final de la Copa Sudamericana, el equivalente a la Liga Europa de la UEFA.

Pocos en el plantel tenían experiencia internacional, y ninguno de ellos jugó con la selección nacional. La mayoría de los futbolistas desarrollaron su carrera en Brasil y Latinoamérica. Solo unos pocos llegaron a Europa, como Cleber Santana, quien estuvo en las filas del Atlético de Madrid entre 2007 y 2010.

Los delanteros Bruno Rangel y Kempes, ambos de 34 años, eran dos de los máximos artilleros de la liga brasileña, con 10 y 9 goles, respectivamente.

Los únicos jugadores que sobrevivieron a la tragedia fueron el arquero Jackson Follmann, a quien le amputaron una pierna, el zaguero Helio Zampier, más conocido como Neto, y el defensa y mediocentro Alan Ruschel.

El técnico Caio Junior era considerado el artífice del rápido ascenso del Chape. Llegó al club este año tras dirigir en Medio Oriente. El timonel, cuyo nombre de pila es Luiz Carlos Saroli, había entrenado a varios equipos brasileños como Palmeiras, Flamengo y Botafogo.

Caio Junior falleció en el choque pero su hijo, Matheus Saroli, se libró porque, según dijo en Facebook, perdió el vuelo porque «olvidé mi pasaporte».

El argentino Alejandro Martinuccio también se salvó porque una lesión lo dejó fuera de la convocatoria, según contó a la radio La Red de su país.

«Siento un profundo dolor. Lo único que puedo pedir es que recen por mis compañeros que estuvieron en el viaje», manifestó el atacante.

El Palmeiras, campeón de la liga brasileña, pidió permiso a la Confederación Brasileña de Fútbol para vestir la camiseta del Chapecoense en el último partido de la temporada.

Algunos de los principales clubes de Brasil dijeron que quieren prestar jugadores al club para la temporada 2017 y señalaron que no debería ser relegado a segunda división mientras se recupera del desastre.

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