Por ALEX OLLER,
BARCELONA,
Agencia AP

Recién declarado el mejor jugador americano de la pasada temporada en la liga española, el colombiano Carlos Bacca subió al podio de la gala celebrada en Madrid y, luciendo riguroso traje negro, agradeció a «Dios, mi familia, mis compañeros y los directivos del Sevilla» por el galardón recibido.

Tímido ante los focos, Bacca pocas veces exhibe en público las virtudes que le han convertido en uno de los delanteros más temidos del campeonato español y del equipo andaluz, con el que suma 28 goles en 65 partidos desde su arribo; suficientes como para merecer el premio por encima de figuras mediáticas como el brasileño Neymar o el argentino Angel Di María, los otros finalistas que consideraron los votantes.

Llegó a Sevilla sin hacer demasiado ruido en julio de 2013, tras dos campañas en el Brujas belga y, apenas un año después, conquistada la Liga Europa ante el Benfica y firmado el quinto lugar del campeonato con el club hispalense, es uno de los rostros del equipo.

Y eso que el que debía ser su gran escaparate, la Copa del Mundo de Brasil, no acabó siéndolo del todo. La previsión era que, una vez completado su mejor año como profesional, Bacca paliara en parte la lesión del goleador Radamel Falcao, baja para la totalidad del torneo. Pero el sevillista también llegó mermado a la cita, con molestias musculares que le impidieron ingresar en el equipo titular de José Pékerman. Apenas jugó un partido saliendo desde la banca, un total de 20 minutos sin posibilidad de anotar gol en los cuartos de final contra Brasil, aunque disfrutó de la mejor clasificación histórica de Colombia.

De vuelta a Sevilla, el ariete asumió un rol diferente al de su primer año, cuando los aficionados del Sánchez Pizjuán se habituaron a verle calibrar con precisión casi milimétrica la línea que separa el fuera del juego del grito del gol, esprintando hacia el arco contrario a la mínima oportunidad.

«Esta temporada el equipo es diferente y el entrenador me pide más trabajo en la recuperación, estar más juntos y ser el primer defensor para que podamos salir rápido al ataque, porque somos muy verticales», explica el futbolista, quien también ha demostrado mayor liderazgo en la caseta.

Discreto, pero de carácter afable y trato cercano, el colombiano se ha ganado el respeto tanto de compañeros como empleados del club, quienes destacan su capacidad para hacer grupo y priorizar el éxito colectivo por encima del logro individual. Y entre sus mayores adeptos se encuentra también el más importante: el técnico Unai Emery.

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