Alfonso Mata
Entender
Siempre nos espantan los números en su valor absoluto. Estados Unidos lleva más de un cuarto de millón de muertes, nosotros vamos a llegar a cinco mil ¿Qué impacto puede tener eso? Nos olvidamos que hay pocas enfermedades que sean tan dramáticas como para arrasar con todos y también de las matemáticas. El coronavirus está matando a 8.9 personas por diez mil habitantes en USA y en Guatemala 2.5 ¿Qué pena entonces? Pero nos olvidamos también que la población más vieja en Estados Unidos es en proporción mayor que en Guatemala (el doble) y que el subregistro de muerte y casos en Guatemala es sumamente alto. Conclusión, estamos en desventaja y entonces las cifras de letalidad se emparejan.
Es importante entender que aunque la problemática que está produciendo el COVID-19 es similar entre naciones, no lo es su magnitud y sus consecuencias socio-financiera y la forma de prevenirla, pues vivimos en medios sociales y ambientales diferentes en que las relaciones establecidas en estos dos mundos social-ambiental favorece o desfavorece la propagación del virus. Ya el gran Virchow, renombrado médico alemán del siglo XIX nos advirtió “las epidemias a veces aparecen y veces desaparecen….La historia de las epidemias es por lo tanto, la historia de los trastornos de las culturas humanas”. Una epidemia tiene un origen biológico que va de la mano de lo cultural en todas sus manifestaciones: origen, aparecimiento, trasmisión, contaminación. Las diferentes culturas y sus manifestaciones la favorecen o no en cuanto magnitud, daño y muerte que ocasionan. Es entonces necesario saber que la magnitud y el patrón que adquiere una enfermedad, es un reflejo de cómo vive la gente y de sus circunstancias sociales, económicas y ambientales y estos factores pueden cambiar con rapidez.
Desafortunadamente nuestras redes epidemiológicas e informativas del sistema de salud nacional son muy malas en calidad y cantidad y no contemplan estudios ni análisis serios al respecto.
Prevenir
Un tema de alta discusión acá y en China. La población sigue, en muchos casos producto de una cultura enmarcada dentro de la pobreza, en que el sentimiento profundo ante la salud sigue la máxima de Mateo “Así que no nos afanéis por el día de mañana…a cada día le basta su contrariedad” una forma universal de pensamiento cuando la vida diaria se centra en la sobrevivencia, en vivir el día y pasarlo.
Otra forma de sentimiento provoca la forma de pensar respecto a preocuparse por problemas distantes (lo fuera de mí y mi familia) que puede o no materializarse en mí y que no aportan nada fuera de mí. El resto ¿para qué?. Un pensamiento muy dado en clases económicas medias y educadas. Para qué cómo médico voy a tomar responsabilidad más allá de la persona enferma o aún más, en relacionarme con alguien que pueda enfermar (persona a riesgo). Los políticos, otro ejemplo, rara vez se preocupan por algo de la salud que no tenga que ver con el voto, el proselitismo o el reconocimiento social y en la actualidad con los negocios (propios) a través de lo público; más bien ellos en muchas oportunidades, son factores de riesgo y de daño.
Así, la preocupación por el futuro, solo en algunos se convierte en algo de lujo, pues la mayoría debe solucionar lo de un hoy y ahorita. Para otros, es una forma pobre de atender situaciones que les mantiene un estatus no una buena inversión y para los políticos si va cargado de beneficios: poder-negocio ilícito.
Resulta entonces evidente que el mundo de la prevención si se quiere montar adecuadamente tiene que organizar y alinear esas formas de pensamiento hacia un rumbo de prosperidad a todos. Difícil en una estructura pública y privada como la que tenemos en donde inequidad y desigualdad de todo tipo permea estilos y modos de vida tan diferentes, en que el interés por la salud, por una vida saludable y un ambiente sano, tiene diferentes compresiones, interés y connotaciones. Ante tanta disyuntiva, solo cabe algo que nos une a todos: es mejor estar sano que enfermo y enfermo que muerto.
Lo claro en lo que hagamos
Ante grupos sociales tan diversos, no pueden existir alternativas de solución iguales ni en términos sociales ni económicos y por tanto de salud. El éxito del control del contagio de la COVID-19, para muchos significa posponer su problema de sobrevivencia con deterioro de su salud (desnutrición) y eso puede tener en una gran parte de la población un resultado paradójico: aparecimiento y evolución de nuevas enfermedades y carga económica y asistencial en los sistemas de salud.
Por consiguiente desde el punto de salud solo podemos guiarnos de una idea: reducir la tasa de incidencia del coronavirus (aparecimiento de casos) en todos los estratos de población, que significa actuar directamente en cada sector de población con diferentes medidas y estrategias.
El costo por todos lados
Los argumentos económicos dentro de la salud, hay que verlos desde varias situaciones: en personaje que es la población en cada uno de sus estratos incide de manera diferente el Coronavirus, ya sea directamente (a través de enfermedad, complicaciones, muerte y restricciones del aislamiento social) indirectamente (menos control de trasmisión y contactos, más hospitalizaciones, más daño, más costo) y dañando la producción nacional y fortaleciendo el daño político (malversaciones y robos). De tal manera que bajo el titulo atención sanitaria prevención y costo, se esconde una multiplicidad de situaciones económicas que vale la pena analizar por separado a fin de determinar la realidad de gastos y ahorros en cada una de ellas. La muerte por ejemplo de un adulto productivo, significa la perdida de muchos años productivos y de ingresos y bienestar de la familia.
Colaboración del público
Ironía y resentimiento contra la población, suelen ser elementos de justificación del sistema de salud, cuando fracasan sus estrategias y sus actos errados. No tenemos otra alternativa, si queremos salir bien parados, ya sea del COVID-19 o de otras pandemias, que poner sobre la mesa el problema con honestidad y sinceridad. Ante cualquier problema de salud, dos son los personajes y actores de la situación El sistema de salud y la población. Ni el cenáculo de profesionales de la salud y menos el político, podrá poner alto a la problemática epidémica sin contar con la población, tanto despertando su curiosidad interés y conciencia como su responsabilidad y todos a la vez, deben jugar su papel de intermediarios-beneficiarios entre los remedios conocidos y los daños y limitaciones que se tienen y eso va más allá de ver la salud pública como comerciante y comercio por el Estado, sino como mediador de una problemática social, en donde todos somos artesanos de un mismo problema.
En todo de anterior se puede partir de un principio: los conocimientos actuales disponibles, en buenas manos y adecuado uso, son suficientes para menguar el problema, si se ponen en práctica como debe ser y con una única finalidad: frenar y controlar la transmisión para conseguir grandes ganancias para todos y frenar esas escandalosas e injustas desigualdades y todo lo que impide hacerlo. Eso que trasciende el campo de la salud introduciéndose dentro de la economía nacional y la seguridad social, necesita en primer lugar una lucha frontal contra la razón deplorable de la corrupción estatal y en segundo plano contra la ignorancia generalizada y la falta de entendimiento de los problemas epidémicos y su enfrentamiento, que se inicia con la lucha contra la actitud deliberada de oposición en defensa de intereses adquiridos, que usan el sistema de salud y a la población para sus fines. Cambiar un estilo de vida que favorece a una mala salud, implica costos personales y estatales que suman y eso, una valoración de la salud.