Por Ana María Pomi
Río de Janeiro
Agencia/dpa

Los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro llegarán a su fin mañana con una fiesta que tendrá como bandera la alegría típica brasileña y un objetivo: «Lavar el alma de todo el mundo».

Así lo definieron los organizadores de la ceremonia de clausura que tendrá lugar en el mítico estadio Maracaná, escenario en el que se apagará la llama de los primeros Juegos Olímpicos celebrados en Sudamérica.

_Depo30_3B«Lavar el alma» significa mucho si se considera el contexto en que se realizó la cita: Brasil hundido en recesión económica, sacudido por turbulencias políticas y con problemas de organización y seguridad que generaron quejas y malestares.

Pero también demostrando, como ya había ocurrido durante la organización del Mundial de Brasil 2014, que a último momento, a las apuradas y tal vez lejos de la excelencia, el gigante sudamericano «da um jeito» (encuentra la manera) y supera obstáculos que por momentos parecieron insalvables. Y acaba deslumbrando más de lo que enoja.

Por eso, el buque insignia de la ceremonia de clausura de estos Juegos «latinos» que se disputaron al ritmo de los contrastes sociales del país anfitrión será un homenaje, precisamente, «a la cultura y la manera brasileñas de hacer (las cosas)», dijo Caetano.

«Tendremos 3 mil voluntarios, 300 profesionales de danza. Hay una característica más brasileña desde el punto de vista cultural» que la que se mostró en la fiesta de apertura, explicó Caetano, comparando con el acto en el que se inauguró Río 2016, el cual puso en escena el amplio abanico de la cultura nacional junto a un mensaje de defensa de la naturaleza.

Tanto el director como la carnavalera Rosa Magalhaes, encargada del «lei motiv» de la fiesta, dijeron que los detalles son «secretos». Lo que no es un secreto es que no estará Pelé, quien tampoco había participado de la apertura por motivos de salud.

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Magalhaes solo contó que habrá «una sorpresa», con un elemento que llegará a 20 metros de altura, aún cuando la puerta número cinco del Maracaná, por la cual ingresarán los bailarines, no permite la entrada de objetos con una altura mayor a los cuatro metros y medio.

«La puerta número cinco es un gran problema», bromeó la ocho veces vencedora del Campeonato de Escolas de Samba de Río de Janeiro.

La «brasileridad» del acto también fue destacada por el escenógrafo Abel Gómes, quien adelantó que la fiesta será «linda, maravillosa».

«El momento de apagar la llama es un nuevo comienzo. Vamos a mostrar lo que el brasileño tiene de mejor, la alegría», apuntó Gómes. «Vamos a decir ‘valió la pena'», concluyó.

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