El serbio Novak Djokovic reacciona durante el partido ante el español Bernabé Zapata en la segunda ronda del US Open, Foto La Hora/AP
El serbio Novak Djokovic reacciona durante el partido ante el español Bernabé Zapata en la segunda ronda del US Open, Foto La Hora/AP

Hay algo en el tenis que provoca que los jugadores griten. A menudo, lo hacen hacia la gente que se supone les ayuda.

Por donde se mire en este Abierto de Estados Unidos, un mal tiro deja a Novak Djokovic o Andy Murray, campeones de torneos de Grand Slam, o a altos preclasificados como Andrey Rublev dando rienda a suelta a su rabia, cargándola hacia sus entrenadores, incluso cuando van ganando.

No es que necesariamente estén enojados con sus estrategas. Hay ciertos casos en ese sentido. Más bien están frustrados con su deporte. «Tengo la sensación que el tenis vuelve loca a la gente», dijo Daniil Medvedev, el campeón del US Open en 2021 y ruso de 27 años. «Cuando digo ‘gente’, los tenistas enloquecen ellos mismos».

Lo hacen cuando, tras sus propios errores, lanzan improperios hacia el palco en el que se encuentra su equipo. Quién sabe si pretenden tener una respuesta — el ‘coaching’ durante los partidos de Grand Slam recién fue permitido el año pasado, así que la mayoría de los jugadores están acostumbrados a remar en soledad — o simplemente necesitan desahogarse con alguien.

«Cuando esas frustraciones ocurren, es una tensión que se libera», dijo Coco Gauff, la subcampeona del Abierto de Francia de 2022 y estadounidense de 22 años que acaba de añadir al veterano entrenador Brad Gilbert a su equipo. «A veces ni siquiera le apunto a mi equipo. Los miembros de mi equipo saben que algunas de las cosas que digo no van dirigidas a ellos».

Lo mismo ocurre con Rublev. El octavo cabeza de serie asegura que si bien le grita a su entrenador, realmente no es HACIA el entrenador. «No. Me estoy quejando con mi equipo de lo tonto que soy», dijo el ruso.

Es algo que se ve muy poco en los deportes colectivos. El astro de la NBA Stephen Curry no falla un tiro y le grita al entrenador Steve Kerr en la banca de los Warriors de Golden State. En el tenis, reacciones de ese tipo son habituales. Ivan Lendl, entrenador de Murray y miembro del Salón de la Fama, no le da importancia a que le griten.

«Nos están gritando a todos», dijo Lendl. Al menos ha dejado ser un monólogo. A partir del US Open, los entrenadores pueden charlar con frases cortas cuando coinciden en el mismo extremo de la cancha. Antes, lo único que un entrenador podía hacer era sentarse y escuchar.

 

Cuando Murray se irrita por algo, como ocurrió en su derrota el jueves ante Grigor Dimitrov por la segunda ronda, Lendl y otros miembros de su equipo— ahora con luz verde para revisar videos y estadísticas en una tableta durante los partidos en Nueva York — pueden ayudar. Pero hay un problema.

«Es muy difícil entender lo que dicen, sin importar lo cerca que estés», dijo Lendl. «El ruido es tanto, que el 90% del tiempo no sabemos qué es lo que están diciendo». Es por eso que Novak Djokovic aboga para que las reglas sobre ‘coaching’ permitan que el jugador y el entrenador puedan hablar frente a frente durante un pausa del partido.

«A veces tenemos que alzar nuestra voz para que nuestro equipo nos escuche, o que nosotros le escuchemos, de lo contrario nos comunicamos mediante señales», Djokovic. «El ruido en la pista es tremendo».

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