Danny Willett encogió sus hombros, agarró el palo de golf y se lo devolvió a su caddie detrás del tee en el campo de Royal St. George’s.
Acababa de ejecutar lo que pensaba era un drive ideal durante su última ronda de práctica para el Abierto Británico hasta que una de las protuberancias de un campo que se parece a la superficie lunar lo desvió para dejar la pelota en el rough.
«Se fue a la izquierda», dijo Willett antes de sonreír. «¡No pretendía eso!».
Lo inesperado estará a la orden del día durante esta semana. Por primera vez en dos años, los mejores golfistas del mundo saldrán a un campo de links en este coqueto rincón del sureste de Inglaterra.
En algunos aspectos, este Abierto Británico marca el retorno a la normalidad para el golf. Unos 30.000 espectadores podrán desplazarse por los links de Sandwich cada día a partir de hoy. Será la mayor concurrencia de público en un major del golf desde la pandemia.
Un individuo con un overol de dragón observó la acción pegado a las sogas del sexto hoyo el miércoles, luego que sus amigos cruelmente lo engañaron para que se disfrazara.
Los gemidos de satisfacción o enojo que se escuchan a la distancia son una tradición del Open, y volverán a oírse.
El golf los echó de menos el año pasado, cuando su campeonato más antiguo fue cancelado por primera vez desde 1945 debido a la pandemia de coronavirus.
«Las grandes citas del deporte necesitan muchedumbres», dijo Martin Slumbers, el director ejecutivo del Royal and Ancient Golf Club.
Pero no deja de ser una semana diferente. Los jugadores tienen que acatar una estricta burbuja sanitaria por las restricciones del COVID-19 establecidas por el R&A, exponiéndose a ser descalificados si no las cumplen.
«Es quizás inevitable que tengamos algunos problemas», dijo Slumbers.
El torneo extrañará a Hideki Matsuyama, reinante campeón del Masters, y a Zach Johnson, el monarca del Abierto Británico 2015. Ambos renunciaron tras dar positivo por el virus. En tanto, Bubba Watson tuvo que desistir por haber estado en contacto cercano con un caso positivo.
Durante una ronda de práctica el lunes, Phil Mickelson se alarmó por la proximidad del público.
«Estaba como: ‘Me tienen que dar algo de espacio, yo no los conozco'», contó el inglés Nick Poppleton, quien jugó junto a Mickelson.
Ayer, otro espectador arrojó una pelota a Mickelson para que la autografiara. El campeón del PGA se la devolvió de inmediato, sin firmarla, limpiándose las manos con una toalla.
Y también hay que tomar en cuenta el campo de Royal St. George’s, despreciado por algunos y mal querido por muchos ante los dolores de cabeza que provoca. Las pelotas se pueden desviar fácilmente por el ondulado terreno en los fairways, los cuales pueden ser imposibles en condiciones secas y rápidas.
Los fairways del primer hoyo y el 17mo prometen ser lo más complejos, amén del cuarto, como Willett lo experimentó en carne propia.
«No es mi sitio favorito de la rotación (del Abierto Británico)», dijo Brooks Koepka.