Por Sebastián Fest
Manchester (Reino Unido),
Agencia dpa
Acercarse a Old Trafford en las horas previas a un partido lo confirma: si los aficionados veteranos se entusiasman ante el nuevo impulso que da el argentino a un equipo hundido la temporada pasada, los más jóvenes visten camisetas declarándole su amor incondicional.
Puede ser la celeste y blanca de Argentina con su nombre completo -Ángel Fabián Di María Hernández- y un «Van Gaal ácticos» que juega con el nombre del entrenador y el pasado del extremo en el Real Madrid, o puede ser la roja del Manchester United con el «7» blanco y bien grande.
La camiseta de Di María es una de las más demandadas en las tiendas oficiales del club, pero la alternativa de vestir la celeste y blanca también gana espacio.
Los ingleses no suelen mezclar futbol con política o a sus clubes con la selección. La «mano de dios» de Diego Maradona en México 86 no le juega en contra a Di María, mucho menos el recuerdo de la Guerra de las Malvinas. Tanto es así, que la revista dedicada al partido que el United ganaría 2-1 el domingo ante el Everton llevaba en portada la bandera argentina.
«Con cada día que pasa me siento mejor aquí», dijo Di María anoche al canal de televisión de su nuevo club, un club que le permite olvidar su amarga ausencia por lesión en la final del Mundial de Brasil o su salida del Real Madrid en contra de los deseos de su entrenador y los aficionados.
«Ya desde el día que llegué le gente fue realmente cálida conmigo: en cada córner o tiro libre, o incluso en situaciones de juego. Cada vez que tengo la pelota siento que están apoyándome».
El futbol inglés es así. Los hinchas, que colman su estadio partido tras partido sin dejar esos asientos vacíos tan frecuentes en el Barcelona o el Real Madrid, están pendientes de cada gesto, de cada situación, de cada intento del jugador.
«Our boys» (nuestros muchachos), suelen decir, fortaleciendo un sentimiento de pertenencia superior al de otras Ligas. Se celebran los goles y las asistencias, pero también un buen despeje, una finta con el balón, un saque de banda astuto o una pelota bien luchada, aunque finalmente se la pierda.
Tanto entusiasmo convierte a los británicos, paradójicamente, en mucho más «latinos» que los hinchas del Real Madrid que Di María gozó y a veces sufrió durante tres años en un Bernabéu conocido por su frialdad. Nada de eso se advierte en un Manchester United con jugadores de Argentina, España, Brasil, Colombia o Ecuador.
El arquero español David De Gea salvó al United el domingo atajando un penal y despejando dos tiros con destino de gol en los minutos finales, pero Di María fue el que resolvió el partido tras una inteligente habilitación del español Juan Mata a los 27′ y con una gran asistencia a Radamel Falcao a los 62′ para que el colombiano anotara por fin con su nueva camiseta.
«Marca un gol y da otro, ¿qué más puedes pedir de un jugador?», se preguntó el entrenador Louis Van Gaal, que pese a todo dijo ver cosas por «mejorar» en el argentino, autor de tres goles en cinco partidos, uno de ellos, dos semanas atrás ante el Leicester, que asombró a compañeros y rivales (http://dpaq.de/9fRLK).
Mientras esas mejoras llegan, Di María se adapta a su nueva vida. La revista especializada «Four Four Two» le dedicó la portada de su última edición y definió al argentino como «el jugador más importante del Manchester United desde (Eric) Cantona».
«¿Es realmente tan bueno?», añade la revista, destacando que el argentino de 26 años costó 60 millones de libras (unos 80 millones de euros en el momento del fichaje), compra récord en el futbol británico.
Di María tiene claro que en Manchester contará con más cariño que el que le dio Florentino Pérez, el presidente del Real Madrid, durante sus tiempos en España.
«Florentino Pérez no estaba allí cuando fui fichado y tampoco apareció cuando renové mi contrato», asegura el argentino a «Four Four Two», que define a Di María como «un agitador, un jugador capaz de cambiar drásticamente un partido equilibrado con sólo una aparición».
Van Gaal lo sabe, y por eso ayer se lamentó con su dura ironía habitual de que los partidos de selecciones nacionales le impidan seguir trabajando en mejorar ciertos aspectos del juego del argentino.
«Ahora todos mis jugadores se van y el resto está lesionado. Tengo que esperar a que Di María y (Marcos) Rojo vuelvan de Hong Kong. Y vuelven con jet-lag y no podrán entrenarse… Es mi problema, lo sé, yo también fui seleccionador», admitió el holandés, que pese a los problemas defensivos y de descontrol de su equipo ve un futuro interesante.
«No estamos jugando bien, pero ya somos cuartos. ¿Qué va a pasar cuando juguemos bien? Eso les dije a mis jugadores».