MARÍA INÉS ALVARADO
¡Hola! Mi nombre es María Inés Alvarado, tengo 17 años y soy una adolescente que vive con diabetes tipo 1. Día a día lucho para mejorar y para tener una mejor vida, para poder llegar a la edad en la que decida tener hijos y mostrarles a ellos que sin importar los dolores, las penas o la enfermedad que tengan, uno puede cumplir sus metas y sus sueños pasando maremotos y terremotos físicos y emocionales. Quiero mostrarle al mundo que uno sí puede vivir con diabetes. Planeo cambiar el mundo por medio de mi diabetes, sacarle todo lo bueno que pueda y sentirme orgullosa de ser diabética.
Hace 13 años fui diagnosticada con diabetes tipo uno. Al principio nadie sabía qué era lo que me pasaba. Me internaron un día sin que nadie supiera cuál iba hacer mi diagnóstico. Luego de realizarme muchos exámenes que me hicieron llorar, patalear y saber cuántas cosas más, eso de puro miedo, los doctores llegaron a la conclusión de que tenía diabetes tipo uno. La diabetes del tipo que tengo (que se solía llamar diabetes insulino-dependiente o diabetes juvenil), el páncreas no puede fabricar insulina. El cuerpo puede obtener glucosa procedente de los alimentos, pero la glucosa no puede entrar en las células, que la necesitan para funcionar. La glucosa permanece en la sangre, lo que hace que las concentraciones de azúcar en sangre aumenten demasiado y generen problemas de salud.
Creo que mi calvario real empezó cuando dejé por primera vez el hospital. Pueden ustedes imaginarse lo complicado que es para una niña de cuatro años, volver a aprender a comer y a comer sano, a comer cosas que yo en mi corta vida había probado y quitarme lo que más gusta a los niños. Pasé dos semanas en el hospital y fue un proceso agotador y difícil para mi familia y para mí. Pero a esa primera experiencia, seguirían años en que tanto yo como mi familia a veces flaqueábamos. Ver sufrir a los padres es doloroso y créanme uno se da cuenta perfectamente de niño de ello y agarra sentimientos de culpabilidad.
Entonces debo decirles que con el paso del tiempo, las cosas no se pusieron nada fáciles. Aunque estaba controlada, eso no me quitaba que no tuviera dudas y que protestara constantemente contra mis padres y el mundo. ¿Por qué yo no podía comer pastel, galletas o helado?, ¿Por qué siempre tengo que hacerme el glucómetro e inyectarme? ¿Por qué yo, por qué no alguien más? Y hasta ahora, sigo teniendo las mismas dudas, pero sé que todo pasa por algo aunque no puedo aceptarlo por ratos y con la ayuda de mi familia y de mis doctores, he ido aprendiendo que la diabetes es un estilo de vida y no una enfermedad como todo el mundo la llama. Pero, y en eso está lo difícil, es un estilo de vida solo para algunos y al no ser normal para todos, ahí viene el problema, ya que la decisión de cuidar mis niveles de azúcar, hacer ejercicio, comer saludable e incluso hasta cuidar mis horas de sueño, es una decisión que yo tomo y debo tomar cada día para mejorar mi calidad de vida y eso choca con lo que otras gentes hacen: padres, hermanos primos y uno se siente un poco rechazado y muchas veces desespera a padres y gentes y le hacen a uno cierto rechazo. Los niños enfermos son más susceptibles que los adultos y eso lo deberían entender los profesores, padres y todos.
No puedo decir que al llegar a la adolescencia y mis últimos años han sido fáciles, esta edad en que cualquier emoción te agita, te desespera e intranquiliza, en que nuestro comportamiento se vuelve, como dicen, de vidrio, siempre estás rajada, he estado un poco más descontrolada y he tenido altos y bajos, pero siempre intento mantenerme bajo control. El apoyo incondicional de mi familia, es algo que siempre me ha ayudado a mantenerme estable, aunque a ratos ellos flaquean y los desespero un poco y ellos me desesperan. Los padres de los niños y jóvenes diabéticos, deberían ser entrenados para entender y saber cómo manejar a los niños y adolescentes con enfermedad crónica. Cada día me levanto con la oportunidad de mejorar mi estilo de vida y lo intento, aunque a veces sea difícil, sé que algún día llegaré a ese peso perfecto, a llegar a tener esa dieta balanceada y a poder decir con orgullo que tengo diabetes.
Aún no se sabe la causa de mi diabetes, ya que tengo familia de parte de mi abuelito materno que tiene el gen. Yo solía decir que era porque comía mucha azúcar, lo cual es cierto, pero al final, no se sabe la razón exacta de mi diagnóstico. A lo largo de estos trece años que llevo viviendo con la enfermedad he cambiado unas tres o cuatro veces de insulinas. Actualmente utilizo dos insulinas, una de acción rápida que me inyecto cuatro veces al día y una de acción lenta que me inyecto una vez al día (por la noche). Cabe mencionar que no todos los diabéticos tipo 1 utilizan las mismas insulinas, mi tío que fue diagnosticado 3 años después que yo, que también es tipo 1 no utiliza las mismas insulinas que yo utilizo.
Soy de las personas que opina que todos manejamos la diabetes de diferente manera. Para algunas personas es muchísimo más fácil, pero para otras es más difícil, ya que siempre está la duda de qué pensará la gente de mí, si se enteraran que tengo diabetes. Para mí eso sucede la mayoría del tiempo, es bastante incómodo ir a un lugar público como a un restaurante, por ejemplo, y que las personas se me queden viendo solo porque yo me estoy haciendo mi glucómetro o necesito inyectarme. Pero he conocido a diferentes personas que esto les da igual.
A veces me gustaría que las personas con las que convivo normalmente se dieran cuenta que ser una adolescente con diabetes en pleno siglo 21 no es nada fácil. Es bastante difícil decir que tengo diabetes para mí, incluso a veces evito contar esto a las personas, ya que en varias ocasiones me han hecho burla o echo de menos por esto, o incluso hasta dejado de hablar. Pero he aprendido con el tiempo, que estos problemas son parte de vivir con la diabetes y que debo de afrontarlos de la mejor manera posible, porque al final, esos comentarios y actitudes negativas de la gente solo me harán daño a mí y yo no necesito eso en mi vida. Gracias a eso me he convertido en una persona muy fuerte y definitivamente es una de las ventajas de la diabetes: uno aprende a ignorar lo negativo y también a que la vida debe de seguir sin importar lo que los demás piensen de uno.
Uno de mis propósitos en la vida es poder ayudar a los adolescentes y niños que también padezcan de esta enfermedad. Me gustaría que sepan que no están solos, que, aunque sientan que no hay luz al final de túnel, siempre la hay. Y lo más importante, me encantaría que se amen a sí mismos y que esta ¨enfermedad¨ no define quienes son como personas, y que la diabetes no es un obstáculo o un impedimento para que ellos logren lo que se propagan.