Covid en el futuro. Foto la hora: AP

Alfonso Mata

Hemos vivido un enfrentándonos a un patógeno único en su generación. Debemos reconocer que algo hemos hecho para ayudar a prevenir los peores resultados y la peor epidemia basándonos en las primeras estimaciones que tuvimos y evitar las peores consecuencias. Pero también debemos reconocer que pagamos un alto precio y lo seguiremos haciendo, tanto en lo económico, como en salud pública en términos de las implicaciones de la mitigación y del cierre pues hubo algunas malas decisiones y otras que no se tomaron y no puede dejar de decirse que hubo malas consecuencias en ambos lados del problema. Pero creo que la ciudadanía lo hizo con los ojos bien abiertos y sabiendo lo difícil que sería este camino y las consecuencias que tendría. Y ahora estamos ante desafíos grandes por delante.

HS: ¿Cuál es el panorama?

AM: No estamos fuera de peligro. Este va a ser un camino muy largo. La gente, con razón, quiere saber cuándo va a terminar esto, y la respuesta es que puede que no termine por mucho tiempo, hasta que podamos vencer completamente este patógeno con nuestra tecnología y políticas. Tanto la una como la otra necesita de reenfoque.

Tenemos que seguir en guardia: esta puede ser una infección que nos acompañe a perpetuidad, que se vuelva endémica, pero depende de nosotros que se convierta en algo con lo que podemos vivir y conquistar con vacunas y con terapias. Pero mientras tanto –y esto no parece que lo entendamos- hasta que lleguemos allí, hasta que obtengamos esa tecnología, tendremos que definir una nueva normalidad. Y hasta que tengamos esos mejores medicamentos y una vacuna, necesitamos definir una nueva normalidad en la que podamos volver a las cosas que disfrutamos, podamos volver al trabajo.

HS: Los problemas de lo que viene

AM: En todo ello resalta que: vamos a tener que hacer las cosas de otra manera. Y tendremos que hacerlo de manera que apliquemos más vigilancia a lo que hacemos. A la par de ello, tendremos que sacrificar ciertos lujitos y gustos e imponer ciertas cosas que harán la vida diferente. Y vamos a tener que hacer las cosas con más seguridad que antes y con más conciencia del riesgo de infección viral.

La desconfianza impera a nivel nacional. Aunque el gobierno diga que hay muchos signos de progreso, cuando miras los datos en términos de la cantidad de nuevos casos diarios y la cantidad de muertes, uno duda ante la realidad que se vive fuera, uno duda de la reducción de las tasas de positividad.

Entonces es evidente que se hace difícil evaluar señales de progreso, señales de que la mitigación está funcionando y en dónde. Creo que deberíamos –gobierno y ciudadanía- centrarnos en planes de riesgo reducido. Tenemos que centrarnos en las comunidades en riesgo, las personas que carecen de acceso a las pruebas y una buena atención debido a los lugares donde trabajan o viven. En los lugares y las personas que tienen un mayor riesgo de contraer la infección. Tenemos que intentar ofrecer una guía reflexiva para las empresas sobre cómo reabrir de forma segura, como mantener actividades recreativas.

HS: ¿Qué necesitamos para atender lo que viene?

AM: Necesitamos invertir en herramientas de salud pública de cómo rastrear y tratar de abordar el trabajo de salud pública bajo esos términos. Este es un patógeno altamente infeccioso. No vamos a atrapar a todos, no vamos a poder rastrear todos los casos. Pero tenemos que hacer el máximo esfuerzo para menguar su transmisibilidad y daño. Pero incluso si podemos rastrear una fracción significativa de los casos, eso podría ser suficiente para evitar que esta epidemia se expanda, y tenemos que intentarlo. Estas son las herramientas en las que tenemos que apoyarnos ahora. A medida que nos alejamos de la mitigación basada en la población, debemos avanzar hacia las intervenciones basadas en casos y apoyarnos en ellas.

Mucho de lo que se debe hacer depende y parte de la generación de mejores datos. Datos sobre cómo orientar estas intervenciones de manera más eficaz; datos sobre quiénes se ven afectados de manera desproporcionada por la infección; datos sobre cómo realizar las pruebas en los entornos comunitarios donde se tendrá el mayor impacto. Datos sobre qué hacer y cómo con la gente.

Todo lo anterior es urgente y necesario hacerlo, porque no todo el mundo corre el mismo riesgo y necesitamos identificar los grupos que están en mayor riesgo y asegurarnos de que estamos haciendo bien las cosas con ellos y que los servicios y recursos en esos entornos son los apropiados.

HS: ¿Qué datos efectivos necesitamos para tomar decisiones de manera más inteligente y efectiva?

AM: Creo que lo que ha sido impresionante durante toda la pandemia es los datos diarios. Pero por otro lado, lo que ha sido impresionante es lo difícil que ha sido ir más allá de la notificación de casos y la notificación de muertes y también lo difícil de su confiabilidad y suficiencia. Por ejemplo, a medida que ampliamos las pruebas, inevitablemente encontraremos más casos. Por tanto, la tendencia en los casos se vuelve muy difícil de interpretar. Tampoco los rastreos son uniformes ni los recuentos en los hospitales y unidades asistenciales. Necesitamos enfrentarnos en dos campos y coordinarlos. Realmente debemos conocer la diferencia entre las pruebas de las personas que se presentan en un hospital o clínica con síntomas y las pruebas en las comunidades, donde buscamos de manera proactiva grupos en riesgo, grupos vulnerables o rastreo de contactos. Esa información y análisis básico no está disponible actualmente. Creo que es posible que necesitemos empezar a pensar en otras estrategias innovadoras, que van más allá de los datos de prueba y de hospitalizaciones e informes de casos.

También necesitamos aclarar la epidemiología nacional al respecto. En países donde se han preocupado por mejores controles, ha surgido las inequidades en: raza, sexo, edad y las disparidades étnicas; la cantidad de personas que dan positivo en la prueba y mueren. En nuestro medio, los datos socio culturales son lamentablemente incompletos, incluidos los datos sobre muertes y complicaciones. Por lo tanto, significa que es difícil, al igual que con las pruebas, colocar información para una adecuada toma de decisiones e incluso, todavía no hemos logrado que las pruebas alcancen los niveles que deberíamos tener para estar seguros de que reflejan la prevalencia en la población del COVID-19. Tampoco tenemos los datos.

HS: ¿Por qué ha sido tan difícil obtener buenos datos porque se siente como una frustración?

AM: Incapacidad e intereses de otro tipo. Miles han sido infectados, otros tanto han sido hospitalizados. Pero no tenemos informes sistemáticos sobre la experiencia clínica y colectiva.

HS: ¿Tiene alguna idea de por qué ha sido difícil?

AM: Se supone que el registro de salud electrónico solucionaría esto, pero creo que esto en nuestro medio es extremadamente decepcionante. Entonces, en un entorno de atención primaria donde tiene un médico que realiza la intervención, un sistema diagnóstico que puede tener una especificidad muy buena pero que no tiene una sensibilidad perfecta podría ser perfectamente apropiado porque ese médico, en ese entorno, si obtiene una prueba negativa pero sospecha que el paciente tiene coronavirus, enviará una prueba de PCR confirmatoria y podría trabajar con el paciente y sus contactos. Se necesita con urgencia implementar esos sistemas de punto de atención. La PCR puede ser una muy buena plataforma para las pruebas de confirmación. Y también para realizar algunas pruebas primarias, especialmente en entornos en los que necesita un resultado definitivo, donde se necesita una alta sensibilidad.

HS: Un punto importante de riesgo

AM: En las decisiones hay que partir de un hecho: en estos momentos, COVID-19 se ha convertido en una enorme crisis de seguridad para los trabajadores. Y las comunidades con la tasa de infección más alta, y aquellas donde las tasas de infección están aumentando rápidamente, son aquellos lugares donde la epidemia está siendo impulsada por exposiciones basadas en el trabajo. Se tiene que tener pruebas exhaustivas en algunos lugares de trabajo: las industrias farmacéuticas, de alimentos, almacenes, plantaciones, granjas, algunos otros lugares de trabajo. Pero se hacen muy pocas pruebas en muchos lugares de trabajo. Y en su mayor parte, y esta es una parte igual del problema, no existe un vínculo entre la salud pública autoridades y muchas de las pruebas que se han realizado.

Necesitamos, además de buenas pruebas, una especie de sistema de vigilancia en el lugar de trabajo donde se identifique donde se están produciendo transmisiones y trabajar de la mano con el sistema de salud y otras agencias, para averiguar qué debe suceder de inmediato en ese lugar de trabajo porque creo que ahí es donde ocurren muchas de estas transmisiones.

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