Yokohama, Japón
Agencia dpa
Para vencer a un equipo sudamericano, nada mejor que estrellas sudamericanas. Tal fue la receta del Barcelona, que con su triunfo ante River Plate no sólo obtuvo el Mundial de Clubes, sino que expuso las abismales diferencias que separan a los clubes europeos del resto.
El conjunto azulgrana se impuso hoy sin atenuantes por 3-0 al club argentino, que pese a presentar batalla poco pudo hacer ante un rival varios escalones por encima de su nivel. Y fue precisamente la actuación de los jugadores sudamericanos la que encaminó la victoria del Barcelona.
El uruguayo Luis Suárez marcó dos goles, el argentino Lionel Messi otro, el brasileño Neymar dio una buena asistencia, el arquero chileno Claudio Bravo se lució con grandes tapadas y el argentino Javier Mascherano se mostró sólido en la zaga.
De todos ellos, Suárez resultó la figura excluyente del torneo disputado en Japón al marcar cinco goles en dos partidos -tres al Guangzhou y dos a River en la final- que le permitieron ser elegido el mejor futbolista del torneo.
Suárez conforma la que es sin duda alguna la mejor delantera del mundo, junto con Messi y Neymar, ambos candidatos a Balón de Oro 2015, un tridente que en lo que va de la temporada lleva marcados 134 de los 176 goles que anotó Barcelona.
«Nos conocemos casi de memoria», dijo Suárez luego de la final, en relación a la aceitada y lujosa conexión que tiene con sus compañeros sudamericanos de ataque.
Para Messi, el encuentro ante River tuvo un sabor especial. Fue la segunda vez que se enfrentó a un conjunto argentino y, al igual que contra Estudiantes de La Plata en la final del 2009, anotó un gol. Sin embargo, en esta ocasión no gritó eufóricamente su anotación, sino todo lo contrario. Tras el tanto de hoy, el crack levantó su mano en lo que se interpretó como un pedido de disculpas al público argentino.
El torneo, de todas formas, no hizo más que remarcar las asimetrías cualitativas y económicas que existen hoy en día entre el fútbol europeo y el del resto del mundo, en especial con respecto al sudamericano, cuyos equipos, antaño competitivos, parecen estar cada vez más lejos de ser un desafío de cuidado para los grandes del viejo continente.
«Demostramos que nos tomamos la competición en serio y en ningún momento menospreciamos el torneo. Vinimos a competir y a ganarlo», explicó Mascherano, pieza clave en el andamiaje defensivo del campeón.
A las espaldas de Mascherano, Bravo brilló con luz propia, siendo el responsable de que su equipo se fuera del torneo sin goles en contra. Frente a River, el arquero chileno tuvo tres paradas sensacionales, dos de ellas en la segunda mitad, cuando el equipo argentino intentaba con orgullo llegar al descuento.
El conjunto de Luis Enrique, que marcha líder en la liga española, jugó una final casi perfecta, demostrando no sólo que no vino a Japón de excursión, sino que es en los partidos decisivos cuando potencia su rendimiento, cuando sube la vara de su fútbol hacia niveles desconocidos.
En relación al subcampeón River, su actuación en el Mundial de clubes será recordada por el apoyo de los 18.000 simpatizantes que, desafiando la distancia y la posibilidad remota de poner en jaque al Barça, llegaron hasta Japón para apoyar a su equipo.
Pero en lo meramente futbolístico, el conjunto de Buenos Aires redondeó una actuación discreta, con un triunfo sin chispa ante el Sanfrecce Hiroshima, y una final en la que apenas resultó competitivo 35 minutos, los que tardó Barcelona en ponerse en ventaja. Todo indica que en River se inicia una nueva etapa, con algunos jugadores que se marchan, como Matías Kranevitter y Carlos Sánchez, y la incertidumbre por ver si Gallardo continúa como entrenador.
El torneo también subrayó una tendencia inapelable, la que indica que el llamado tercer mundo futbolístico (Asia y África) se encuentra cada vez más cerca del que podría considerarse como el segundo (América), una realidad que no sólo quedó en evidencia con el apretado triunfo de River sobre el Sanfrecce de Japón, sino sobre todo con la derrota del América de México ante el Guangzhou de China por los cuartos de final.
Con todo, esta nueva edición del Mundial de clubes será evocada por la eficiencia de la organización, las impecables sedes de Yokohama y Osaka y el fuego sagrado que le aporta «el factor sudamericano» al campeón Barcelona, un equipo que no sólo ganó todo, sino que ya integra el Olimpo del fútbol.