Alfonso Mata

El modelo de salud de Guatemala, en estos momentos se encuentra montado sobre un comportamiento epidemiológico nacional denominado de transición, porque se juntan en simultáneo padecimientos propios del subdesarrollo: nutrición infección, con enfermedades crónicas y degenerativas y funciona a través de un sistema de salud fragmentado.

En términos de fatalidad si bien se ha observado en las cuatro últimas décadas una disminución porcentual de muertes por infección, con las enfermedades crónicas degenerativas ha sucedido lo contrario y en términos absolutos el volumen de muertes en ambos casos es un claro aumento. A esa epidemiología nacional se suma la violencia así como la patología mental.

Ante la enfermedad, el pago de bolsillo de parte del enfermo es alto, ya sea que se recurra al sector público [adquisición de medicamentos y otros gastos] o privados [total].

Tanto el sector público como el privado, las coberturas promocionales preventivas y de atención médica, la realizan con irregularidades en cuanto a contenidos y tamaños en sus programas. Las últimas cinco décadas, han visto incrementos en extensión y cobertura en los servicios infantiles y preescolares y de atención pre y posnatal, pero en ningún caso paralelo a la demanda. Lamentablemente ese esfuerzo no se ha visto acompañado de políticas ni planes que fortalezcan la ley de desarrollo social ni intervenciones en cobertura de seguridad social que no se han ampliado en la forma que demanda la demografía nacional. Lo que sí es loable es que el IGSS como el MSPAS, en las últimos dos décadas, han desarrollado, aunque insuficientes y sin la necesaria cobertura, planes que abogan por una cultura de calidad y eficiencia en la prestación de servicios a la población, pero la inconsistencia en implementación y evaluación de los mismos no permite asegurar el éxito alcanzado. Lamentablemente a la par de eso, no se ha desarrollado una cultura de transparencia y una lucha frontal anticorrupción, lo que drena fuertemente todo el actuar y productividad en ambas instituciones.

Bajo esa perspectiva y condiciones, creemos que el esfuerzo nacional de transformación del sector salud, debe considerar efectuar con urgencia cuatro procedimientos fundamentales.

El primero: hay que confeccionar un modelo más integrado del sistema de salud y de sus contenidos y componentes y rectificar los actuales, alineando todo el esfuerzo a la realidad del momento actual. En este trabajo, su principal obstáculo es que muchos autoridades y funcionarios actuales dentro del sistema, son refractarios a los cambios debido a situaciones y a condiciones diversas, pero todas caracterizadas por la presencia de otros intereses que hacen que se pierda la noción de objetivo visión y misión del sistema de salud y sus instituciones, llevando a la deshonestidad y corrupción. Es por consiguiente utópico, querer resolver problemas dentro de un sistema que ve y vela por satisfacción de intereses personales, como razón primaria de su trabajo. Por lo tanto, ese modelo de tolerancia y permisibilidad, resulta imposible como modelo válido de sostener. Hemos perdido titipuchal de tiempo y mal gastado grandes cantidades de dinero, en parchar modelos que no tienen solución.

En segundo lugar, hay que alinear las actividades y tareas que competen a cada institución que de una u otra forma alimentan el sistema de salud, dentro del modelo explicativo del sistema. Considerando en el modelo la productividad y economía, se establece un patrón para regular la producción de recursos y material médico quirúrgico y de recursos humanos en su conjunto, alrededor de las demandas epidemiológicas nacionales y de las organizaciones e instituciones públicas y privadas de servicio, modelando cada uno de esos abastecedores una política de insumos por su producto: su inversión, su fuerza de trabajo, etcétera, pero participando dentro del sistema nacional de salud, no como unidades autónomas sino como inversiones de todo un sistema que necesita solucionar en conjunto una problemática. Todo ello constituye un conjunto de instituciones enfocadas a un fin [farmacéuticas, papeleras, centro de información, universidades, institutos de investigación] que funcionarían como sistema de interacción, y viables en formas individuales y colectivas, pero cuya finalidad es incidir sobre las inversiones y rendimientos propios y a la vez del Sistema Nacional de salud. Todo ello ubicado dentro de espacios de demanda epidemiológica nacional y planes de acción e intervención propios, establecidos en el sistema y controlados por mediciones de cambio por todos.

Incidir sobre los desajustes encontrados en los modelos generados con la realidad epidemiológica y del funcionamiento del sistema, constituye el tercer nivel de atención y cambio al sistema y en esto estamos hablando de la trasformación del sistema de comunicación e información del sistema de salud que en la actualidad se caracteriza por su fragmentación y lagunas de contenidos y por su falta de credibilidad. Hace falta reintegrar un sistema de información dentro del sistema de salud, que permite controlar la información generada y provocar su sistematización, en función de su potencial uso: calificación y clasificación de situaciones, evaluación de organización y funcionamiento de procesos y de sus impactos, toma de decisión, fiscalización, auditoría social determinación de eficiencia y eficacia. Necesitamos mantener siempre alineado, el sistema de salud y sus componentes, con los sucesos que se están dando el exterior y traducir la información en acción y análisis; en información sobre los resultados que estamos obteniendo en la ejecución dentro del mundo de la realidad epidemiológica nacional y en lo planeado.

Finalmente, hay necesidad de que la sociedad sea incorporada en la planificación de sus instituciones y cooperen para que estás funcionen de forma diferente y considerando los aspectos de necesidades establecidos por las misma sociedad. Claro que lograr esto comporta solucionar toda una serie de problemas. Pero el primero y más grande de todos reside en nuestra mente, condicionada por las represiones, que nos han llevado a conceptualizar una salud como responsabilidad Estatal y un sistema de salud en iguales condiciones, sin considerar que el mismo peso tiene el actuar público como el actuar Social, para la solución de los problemas de salud nacional. El sistema necesita esclarecer con la suficiente honestidad y precisión qué corresponde hacer al sector público y qué corresponde hacer al sector social, pues la problemática demanda para su solución, de una accionar coordinado de ambas dimensiones nacionales. El funcionamiento actual del sistema de salud, demanda de un control y tratamiento de situaciones y condiciones, que ponen en vulnerabilidad y riesgo a la población y qué tiene que ver tanto con la calidad de disponibilidad y acceso a los programas del sistema de salud, como del comportamiento social, que es el que se están produciendo los riesgos a la salud, la mayoría de ellos consecuencia de un actuar social. La crisis de salud, social y económica a que nos está orillando la COVID-19, es un claro ejemplo de ello.

Nota: Acá cabe perfectamente hablar de la necesidad de entender y actuar sobre la ley de Ashby, que establece que: la variedad de un sistema [o de las perturbaciones que un sistema le presenta a otro] solo puede ser reducida o eliminada a través de una variedad de igual magnitud en el regulador o los reguladores del sistema. Esto dicho de otra manera, establece que para regular un sistema es necesario cubrir todas las posibilidades que muestran las perturbaciones provenientes del sistema y que se intentan controlar. Parcializar no soluciona.

Artículo anteriorAeroméxico y varias de sus filiales se declaran en bancarrota
Artículo siguientePilotos de F1 evalúan arrodillarse en inicio de temporada