Alfonso Mata
Al igual que en otros países, en Guatemala se declaran muertes por Covid-19 a personas que mueren habiendo dado positivo en la prueba de COVID-19, ya sea en el hospital o fuera de él. No creemos que exista una forma estandarizada en nuestro medio de incluir dentro de esas cifras, las muertes de víctimas del coronavirus no testadas, pero sospechosas de haber sido afectadas. Por lo tanto, si una persona no ha sido examinada antes de morir, las autoridades sanitarias no la cuentan. Por otro lado, en la mayoría de países las estadísticas no distinguen entre las personas cuya muerte fue causada directamente por COVID-19 y las que pueden haber muerto por una afección preexistente o por ambas enfermedades combinadas.
Declarar de qué muere alguien no es tarea fácil. A finales de diciembre 2020, el gobierno de Moscú admitía que el número de muertos por COVID-19 en Rusia era el triple de lo que había declarado. Es declaración votaba todos los informes anteriores y confirmaba muertes por covid-19 las señaladas por autopsias, pero los datos así dados son superados por una realidad en que el número de muertes supera significativamente la capacidad del sistema de hacerles a todos los casos autopsia.
Veamos más cerca el caso de Rusia tan controversial. En primer lugar, a diferencia de muchos países del mundo, en el 100% de los casos se realizan autopsias a los muertos con sospecha de coronavirus o enfermedad confirmada. La segunda característica es que en Moscú, se tiene en cuenta la relación de la influencia de la enfermedad subyacente y la competencia, o combinada, que conduce a la muerte. Cuando se identifican varias enfermedades, se debe analizar cuál fue la principal causa de muerte. Ellos distinguen muy claramente tres grupos de fallecidos, que tienen una prueba positiva para coronavirus. El primer grupo es donde COVID-19 es la principal causa de muerte. El segundo es donde la infección por coronavirus tuvo un fuerte impacto en la enfermedad y sus complicaciones, lo que provocó la muerte. Y el tercer grupo, aunque se ha diagnosticado, el coronavirus no es la principal causa de muerte, agregan los médicos rusos Ahí a partir de los resultados de la autopsia se hace un diagnóstico post mortem, que se registra en el certificado médico de defunción.
Esa manera de actuar en ese país, ha permitido generar lo que ya se conoce como el atlas de cambios patológicos en los órganos de los que murieron por coronavirus. La publicación registra toda la variedad de cambios patológicos en quienes murieron por la infección por coronavirus. La presencia de dicho atlas permite a los patólogos de todo el país, utilizar enfoques unificados para el diagnóstico post mortem. Con el proceso perfectamente obvio, verificado por la investigación de PCR durante la vida y con el correspondiente cuadro morfológico que sale de la autopsia, se hace un diagnóstico preliminar. En el proceso de investigación adicional, también envían frotis para la investigación de la PCR, y luego se corrige el diagnóstico. Hay aún más en el proceso de diagnóstico de muerte, existen métodos de investigación adicionales: histológicos, histoquímicos, bioquímicos, que aclaran el diagnóstico y estas tardan.
Pero hay otro dato que resulta útil para saber si existe subregistro en la información oficial y de la comparación de tasas de mortalidad. En Rusia se encontró que hasta abril del 2020, el aumento de las tasas de mortalidad de abril del 2020 y del año 2019, se ubicaba dentro de fluctuaciones anuales aceptables. Pero ya para finales del 2020, la oficina de estadísticas informaba un exceso de mortalidad entre enero y noviembre de 229,700 personas, un 13.8% más en comparación con el mismo período en 2019. Y luego de análisis numérico se concluía «más del 81% de este aumento de la mortalidad en este período se debe al Covid y las consecuencias de la enfermedad por el coronavirus”, es decir se hablaba de un poco más de 186.000 muertes.
De tal manera que hay que analizar más cuidadosamente los informes de morbimortalidad que está produciendo la COVID. Los epidemiólogos llaman la atención sobre el hecho de que un aumento en la mortalidad 2020 con las anteriores, puede estar asociado con una exacerbación de enfermedades crónicas, porque la inmensa mayoría de los que mueren en este momento son representantes del grupo de edad de 70 a 80 años a los que se les ha desatendido su control comórbido.
En nuestro caso, lo que si debemos estar claros es que los informes de gobierno no tienen nada que ver con una realidad de muertes en tiempo real o incluso con frecuencia en el último mes. La brecha entre la fecha de la muerte real del paciente por COVID-19 y el registro de esta muerte en el registro del c, es decir, la aparición en las estadísticas oficiales, puede llegar a ser de meses, variando también la forma de diagnosticar la muerte. No existe en nuestro medio un mecanismo que revele datos detallados sobre las fechas de hospitalización, muerte y registro de muerte por COVID-19 para casi todos los pacientes que han fallecido.
Lo cierto es que todos los días en todos los países del mundo se recuenta el número de casos y de muertes y que el número no cesa de parar aunque las cifras que se dan dejan dudas sobre su veracidad. Los resultados son resultados paradójicos que muestran que los sistemas de clasificación y control de causas de muerte son deficientes e incompletos. La mayoría de expertos se inclinan a pensar que existen subregistros no solo en Rusia sino en todo el mundo. Los demógrafos creen que los datos «rezagados» e incompletos del sitio oficial probablemente no sean una falla burocrática, sino de un sistema especialmente no construido para el control de una pandemia como la actual.
Lo único claro al momento es que están surgiendo nuevas pruebas y que a medida que se pueden comparar las tasas de mortalidad de un año a otro, se están haciendo reajustes sobre las muertes institucionales, asilos de ancianos y a domicilio. En otras partes del mundo, se han iniciado investigaciones locales que contradicen los informes presentados por las autoridades y en el nuestro ya hay muchas dudas. Aunque actualmente se dispone de poca información científica confiable, se estima que la tasa de letalidad del virus está entre el 2% y el 3%.
¿Qué es lo que dicen los expertos de la mayoría de países del mundo? durante una epidemia, “el reporte y procesamiento de información, incluso acelerado, se realiza con algunos días de retraso y no cubre todas las muertes. Se necesitan varias semanas o varios meses para poder contar todas las muertes con precisión”. A eso podemos añadir que ya en muchos países se cuestiona la misma sinceridad de las autoridades.
Por lo tanto, al leer los datos, es necesario tener en cuenta que el momento de notificación, control, verificación y actualización de los datos varía dentro del país y de período a período; esto puede implicar variaciones (crecientes y / o decrecientes) y diferencias tanto con los datos ya publicados en los informes anteriores, como con los datos publicados ahora y a futuro.
También se debe considerar que las diferencias en el porcentaje de muertes reportadas oficialmente y por departamentos, no deben interpretarse en términos de riesgo. De hecho, la letalidad depende del número de infecciones que ocurran en un marco temporal compatible con la posible observación del evento fatal. En este sentido, también debe tenerse en cuenta que la diferencia entre el número de infecciones y los casos notificados no coincide y varia pues las estrategias de acceso a las pruebas adoptadas durante la epidemia, distorsionan la comparación de letalidad y la incidencia.