A diario en la prensa nacional e internacional informan sobre las crisis hospitalarias qué es el problema central de ello, lo podemos resumir en lo siguiente: recursos, recursos y recursos, pero será todo el problema. Foto la hora:ap

Alfonso Mata

A diario en la prensa nacional e internacional informa sobre las crisis hospitalarias qué es el problema central de ello lo podemos resumir en lo siguiente: recursos, recursos y recursos, pero será todo el problema.

La disponibilidad de personal calificado, particularmente para terapia respiratoria y fallo multiorgánico, las limitaciones en personal de enfermería de cuidados críticos, está restringiendo que muchos hospitales satisfagan las necesidades de atención al paciente a medida que los casos de COVID-19 aumentan en su jurisdicción. Los modelos de atención y capacitación del personal inconsistentes para este tipo de enfermedad, resaltan la importancia de un proceso justo y equitativo para satisfacer las necesidades de capacitación y equipamiento al personal. En medio de esa falla, la priorización en múltiples solicitudes de asistencia de personal de diferentes coaliciones y jurisdicciones de atención médica, ha sido difícil, ya que el efecto de algunas variaciones en los patrones de personal en los resultados de los pacientes no está claro.

Es pues más que evidente, que la crisis hospitalaria tiene varias caras que se suman: carencia de los espacios adaptables, falta de personal y los suministros que no son consistentes, deficientes y de calidad dudosa con los estándares de atención. En consecuencia no se proporcionan la atención suficiente en el contexto de un desastre catastrófico (es decir, no brindan la mejor atención posible a los pacientes dadas las circunstancias y los recursos falta de eficiencia, eficacia y suficiencia.

Lo triste del caso ante esa particularidad de la crisis, es que no existe de parte de las autoridades, el objetivo de maximizar la capacidad convencional y de contingencia. Cuando existen condiciones de crisis, el objetivo es «degradar con buen criterio» los servicios al grado mínimo necesario para satisfacer las demandas, manteniendo la máxima seguridad del paciente y del sistema de proveeduría.

De los elementos de sobretensión señalados en los párrafos anteriores, el personal es el más elástico. Es decir, el personal se puede «estirar» para proporcionar cobertura de varias maneras diferentes. Durante COVID-19, el espacio no ha sido un factor limitante clave; sin embargo, la disponibilidad de personal calificado de cuidados críticos ha sido un problema nacional que se agudiza por la falta de seguridad al personal y de recursos clínicos y terapéuticos adecuados y suficientes al caso. Tanto el personal sanitario como proveedores han respondido a los llamados de necesidades en un intento de ayudar a satisfacer un aumento de la necesidad. Sin embargo, a medida que la crisis continúa sin cesar, los contubernios ilícitos, las componendas comerciales se han vuelto «puntos críticos» y la disminución de la disponibilidad de camas en las unidades de cuidados intensivos hospitalarios [UCI]), la dotación de personal adecuada no disponible para soportar el aumento de casos en el grado requerido para mantener un nivel convencional de hospitalización ha fallado.

Por otro lado constantemente se ha repetido la necesidad de descompresionar los servicios hospitalarios, eso significa planes adecuados de mitigación del proceso de trasmisión y de atención a nivel primario. Elemento que no ha pasado del diente al labio.

Para cualquier planificador resulta obvio que para lograr lo anterior, la única forma de lograrlo es implementando dos amplias categorías de respuesta a la actual crisis en curso y ellas son: 1º montar estrategias comunitarias y 2º Estrategias específicas del sistema de atención médica. El primer conjunto de esfuerzos puede incluir:

• Reducir la carga de morbilidad mediante la implementación de intervenciones no farmacéuticas siempre que sea posible. Las medidas actuales no han sido ni suficientes ni aceptadas de manera adecuada por la población por lo que una verdadera contención ha fracasado.
• Mecanismos de optimización de todo el recurso sanitario a fin de facilitar la transferencia de pacientes de acuerdo a verdaderas necesidades a instalaciones de capacidad limitada a instalaciones con mejores recursos para «equilibrar la carga» de la prestación de servicios siempre que sea posible. Esta medida tampoco se ha logrado implementar de manera adecuada.
• Reducir la prestación de servicios de manera presencial electivos, incluida la programación de visitas de atención de rutina en el entorno ambulatorio y satisfacer eso a través de sistemas electrónicos e internet. Tampoco se ha montado algo al respecto
• Asegurar que se realicen esfuerzos de apoyo para satisfacer las necesidades sociales y psicológicas de la fuerza laboral de atención médica existente. Esto constantemente se ha evitado implementar.

Estas estrategias que podrían ayudar a descomprimir un aumento en la demanda de atención médica hospitalaria han brillado por su ausencia, pues los fondos de emergencia han ido a parar a otras actividades ajenas a la implementación de este tipo de atención.

A la par de falla en ese primer nivel de atención, en estos momentos en que para satisfacer las necesidades de atención de la pandemia están en su pico, se debería de implementar un conjunto de estrategias específicas del sistema de atención médica. Estas no se pueden desligar del conjunto con las estrategias más amplias anteriores e incluyen:

• Movilizar al personal de entidades fuera del hospital para ayudar en la prestación de servicios hospitalarios. Esto se ha realizado solo parcialmente y a voluntad no obedeciendo a un plan.
• Reclutar proveedores clínicos no practicantes que trabajan en el entorno hospitalario para que trabajen junto y asistan a profesionales con licencia activa y ajusten el alcance de las consideraciones de práctica. Implementado parcialmente
• Ajuste de la proporción de proveedores a pacientes tanto en las unidades médicas / quirúrgicas generales como en las unidades de cuidados críticos. Se ha realizado de manera desordenada e insuficiente centralizando todo el esfuerzo en la ciudad capital.
• Cambiar el modelo de atención hospitalaria a un enfoque de enfermería basado en el equipo en lugar de individual.
• Implementar telemedicina y otras soluciones digitales de salud para proporcionar supervisión médica de cuidados críticos y capacidades de gestión remota de pacientes.

En conclusión: se puede notar que el sistema de salud ha fallado en la reducción de la carga de enfermedad y en la forma número uno de abordar la necesidad del aumento de la atención médica que consistía en garantizar que las intervenciones basadas en la comunidad se aplicaran al máximo. Esto no ha sucedido.

Es más que evidente que el trabajo público se relajó conforme las semanas pasaron. Es evidente que el público comprendió su papel para mantener a los trabajadores de la salud seguros y disponibles para atender a quienes se enferman, pero no desarrolló su papel como era de esperarse y la presión de los grupos comerciales y financieros [ellos si se protegen] fue mayor. No se puede ser eficiente en tratar el estrés en el sistema de atención médica, independientemente de las medidas de mitigación tomadas. Un número creciente de casos continuará durante semanas, pero el uso obligatorio de máscaras en áreas públicas, distanciamiento físico, mensajes públicos y la imposición de limitaciones a las reuniones públicas en ciertos lugares [como las que contactan el rastreo y los estudios epidemiológicos que identifican lugares y grupos con alto riesgo de propagación de la enfermedad] son técnicas que no se han empleado al máximo.

La experiencia actual de varios hospitales y lugares en todo el mundo -de lo cual no somos excepción- ha demostrado que el impacto de COVID-19 no es consistente ni en lugar ni en personas, incluso en una sola ciudad. Dependiendo de las comunidades, del nivel económico, de otras variables personales y habitacionales atendidas, una carga desproporcionada de casos puede recaer en una o pocas instalaciones o en un área metropolitana, mientras que otros hospitales siguen teniendo capacidad y el resto de la infraestructura de salud también. El uso de coaliciones de atención médica y Centros de Coordinación de Operaciones Médicas e infraestructura ha sido mal empleada como mecanismos de «carga de nivel» para garantizar que se aproveche toda la capacidad disponible para pacientes y no existe un plan estándar de movilización y transferencia adecuada de pacientes al respecto.

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