Alfonso Mata
Trabajan como caballos; son todo terreno; las horas del día les vienen sobrando. Son los que dentro de la profesión médica primero se dan cuenta de que algo anda mal con los diagnósticos, los tratamientos y las estadísticas pero…muchas veces callan.
El patólogo no solo ve pedazos del cuerpo humano, tejidos en fase moribunda, cadáveres compuestos y descompuestos. Al muerto o cadáver, como más le guste a usted llamarle, dedica solo el 5% de su tiempo total de trabajo. El resto lo dedica a trabajar el material que extrajo o extrajeron otros de vivos y muertos y a su examen macro e histológico (microscópico). También lidia con biopsias (tejidos afectados) obtenidas de tejidos durante operaciones quirúrgicas de personas vivas o de ese material que el médico quita en la clínica: verruga, lunar. Eso es el patólogo, alguien que debe examinar tejidos y órganos y sacar una conclusión sobre su buena calidad o malignidad. De tal forma que es más que el ayudante de su médico tratante. Es el que verifica un diagnóstico correcto y preciso o lo orienta.
Hay una especialidad dentro de la patología, que se convierte en cosa de película: la medicina forense. En este trabajo el patólogo se aventura con mucha precisión a establecer cómo se rompió alguien un hueso o cómo se lo rompieron y si eso que quedó descalabrado fue por un atropellón de carro o por un saltó desde una altura. Algo único en este trabajo es que habla y descifra el lenguaje de cada tejido, órgano, incluso cuerpo de células, lo que estas dicen qué les paso. Por supuesto que es interesante y difícil ayudar a los órganos de investigación o tribunal, en asuntos de carácter médico que explican anomalías e impactos cometidas por infractores de la ley y el efecto que eso tiene en diferentes tipos de personalidad y de cuerpos. Para un médico forense, su trabajo pasa de un primer plano o tarea de determinar la causa de muerte en casos de muerte delictiva, a un caso de sospecha de la misma, para determinar la gravedad del daño causado por la salud, la enfermedad del agredido y en mucho del comportarse del agresor y forma de actuar de este.
En resumidas cuentas, el trabajo de los patólogos no es en absoluto más fácil en términos de intensidad laboral o intensidad científica, que las de otras especialidades médicas.
No hay tampoco tales que es un funcionario con características de burócrata ¡no! Al igual que otros médicos, también se suelen quedar más tiempo extraoficialmente si necesita terminar de trabajar con la documentación. Lo cual, por cierto, pasa mucho. Y eso lo realiza bajo condiciones de alto riesgo, que el lego no suele visualizar, pues en su lugar de trabajo, la nocividad de las condiciones de trabajo, le expone a más riesgos: utiliza tintes no del todo inocuos, trabaja con productos químicos agresivos y los disolventes orgánicos que manipula, pueden provocar reacciones alérgicas, enfermedades del sistema respiratorio. Además, algo puede estar contaminado en un cadáver. En la juerga de forenses y patólogos suele decirse que dan leche a efectos nocivos.
Los pacientes no son agradecidos con los patólogos; por lo general no hay botella de buen vino para ellos; pero a la vez, los pacientes no se quejan del patólogo como del médico y del cirujano.
Lo más difícil para el patólogo, es el registro correcto de sus conclusiones y muchos de ellos son claros ante eso – no buscando excusas- «es imposible tener en cuenta una gran cantidad de información médica» pero el que mejor sabe hacer eso y sintetizarla, es el patólogo.
Por lo dicho, es evidente que no tiene menos responsabilidad en su trabajo que los médicos, que solo trabajan con vivos. La corrección de tratamientos, de diagnósticos, decisión de la justicia, puede depender de sus conclusiones.
No obstante lo anterior; de lo interesante que puede ser la patología para un médico fascinado por la investigación, hay en el mundo un problema de escasez de patólogos desde siempre.
Para los patólogos, enfrentarse a los cadáveres de coronavirus no fue novedoso ni representó cambiar de look. Ellos en general, con infecciones particularmente peligrosas antes de COVID-19, ya usaban trajes de peste. Esta no fue una gran noticia. Ellos a diario usan trajes dentro de los cuales hace calor y les duele la espalda al estar de pie en ese traje durante 4-6 horas. El cirujano al igual, se pone esa especie de sudadera con capucha y la máscara todos los días. Y no puede decir: «¡Estoy cansado de todos y ahora voy a operar desnudo!» Este es su trabajo.
En estos momentos, al igual que lo que sucede con todas las especialidades de la medicina, el trabajo del patólogo es también contra el reloj y contra barreras.
Por lo general, el cuerpo debe ser examinado dentro de los tres días pos morten, pues sufre cambios con la putrefacción que empieza inmediatamente de la muerte. La congelación estropea el tejido, esto no está permitido. Y tales procesos de descomposición a nivel microscópico, destruyen toda la imagen que se quiere ver en el microscopio. Algunas cosas se hacen cuesta abajo. Antes de ir a la morgue, cualquier cadáver debe permanecer en el hospital durante horas; después de este tiempo, aparece rigor mortis y manchas cadavéricas. Además, para que los resultados de la autopsia sean más precisos, el tiempo cuenta y es valioso pero no puede ser inmediato a la muerte. Si abre una persona viva, allí comenzará a desarrollarse una reacción inflamatoria. Pinche con una aguja su dedo y se pondrá rojo. Esto trae una afluencia de leucocitos, algo más, distorsiona la imagen.
Algo que es motivo de mucha discusión. No hay autopsias nocturnas. No hay necesidad de anatomía patológica para esto. ¿Cuál es la necesidad de urgencia? Y en la práctica forense en muchos lugares del mundo, esto está prohibido por ley. El estudio debe realizarse a la luz del día. Ninguna lámpara ha reemplazado todavía el espectro completo de luz solar. Puede ser brillante, puede deslumbrar, cambiar la reproducción del color. La hemorragia puede volverse roja, o puede ser amarilla, verde, de diferentes formas. Y solo la luz del día da toda la paleta.
Quitemos pues el prejuicio más grande incluso en el gremio médico. El patólogo no es un carnicero. Antes de ir a abrir, se familiariza con los documentos médicos que detallan el historial médico de un paciente: cómo comenzó, qué quejas, qué análisis se realizaron, sus tratamientos. Puede suceder que en una infección atípica por coronavirus con lesiones intestinales, allí deba mirar los intestinos. Entonces debe escarbar y entender la historia de la enfermedad antes de actuar. Solo después de esa familiarización, se lleva a cabo la autopsia. Tres cavidades: cráneo, tórax y abdomen sin falta. Existe una ley sobre el procedimiento para realizar investigaciones patológicas, donde todo esto se establece con suficiente detalle. El cráneo se abre y se examina diferente al tórax y este del abdomen y si hay múltiple trauma, tiene que buscar algún tipo de coágulos de sangre en los vasos de las extremidades y otras cosas.
Para terminar, un poco de la buena sabiduría popular. Hay cuatro tipos de médicos: Algunos no saben cómo, pero lo saben todo: son terapeutas. Los segundos no saben nada, pero pueden hacer todo: son cirujanos. Los psiquiatras no saben nada y no saben cómo. Y hay médicos que lo saben todo y pueden hacer de todo, pero la gente llega a ellos demasiado tarde: son patólogos.