Alfonso Mata
I. Condiciones
Reducción de penas a condenados por femicidio; entre dicho de derechos ganados por las mujeres; ambientes educativos y laborales hostiles favorecedores del acoso; mayor cantidad de perpetuadores y de sus objetivos y blancos; justicia casi siempre con desaciertos, para calificar comportamiento no permisible. Todo eso, se aúna en Guatemala y el resto del mundo, para que se dé y se expanda el acoso sexual. Si a lo anterior añadimos toda una serie de conductas laborales y educativas discriminatorias, que afectan más a las mujeres, podemos inferir que centros como los educativos, son caldo para la persistencia del acoso sexual.
En Guatemala, son pocos los estudios al respecto. La asociación de estudiantes universitarios en febrero 2018 lanzó un comunicado haciendo ver la poca atención que merecía el problema. Las tesis universitarias de pre y posgrado sobre el tema demuestran que en las universidades, la mayoría de casos de acoso proviene de compañeros: una de cada dos mujeres lo ha sido por ellos y una de cada tres por personal de la universidad, y solo un tercio de casos de acoso lo consideran las afectadas simple accidente. Estos resultados coinciden con los internacionales y en general el acoso se acompaña de otros elementos de discriminación: etnia, grupo social, nivel económico. Es también evidente, que en el sistema universitario se da el acoso sexual entre miembros facultativos: “mija, somos pobres así que tenés que aguantar, necesitamos tu salario para sacar adelante a tus hermanos”, decía la madre de aquella psicóloga. Resultados del acoso: hostilidad, exclusión, asalto corporal (manoseo) tratamiento laboral y rendimiento académico condicionado a actividad, es en las universidades un secreto a voces, rara vez sancionado, a menos que se tenga una evidencia audio visual: “yo la entiendo doctora, pero usted también debe entenderme, él no solo nos trae pacientes sin contratos con instituciones, ¡evítelo! y tenga paciencia”, diálogo de doctora a doctora.
Impresiones académicas
Una docente universitaria, al preguntársele sobre el origen del problema piensa: ”lo que pasa es que todos los sistemas educativos, han sido hechos para formar hombres; lo educativo, lo laboral, son dominados por principios y culturas que privilegian al hombre” Otra profesional añade “la universidad se mueve a través de puestos jerárquicos, en unas carreras más que en otras, los ambientes más expuestos a acoso sexual, son aquellos en que su organización es jerárquica por naturaleza y en esto destaca la carrera de medicina: jefes de departamento, jefes de sala, residentes, internos, externos, estudiantes y al final de la cadena las enfermeras. Una ingeniera afirma: las ideas “del trabajo ideal” han permeado la academia y esta figura es la del profesional sin límites de tiempo en lo laboral, que no tiene que ver con responsabilidades familiares. La discriminación por responsabilidad familiar es alta y se hace presente y eso aunque existan leyes normas y reglamentos contra ello, estamos limitadas en empleos y avances profesionales y eso constituye una fuente importante para que se den casos de acoso quid pro quo, es decir, una cosa por otra.
Una profesional de arquitectura, en su trabajo de tesis señala “El acoso sexual se sufre dentro de la Universidad de parte de estudiantes, catedráticos, personal de seguridad, vendedores ambulantes, etc. Es necesario que se aborde este tema, ya que la población femenina lo sufre en silencio.”
Por otro lado, una autoridad universitaria es enérgica en su apreciación del acoso: “Lo que es especialmente desalentador acerca de esta situación, es que al mismo tiempo que se invierten tanto dinero y energía en atraer y retener mujeres en los campos de la educación superior, parece que el sistema a menudo lo que hace es intimidar o expulsarlas. En los casos cuando permanecen, su capacidad para contribuir y avanzar en su campo puede verse limitada como consecuencia del acoso y cuando denuncian, la cosa se les pone cuesta arriba: la represalia y la traición que experimentan después de informar formalmente el acoso, es castigarlas de mil formas”.
Lo que aún no entienden las universidades y muchos universitarios es la ilegalidad del acoso –argumenta una abogada. El acoso sexual se vuelve ilegal, cuando crea un ambiente hostil (acoso de género o atención sexual no deseada lo suficiente como para alterar las condiciones de empleo, interferir con el desempeño laboral de uno o impedir la educación o cuando se considera quid pro quo acoso sexual (cuando el tratamiento profesional o educativo favorable está condicionado a la actividad sexual). Además, cualquier acoso sexual que involucre asalto sexual, también es ilegal. Eso no forma aún una cultura antiacoso, en el mundo académico.
Una opinión bastante general de las autoridades universitarias y las investigaciones al respecto es que cuando las estudiantes experimentan acoso sexual, los rendimiento declinan, hay disminución en la motivación para asistir a clases, mayor absentismo escolar, dejan las clases, prestan menos atención en clase, logran calificaciones más bajas, cambian consejeros, cambian de carrera o se trasladan a otra institución educativa o abandonan para siempre.
Por otro lado, el acoso sexual socava el logro profesional y educativo de las mujeres y su salud mental y física. Cuando las mujeres experimentan acoso sexual en el lugar de trabajo, los resultados profesionales incluyen disminuciones en la satisfacción laboral; retirarse de su organización (es decir, distanciarse del trabajo ya sea física o mentalmente sin abandonar realmente, tener pensamientos o intenciones de dejar su trabajo, y de abandonarlo); disminuye el compromiso organizacional (es decir, se siente desilusionado o enojado con la organización); aumenta el estrés laboral y enfermedades y declina rendimiento.
El efecto acumulativo del acoso sexual, es una pérdida de talento significativa y costosa para todos, estudiantes o profesionales, lo que tiene consecuencias para el avance del bienestar económico y social de la nación y la salud de sus ciudadanas.
Algunas causas
Dentro del ambiente académico, se han señalado cuatro aspectos que en su momentos pueden funcionar como propiciantes del acoso y que pasan desapercibidos por las autoridades debido al silencio tanto de los acosados como de los que no: (1) la dependencia de los estudiantes de asesores y mentores para el avance educativo o profesional; (2) el sistema de meritocracia o no, que no toma en cuenta las disminuciones en la productividad y la moral como resultado del acoso sexual; (3) la cultura «machista» y (4) la red informal de comunicaciones, a través de la cual se difunden rumores y acusaciones dentro y fuera; “los estudiantes ya viene amañados –nos dice una decana.
Al menos cinco factores crean las condiciones bajo las cuales es probable que ocurra acoso sexual en el mundo universitario y académico:
1. A menudo se percibe una tolerancia para el acoso sexual tanto dentro como fuera de aulas y lugares de trabajo, que funcionan como predictores potentes del acoso sexual. El grado en que el ambiente tolerante se relaja, refleja la falta de compromiso con cualquier forma de comportamiento de acoso sexual (desde expresar cualquier forma de acoso de género hasta hacer cualquier tipo de avance sexual no deseado) factor crítico para determinar probabilidad de que ocurra acoso. La evidencia sugiere que el clima laboral y estudiantil es visto como intolerante al acoso, cuando los acosadores (aún los verbales e informáticos) no son apoyados y protegidos por grupos; cuando los casos de acoso se investigan de manera justa y oportuna, con el debido proceso tanto para los acosados como para los presuntos hostigadores; cuando los que han cometido acoso son castigados apropiadamente; y la comunidad del campus recibe regularmente información sobre cómo la institución maneja/atiende las reclamaciones y disciplina a quienes han violado las políticas al respecto. Estas son formas importantes de demostrar y declarar que el acoso sexual se toma en serio y es inaceptable bajo ninguna circunstancia.
2. Ambientes donde los hombres superan en número a las mujeres el liderazgo está dominado por los hombres y / los empleos u ocupaciones se consideran atípicos para las mujeres. En estos casos, hay incidentes más frecuentes de acoso sexual. En muchos campus, en la mayoría de los casos, los hombres ocupan puestos de autoridad (como decanos, jefes de departamento, investigadores principales y asesores de disertación) y las mujeres ocupan puestos subordinados como docentes de la carrera inicial, estudiantes graduados y postdoctorados.
3. Los entornos en los que la estructura de poder de una organización es jerárquica, con fuertes dependencias de aquellos en niveles más altos, estos tienen más probabilidades de fomentar y sostener el acoso sexual. Además, cuando el poder está altamente concentrado en una sola persona y el éxito institucional o departamental depende de ella, es más probable que los estudiantes o empleados silencien y teman revelar el comportamiento de acoso, por el impacto negativo que en sus vidas y carreras pueda tener ello.
4. Los juristas reiteradas veces han señalado que los reglamentos universitarios de convivencia y contra acoso, están llenos de un mayor enfoque en el cumplimiento simbólico y las autoridades dedican más tiempo en atender políticas y procedimientos que protegen la responsabilidad de la institución. Las investigaciones científicas sin embargo, no han demostrado que prevengan el acoso sexual. Abogadas consultados al respecto, informan que eso en gran parte es debido a que se basan en la suposición imprecisa de que un acosado informará sin demora el acoso sin preocuparse por represalias, lo cual no es cierto y lo comprueba el hecho de que el acoso sexual continúa existiendo y no ha disminuido significativamente. Si bien el cumplimiento de los requisitos legales es necesario, no es suficiente para abordar el acoso sexual.
5. El liderazgo desinformado en la universidad que carece de la intencionalidad y el enfoque para tomar las medidas audaces y agresivas necesarias para reducir y eliminar el acoso sexual, es otro factor que contribuye. Si bien la mayoría de las autoridades aspiran a reducir o eliminar el acoso, las estadísticas demuestran que carecen de las herramientas necesarias para lograrlo.
El acoso sexual socava el logro profesional y educativo de las mujeres y su salud mental y física.