Alfonso Mata
Al principio todas las noches, como si fuera informe de guerra, la nación era informada por el presidente de cuántas personas estaban infectadas con el coronavirus SARS-CoV-2, cuántas habían desarrollado COVID-19, se recuperaban y morían. Eso desapareció luego de cinco meses y actualmente solo los periódicos lo hacen. Es de destacar que medios y el MSPAS al nombrar el número de muertes, enfatizan indistintamente que murieron «por» o «con» el coronavirus.
¿Y qué dicen los patólogos sobre esto? De hecho, en teoría, ellos pueden, según los resultados de la autopsia, con más precisión que los médicos tratantes, determinar si una persona murió de COVID-19 o si la infección por coronavirus fue solo un fenómeno concomitante. En todo el mundo afectado por la pandemia del virus SARS-CoV-2, existe un debate médico y social sobre si las personas infectadas mueren «por» o «con» COVID-19. Las respuestas, en teoría, deberían dar los resultados de las autopsias.
En la etapa inicial de la epidemia de coronavirus, los organismos internacionales para coordinar la lucha, por razones de seguridad, recomendaron no autopsias de pacientes fallecidos con SARS-CoV-2 solicitando «evitar examinar órganos internos, realizar autopsias u otras acciones que causen fugas de aerosol». Luego vino el cambió de opinión, incluso se señaló específicamente la importancia de realizar autopsias con la mayor frecuencia posible. El argumentó cambio a «Esta es la única forma de establecer que el coronavirus afecta a muchos más órganos internos de los que podrían juzgarse por los primeros datos recibidos de médicos clínicos». ¿Que opinaban los patólogos desde el principio? Calificaron la primera medida como «un error lamentable», pues, las autopsias son muy importantes para aclarar el curso de las enfermedades, incluido el COVID-19.
A sabiendas de que de los muertos se puede aprender mucho para curar a los vivos, desde febrero o marzo en países como Italia y Alemania se realizaban autopsias a pacientes fallecidos diagnosticados con COVID-19. Una primera serie realizada en 65 pacientes muertos con diagnóstico de COVID en Alemania, llamó la atención mundial ya que los patólogos encontraron que aparte de la propia COVID-19, los cadáveres había y padecían de otras enfermedades. Así, 46 personas de esas, había padecido de enfermedad «pulmonar» en vida antes de morir, 28 tenían enfermedades de otros órganos internos u órganos trasplantados, 10 padecían diabetes u obesidad, 10 tenían cáncer, 16 tenían demencia y algunos pacientes tenían varios enfermedades. Esa conclusión inicial, alimentada con nuevas autopsias, fue confirmando los primeros resultados y afinándolos. Y poco a poco se fue formando entre el gremio médico y la población, el criterio de que ninguno de los que fallecían estaba enfermo exclusivamente con COVID-19, todos tenían otras dolencias: enfermedades cardiovasculares (en particular habían sufrido ataques cardíacos), presión arterial alta, aterosclerosis, diabetes, cáncer, insuficiencia pulmonar o renal, cirrosis del hígado, entre otros.
Pero existía otra forma de saber la verdad fuera de la tediosa patología. En medicina es usual combinar métodos para estudiar las enfermedades. Los italianos por ejemplo desde el inicio, se preocuparon por desarrollar extensas historias clínicas en los pacientes y de esa forma, los datos de las autopsias alemanas se correspondían bien con el informe del Ministerio de Salud italiano, que había recopilado de las historias clínicas de 1,738 pacientes que murieron con COVD-19, el dato de que el 96.4% de ellos tenía al menos otra enfermedad además de COVID-19 al morir y la mayoría de las veces fue hipertensión (70%), diabetes (32%) y enfermedades cardiovasculares (28%). La edad media de los fallecidos en Italia era de 79 años, en Alemania de 80.
Que se saca de esta comparación: Si los que murieron no hubieran contraído el coronavirus, lo más probable es que estas personas todavía estuvieran vivas la mayoría, aunque estas enfermedades reducen la esperanza de vida por consiguiente, algunas ya estarían muertas. Otra lección que deja esta historia de autopsias y buenas investigaciones clínicas es que: Las enfermedades crónicas como las del sistema cardiovascular, la diabetes, la obesidad, son cada vez más comunes entre las personas mayores de 65 años. En algunos lados, una de cada tres las padece. Lo cual claramente muestra que la proporción de personas en riesgo de morir si se infectan con el coronavirus es muy alta. Una tercera lección que dejaban estos primero intentos de explicación de la enfermedad COVID-19 es que: en la mayoría de los casos, estas enfermedades crónicas en sí mismas no representan una amenaza grave para la vida, pero junto con el coronavirus, se vuelven extremadamente peligrosas, especialmente entre más edad se tiene.
Ese trabajo de patología aunado a la clínica, le proporcionó al gremio médico tres enseñanzas sobre la enfermedad COVID-19, que resulta determinante para el tratamiento. Primero se conocieron las complicaciones más comunes causadas por el coronavirus: El daño a los pulmones, que comienzan por llenarse de líquido y, como resultado, dejan de enriquecer el cuerpo con oxígeno. En segundo lugar, las bacterias ante esos cambios en los pulmones proliferan en los pulmones afectados, lo que a menudo provoca inflamación y sepsis. Y la tercera complicación señalada fue una violación del proceso de coagulación de la sangre, como resultado de lo cual se forman coágulos de sangre, lo que provoca un colapso del sistema cardiovascular. En base a esos hallazgos se establecieron protocolos terapéuticos más precisos a emplear en los pacientes.
Entonces la gente debe saber que no es una enfermedad más como la influenza o la gripe, pues puede suceder que los pulmones de los pacientes con COVID-19 se vuelven de dos a tres veces más pesados de lo normal y adquieren un color cereza oscuro, lo que no ocurre con otros tipos de neumonía. El corazón pierde su forma y el virus se localiza solo en los vasos sanguíneos pequeños y no en el músculo cardíaco en sí. Además, el SARS-CoV-2 a menudo daña los riñones y el hígado, Todo eso no cabe duda, puede provocar una muerte dolorosa.
Según las observaciones de los patólogos, a veces una infección bacteriana se une al coronavirus y luego se desarrolla una neumonía purulenta en algunas partes de los pulmones. En este caso, los pulmones tienen un aspecto diferente: el pus sale de la superficie de la incisión y sale de los pequeños bronquios.
Como regla general, una infección por coronavirus conduce a la muerte de un paciente debido a un bloqueo repentino de la arteria pulmonar, por lo que la sangre deja de fluir hacia los pulmones, descubrieron los patólogos. En este caso, los pacientes «mueren dolorosamente, se asfixian».
Sin embargo, el virus también infecta el corazón. A menudo se vuelve flácido y parecido a un saco. «Si el corazón se eleva, cuelga y no mantiene su forma» causa un daño atípico al músculo cardíaco.
Qué tiene que averiguar el patólogo entonces. Es simple: ¿Covid o no covid? El resultado final depende de si encontramos ahi virus o no. Para ello, se realizan diagnósticos por PCR. Buscan una molécula de ADN del virus, para la cual toman muestra de pulmón, tráquea, tracto respiratorio y bazo. Lo envían al laboratorio de virología en donde buscan coronavirus utilizando sus propios métodos y ya. Una autopsia revela la causa de la muerte, ciertos cambios en los órganos, pero e insistimos: Covid o no Covid, está definido por la investigación virológica.
Las primera autopsias en personas con COVID en el mundo dieron las primeras pistas: Todos los que mueren de daño pulmonar por Covid están unidos por la edad; la mayoría de las veces mayores de 65 años. Cuanto más viejo, más a menudo. ¿Y diabetes? cuanto más avanzada sea la diabetes, más a menudo y obesos de igual forma. Entonces, logramos determinar los principales grupos de riesgo a morir por esta enfermedad.
No debemos olvidar que otro aporte valioso de los patólogos es que los resultados del examen post mortem de los que murieron por COVID-19 permiten hacer ajustes tanto en el diagnóstico de por vida como en las tácticas para tratar a los pacientes con el virus.