Alfonso Mata
Hay un problema que resulta difícil de dilucidar sobre el comportamiento del COVID-19 en nuestro medio. La declinación como lo anunciaba el domingo el presidente de la República ¿se debe a disminución del contagio o de pruebas? Eso visto en un nivel nacional. Pero el surgimiento por regiones ¿se debe al número de pruebas o de contagios? De nuevo la duda.
Asumamos que tarde o temprano tendrá que menguar o desaparecer. Lo primero que resulta más que evidente ante eso, es que para el trabajo, la educación, la diversión e incluso atención médica y forma de gobernar y hacer gobierno, la pandemia se ha vuelto una variable dependiente cómo la cultura y el ambiente. Todo ello en cuanto al futuro, resulta en estos momentos un enigma para la familia el gobierno, las instituciones. Todo parece indicar que calendarios, formas de reabrir, de organizar, inversiones públicas y privadas, se harán necesariamente en forma de prueba error teniendo de fondo mucha corrupción y por consiguiente que se abra sólo si, cuándo y dónde hay condiciones para hacerlo y tan pronto como sea necesario se vuelve a cerrar, tiene muchas interpretaciones. Por supuesto lo ideal es decidir que las medidas se tomaran para minimizar las condiciones de riesgo. Pero eso no deja de tener hasta cierto punto un poco de utopía en países como el nuestro, en que la economía y lo social se mueve a través de beneficios de una minoría que vela por sus intereses y en que las condiciones de riesgo ocupan un segundo lugar.
Todos los sistemas y la organización de las instituciones en estos momentos están en la fase de prueba y diseño de procesos a distancia y de su aprendizaje y de nuevas formas de gestionar e imaginar soluciones diferentes y flexibles.
¿Qué podemos esperar que cambie en la gestión de la salud? En lo inmediato parece que prevalece una idea global «Hasta que tengamos una vacuna o una cura resolutiva tendremos que respetar las reglas actuales de distanciamiento y protección en el acceso a los establecimientos de salud».
En nuestro medio, el acceso a las salas de consulta externa, servicios de cirugía, emergencia inevitablemente ha disminuido mucho en este período. ¿Dónde y cómo la gente está resolviendo sus problemas aun no lo hemos estudiado bien? Tampoco el costo que ello tendrá.
Pero lo cierto es que, en nuestro medio, pasado algún tiempo, la gestión del Sistema Nacional de Salud, su estructura, no podrá seguir funcionando solo en el hospital como pivote principal. Se necesitarán dos más: una formada por una medicina territorial organizada, conformada por distritos, clínicas, domicilios, residencias sociales y de salud, que en algunas partes del país no existen para nada o son muy insuficientes y otra representada por todo lo que se pueda hacer en casa. Si algo demuestra esta pandemia a las claras es que la gente necesita reasumir un papel más preponderante en el cuido a su salud y también habrá que repensar el papel de los médicos generales dentro de un sistema como este, de los especialistas y enfermeras, en general de todo el personal de salud y su organización.
Otro elemento fundamental, de hecho conocido desde hace mucho es que no es posible crear una estructura de tipo de forma homogénea en todo el país, dado que tenemos de hecho, muchas realidades regionales tan diferentes en cuanto a riesgos, demografía, morbilidad, estilos y modos de vida. La pandemia ha dejado claro que de esta forma la respuesta es demasiado diferenciada para ser eficaz.
De hecho y en forma avanzada, los hospitales se han reorganizado con los hospitales de Covid para que los enfermos sean tratados sin riesgo de contagiar otros sectores del hospital y, luego, a partir de ahí, en otros lugares. Ello es un avance, pero no soluciona el principal problema control de contagio y trasmisión en un momento puede saturar la capacidad hospitalaria de nuevo.
Una pregunta que surge con frecuencia es qué va a suceder con el personal contratado para el evento. Es indudable que la pandemia ha venido a demostrar el déficit de personal de salud, que es necesario tener más de lo que teníamos, así que quedarán muchos.
Pero para que todo ello se dé, son necesarias tres cosas: Una fuerte voluntad política de cambio en dos aspectos: control de corrupción y una verdadera organización del sistema de salud, no sólo regulatorios sino también operativos, especialmente para ayudar a la organización del recurso humano y adquisición correcta de insumos.
A la par de ello la implementación de la telemedicina en varios aspectos y más allá del clínico, es algo que también necesita modificarse. Hay que subir el listón del trabajo inteligente, una herramienta utilizada hasta hace poco por una parte muy modesta de empresas de salud y sistemas de salud. En pocas palabras, se necesita mejorar el sector de la automoción desde la planificación, pasando por la organización y el funcionamiento de todo el sistema y en todos los sectores del mismo. La telemedicina, asistida con encuestas que se realizarán en casa, cambiará la forma de prestar los servicios de salud.
A un plazo mayor, quizá un par de años, evidentemente el trabajo sufrirá consecuencias, incluso desde un punto de vista numérico: según la OIT, la Organización Internacional del Trabajo de la ONU, corremos el riesgo de perder millones de puestos de trabajo, pero más que ello probablemente habrá readecuaciones y aperturas nuevas al respecto. No se excluye que en el futuro, también la gente pueda usar aplicaciones preventivas diagnósticas y quizá terapéuticas, asistidos remotamente por personal especializado, pero también de vigilancia.
Creo que la gente es justo y necesario que empiece a tomar mayor responsabilidad y participación más activa dentro del sistema, pero eso implica una organización social nueva.
Así como algunas categorías de riesgo de la pandemia como su trasmisión deben su triunfo a la participación social como la de quedarse en casa. Habrá y tienen que trabajarse otras en la lucha por la disminución de enfermedades como cánceres y otras con carácter nacional como la lucha contra la desnutrición. Ciertamente en este aspecto, la modernización de los medios de comunicación, creación de unidades de mayor confiabilidad se vuelve necesario. La gente tienen no solo que tomar conciencia sobre le cuido de su salud, sino ser más ágil y flexible en toma de decisiones al respecto. Todo ello necesita de una política nacional de impulso a la aceleración de procesos innovadores.
Quizás no debería sorprendernos que las naciones del mundo no hayan jugado hasta ahora un papel de liderazgo en la respuesta global al Covid-19. Cuando la amenaza tiene un carácter existencial, los gobiernos y los responsables políticos tienden a encapsularse en un sálvese quien pueda. Algunos más sanos que otros y con mejores resultados. Pero la pandemia y sus devastadoras consecuencias sociales económicas y ambientales, no se pueden resolver en el paradigma tradicional. Viéndolo del lado positivo, el coronavirus puede, por tanto, convertirse en el «asteroide» que ha caído sobre nuestro planeta, capaz de obligar a emprender el camino de la «unión cada vez más estrecha» con mayor determinación y rapidez, en nombre de una solidaridad más profunda y concreta.